Antonio Álamo Dávila, un barquisimetano de historia

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A Don Omar Garmendia, quien encarna la pasión por las crónicas

Parlamentario, escritor, historiador, periodista. Fue ministro de Fomento durante la dictadura gomecista. Presidente de los estados Sucre y Bolívar. Primer cronista oficial de Barquisimeto

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SU ENSORDECEDORA VOZ retumbaba en aquel recinto donde se reunía la cámara. Se le escuchaba increpar, sin un ápice de reserva, sobre la imperiosa necesidad de establecer controles más rigurosos en el manejo de los dineros públicos, esto pese a ser años de instigación política, pero él, Antonio Álamo Dávila, había sido formado en las aulas del riguroso Colegio Federal de Barquisimeto, donde se moldeaban hombres para el porvenir. Allí se doctoró en Ciencias Políticas, cuya tesis de grado -en 1897-, se afianzó en las “Sociedades Civiles”.

Su nacimiento ocurrió con los primeros destellos de sol del 16 de noviembre de 1873, en una casona de la calle Regeneración del Barquisimeto añejo. Hijo de Juan Manuel Álamo Conde y Rufina Dávila Alvarado, quienes se ocuparon de su educación inicial con una disciplinada rutina de lectura y escritura.

Álamo más tarde cursó estudios profesionales, especializándose en Derecho Administrativo, el cual ejerció -con afán-, en su natal Barquisimeto. En ese ínterin, conoció a la prosista, doña Higinia Bartolomé Villegas, a quien desposó procreando cinco hijos: Berenice, Antonio, Alicia de Lourdes, Leopoldo y Beatriz de Lourdes Álamo Bartolomé.

Como ferviente oponente a Cipriano Castro, tomó parte en la Revolución Libertadora en condición de secretario del general Luciano Mendoza, un denodado político con talante admirable.

Dilatada actividad parlamentaria

Álamo fue electo diputado al Congreso Nacional por el estado Lara para el periodo 1905-1909; también fungió como secretario de Gobierno del estado Yaracuy al terminar su periplo parlamentario en el año nueve. Sin pérdida de tiempo, se postuló a la Cámara de Diputados, presidiéndola entre 1910 y 1911.

Es elegido por Yaracuy al Senado de la República en 1918 hasta 1919. El 7 de junio de ese año, es llamado a integrar como vocal la Corte Federal y de Casación, y un año más tarde, en 1920, dirigirá los destinos del Congreso Nacional.

Gómez llama a los mejores hombres

Entre el tren ejecutivo del benemérito general Juan Vicente Gómez, sobresale Álamo en la cartera de Fomento desde el 24 de junio de 1922 hasta 1929, según Resolución Presidencial, compartiendo funciones con su homólogo barquisimetano el Dr. José Gil Fortoul. 

Entre 1929 a 1931, encontramos a Álamo como presidente del estado Sucre y para 1933 hasta 1935, con igual cargo el estado Bolívar, desarrollando una gestión centrada en mejorar la vialidad del interior del territorio regional, construcción de los puentes de Guaimire, Los Caneyes, Caripito y Matacorumo en la carretera hasta El Dorado; refacción y decoración del Palacio de Gobierno, estudios preliminares para el nuevo acueducto de la ciudad capital; reconstrucción de las avenidas 5 de Julio y 19 de Abril y prolongación del Paseo Falcón hasta el Dique por el sistema de concreto. A la muerte de Gómez, salió al doloroso exilio hasta 1941.

Reconocido como historiador

Pero su pasión por las letras y la historia conllevan a que el 20 de septiembre de 1945, la Academia Nacional de la Historia lo reconociera como Individuo de número, asignándole el Sillón con el literal “S”. Su incorporación a la magna academia se concretó el 3 de julio de 1946, ofreciendo un aclamado discurso titulado: El escepticismo y la tolerancia en la Academia, ante un auditorio atestado de eruditos.

Su quehacer competente lo llevó a que los académicos de aquella corporación lo nombraran su director entre 1947 a 1949 y de 1951 a 1953. Asimismo fue miembro de la Comisión Editora para la celebración del Bicentenario del Natalicio de Generalísimo Francisco de Miranda en 1949.

Ya en su Barquisimeto, se rodeó de los mejores hombres del momento y juntos decidieron llevar a feliz término una hazaña de juventud: la fundación de una institución que velara por la historia regional a la cual registraron con el nombre de: Centro Histórico Larense, desde donde también surgió otro sueño que lo convertirá en el primer Cronista Oficial de la ciudad de Barquisimeto, nombrado el 11 de abril de 1951, hasta el año 53.

Autor fecundo

El Dr. Antonio Álamo Dávila fue un lector insaciable y un escritor sin tregua. Desde que comenzó a estampar sus primeras letras, jamás dio descanso a ambas prácticas, convencido de que “sin ellas, no podría respirar”, según epístola enviada al Dr. José Gil Fortoul en 1933.

Entre sus obras figuran: Una Guía Comercial en Caracas; Un hombre útil: el Pbro. Dr. Juan Pablo Wohnsidler: datos biográficos, (1906); Referencias para la Historia; Otro hombre útil: Leopoldo Torres (1940); Yo, por mí (1942), varios perfiles biográficos de venezolanos brillantes y un sinnúmero de folletos y ensayos sobre política, sociología e historia que suman más de 25 títulos menores. Su obra de intelectual está condensada en dos amenos volúmenes bajo el título de Libro Revuelto.

El periodismo también fue pasión

Álamo confesaría en una de sus obras, que cursando estudios en el Colegio Federal de Barquisimeto, tuvo la iniciativa de fundar un órgano divulgativo, anhelo que por el escenario político, no pudo materializar. Pero ya en su terruño encarna aquellos ideales y pronto dirigirá: La Actualidad (Barquisimeto, 1893); El Patriotismo (Barquisimeto, 1908) Gaceta Profesional (Barquisimeto, 1915).

En sintonía con el doctor Juan Manuel Álamo Dávila, editan La Bocina,  (Barquisimeto, 1894), y en 1891 asume la redacción de El Monitor, editado en la imprenta Falcón. Será fundador y director de la revista “El Automóvil”, órgano automovilístico con más de 25 años de vida.

En una fresca mañana de enero, cuentan que el Dr. Álamo se despidió del Centro de Historia Larense, caminó unos pasos hasta el patio, donde la vista dominaba el Valle del Turbio y el altivo Terepaima, solo rodeado de extenso cañaverales y sobre este, varias nubes blanquecinas. Fue la última vez que estuvo en su natal Barquisimeto. Poco después, el 5 de marzo de 1953, a los 79 años, finalizó su tránsito vital en capital del país.

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