Aunque sus primeros pasos en el arte musical fueron en la radio italiana, Ennio Marricone (1928 – 2020) constituye un icono en el mundo de la música de películas. En la radiodifusión de su país natal se inicia con temas cortina o de fondo de diversos programas para luego dar el salto triunfal al cine.En su persona convergen la precocidad del artista que prorrumpe a los 9 años en la música motivado por padre más el prodigio de un genio de la música universal.
Para que un film alcance la factura de alta calidad se requieren entre otros ingredientes: buen guion, dirección general, fotografía, actuación y música. Pero por sobre todo la música cumple la importante función de narrar para el sentido del oído para que entre en juego la imaginación del espectador. Este lenguaje sonoro es un necesario complemento de la narración del guion con imágenes visuales. Marca silencio, crea una diversidad de emociones o refuerza una situación o saca del apuro al director ante una escena deficiente.
Eso lo logra a plenitud este genio italiano con sus partituras en más de 200 películas a lo largo de su triunfal trayectoria en el cine a partir de los años 60 del siglo XX. De las mismas son 2 con las cuales gana el premio Oscar en la categoría música.En las obras en las cuales participa Marricone parte de su éxito está asegurado por la marca de sus composiciones.
Nuestro interés y pasión por el cine comienza a partir de una obra cuya música es de Marricone. Se trata del wenster “Lo bueno, lo malo y lo feo” protagonizado por el sagaz actor norteamericano Clint Eastwood.
En esta cinta la música penetra al oído deforma lenta cuando al comienzo se desplaza una carreta por el desierto con un hombre muerto en su interior. Un instrumento de viento como la flauta hace de solista para lograr su objetivo de cautivar al espectador. Luego sucesivamente es acentuado la utilización de la guitarra electrónica algunas veces a manera de ráfaga que atrapa el oído.
El impacto de esta película en nuestra persona fue tal que la hemos visto más de una docena de veces y comprado entonces el disco de pasta, un LP de 33 revoluciones por minuto.
Mientras que en “Erase una vez en el Oeste” estamos también ante una obra cargada de violencia en el viejo oeste norteamericano. Pese a ello la música crea una atmósfera de melancolía y romanticismo con el uso del violín más los coros y voz de una solista. La situación llega a los extremos de lo conmovedor. Todo con el certero arte musical de Marricone, quien calculada y paulatinamente introduce cada uno de los instrumentos de la orquesta para involucrarnos en el guion del film.La evidencia de un genio que con ese arte provoca una diversidad de sentimientos y emociones en el espectador. Al tiempo que la exuberante belleza de Claudia Cardinale matiza gratamente la pieza con sus expresivos ojos de diva.
Esta es otra película que permanentemente estamos a su caza por su excelencia. Ese final exaltador del trabajo del hombre cuando llega al pueblo el progreso con el ferrocarril. Es cuando se combinan una extraordinaria toma en panorámica más la música que lo expresan todo.Visto desde el enfoque de las artes plásticas lo que presenciamos es una armonía por contraste. Música enternecedora en antítesis de aquel clima de pavorosa violencia.En Erase una vez en el Oeste la música asume papel protagónico, algo pocas veces visto en el séptimo arte. De esa forma conmueve las fibras íntimas del público.
Este maestro de la música universal nos dejó el pasado 4 de junio a los 91 años. Un genial músico que sutil y subjetivamente influyó en nuestro gusto irrefrenable por el cine en esta finita existencia.
Freddy Torrealba Z.
