Este sábado, en la Iglesia Nuestra Señora de La Candelaria, se realizó la misa de acción de gracias por la beatificación del doctor José Gregorio Hernández.
La celebración eclesiástica la presidió el cardenal Baltazar Porras quién anunció que la Iglesia católica iniciará jornadas de evangelización en torno a la vida del Siervo de Dios, las cuales se desarrollarán en parroquias, centros de salud, escuelas y universidades, con el fin de promover el ejemplo de Hernández como “laico y ciudadano ejemplar, excelente médico, respetado profesor y reconocido científico, austero y humanitario”.
Durante la eucaristía, el administrador apostólico de Caracas llamó a los venezolanos a mirar en José Gregorio “el resplandor de una luz buena y santa” para “sanar y curarnos a todos” y “emprender el verdadero camino de la paz y la justicia”.
“Necesitamos que la luz de la esperanza ilumine nuestros corazones para que la familia venezolana vuelva a unirse. Que los políticos, los empresarios, los comunicadores, los científicos e investigadores, los trabajadores, en fin todos los sectores, destierren la división, fomenten la libertad de expresión, donde haya separación real de poderes y garantía absoluta de los derechos humanos, procesos electorales transparentes, para que la verdad, la reconciliación y la vida luzcan con mayor resplandor para bien de todos”.
A continuación de Homilía completa del cardenal Baltazar Porras:
Hoy Venezuela está de fiesta y rebosa de agradecimiento porque desde El Vaticano nos ha llegado la buena noticia que anuncia la beatificación del Dr. José Gregorio Hernández. Con humildad y gratitud al Señor comparto con ustedes la gran noticia de tan esperado momento. Su venerada imagen ya puede entrar a ocupar un sitial de honor en los templos y capillas del país. Modelo de buen cristiano y excelente ciudadano que ahora nos recibe y bendice desde los altares de la Iglesia venezolana. El santo criollo, amado e invocado por pobres y ricos, hoy nos reanima, justo cuando el mayor clamor por justicia social y liberación nacional suena en todas partes. Con el salmista proclamamos «que el Señor mira desde el cielo y observa a los que habitan la tierra, cuida siempre de quienes lo honran y confían en su amor, para salvarlos de la muerte y darles vida en épocas de hambre» (salmo 32, 13.18-19). «Todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo». El tiempo de la luz en esta hora tan oscura, aparece radiante en el horizonte porque lo que está escondido a los sabios y entendidos, se lo revela el Señor a la gente sencilla. Para la inmensa mayoría de los venezolanos y de muchos venidos de otros lares que hicieron tienda entre nosotros, José Gregorio es el santo, sin precisiones canónicas, el beato bienaventurado, la imagen más penetrante de la espiritualidad 2 del venezolano. «El Doctor Hernández es nuestro», gritó la muchedumbre que acompañó su féretro cuando murió. Hoy, en el oscuro panorama que nos azota, cada uno de nosotros añora y anhela ser, tener, imitar, proyectar al José Gregorio que llevamos dentro, porque él es nuestro.
La invitación del Papa Francisco a hacer el bien desde lo cotidiano, es la fuerza del venezolano común que conecta con las exigencias de la vida diaria, que se forja con su esfuerzo, que supera los obstáculos, que lleva la alegría por dentro a pesar de sudores y lágrimas, que confía contra toda esperanza siguiendo el ejemplo de Jesús y de María; que se siente hijo de la Iglesia a pesar de sus desvaríos, que ve en él la mejor expresión de quien, con tenacidad y paciencia, con la profunda fe sostenida en el tiempo, con la convicción férrea de que su tarea primera es hacer el bien a t odos por igual. José Gregorio es el mejor ejemplo del hombre bueno, virtuoso, de fe profunda, estudioso, creativo más allá de las limitaciones de su tiempo, es la mejor expresión de las raíces más populares de nuestro país en el que las semillas del Verbo están sembradas y buscan germinar para dar fruto abundante. La cercana beatificación de José Gregorio es ocasión privilegiada para detenernos, para hacer un alto en el camino de la vida, para preguntarnos por su figura que aparece por doquier, en todos los rincones de la geografía nacional y en todas las mentes y corazones. ¿Acaso cada uno de nosotros no tiene alguna anécdota que lo une al médico comprometido con el progreso de su país, desde el campo de la salud y al hombre íntegro, responsable, constante en hacer el bien al vecino, al pariente, al amigo, al desconocido, a ti mismo…? No nos quedemos en la anécdota sanadora y cercana. No aplacemos más el momento de hacer el bien, no lo posterguemos por otros intereses. Despierta y reacciona, es el momento. La posibilidad de ser felices, de ser alegres, de compartir sin mezquindades ni parcialidades ha llegado.
El querido Cardenal Parolin afirmó hace poco que para él, José Gregorio era el cuarto amor del venezolano, después del amor a Jesús eucaristía, a la Virgen María, su madre y al Papa Francisco como vicario de Cristo en la tierra. Por eso lo proclamó el hombre de la paz y de la unión. «José Gregorio no es solo patrimonio de los católicos, pertenece a todos los venezolanos, pobres y ricos, pertenece a todos los ciudadanos con independencia de su religión e ideología política». «Es un ejemplo de cómo la Iglesia crece por atracción y no por proselitismo». 3 José Gregorio es la expresión más esclarecedora del venezolano de ayer, de hoy, y es luz para el mañana que tenemos que construir. Nació y se crió en un pequeño pueblito andino. El calor del hogar y la enseñanza que recibió le inculcaron valores y virtudes que fueron la base de su rica personalidad. En Caracas se dedicó al estudio y en la Universidad Central adquirió suficientes conocimientos científicos y médicos con la certeza de la necesidad de renovar dicha disciplina en el país sometido a dictaduras y guerras intestinas. Al viajar a París, iba a prepararse mejor para devolver a su patria lo que allí aprendiera. Y así fue. Volvió primero a su pueblo y luego en Caracas ejerció cátedra y consulta que marcaron hitos de renovación junto a otros insignes galenos de diversas tendencias ideológicas, que se unieron a pesar de las diferencias, porque su norte era el bien, la salud integral de la ciudadanía.
El mejor ejemplo, de gran actualidad, fue su participación en la epidemia de la llamada Gripe española que causó miles de muertos en el mundo entero y también en Venezuela. A la par, conscientes todos ellos de las carencias, denunciaron el triste estado de la política sanitaria imperante en todo el territorio. «José Gregorio Hernández es un cristiano cuya fe lo abre a un momento de grandes cambios en la historia humana. Por eso se convierte en una luz de nuestro imaginario social y en un desafío, tanto a quienes compartimos su fe como a sus colegas médicocientíficos en este siglo XXI. Es posible entregar la vida para que otros tengan vida. Es posible poner los conocimientos que se adquieren, con esfuerzo y dedicación personal, al servicio de la vida de todos, empezando por los que no tienen posibilidades por sí mismos». Para él, y también para nosotros, la felicidad no puede estar en el tener sino en el hacer el bien. Hoy, en nuestro país necesitamos un nuevo amanecer, el resplandor de una luz buena y santa, para superar la situación escandalosa en que estamos metidos. Nunca habíamos tenido tanta pobreza y tanta desesperanza. Nunca nos habíamos sentido tan huérfanos de afectos por los millares de compatriotas que se han ido, buscando una mejor vida en otros lugares. Necesitamos que los niños de hoy sonrían, que vuelvan a la escuela, que los educadores reciban la remuneración y el reconocimiento social que merecen, para formar con cariño y competencia a la juventud que quiere superarse, sacrificarse, triunfar, siendo capaz de una generosidad desbordante en el estudio, la investigación, el trabajo que dignifica. 4 Necesitamos buscar sosiego, sin odios ni exclusiones, para que haya progreso integral e igualdad social. Necesitamos servicios básicos que funcionen para que podamos comunicarnos, para que no fallezca nadie por falta de electricidad o de alimento. Que la luz sabia nos alumbre para que las universidades sean centros de saber, de diatriba, de libertad, para que de la diversidad surja la unidad en lo esencial.
Necesitamos que la luz de la esperanza ilumine nuestros corazones para que la familia venezolana vuelva a unirse. Que los políticos, los empresarios, los comunicadores, los científicos e investigadores, los trabajadores, en fin todos los sectores, destierren la división, fomenten la libertad de expresión, donde haya separación real de poderes y garantía absoluta de los derechos humanos, procesos electorales transparentes, para que la verdad, la reconciliación y la vida luzcan con mayor resplandor para bien de todos. La llegada a los altares de José Gregorio Hernández es un nuevo amanecer que nos compromete a todos. Que su luz sea bienvenida en nuestra Iglesia y nos guíe por el camino de la humildad, tanto a los sacerdotes y religiosos, como a los bautizados que buscan con afán ser protagonistas de un mundo mejor. Este nuevo amanecer es un bálsamo que nos trae José Gregorio para que todos los que se sienten fatigados y agobiados por la carga de tantos males encuentren alivio, para que aprendamos como él, que seguir a Jesús es tomar su yugo suave y su carga ligera, porque tenemos un corazón manso y humilde. Que la luz del bien alcance a todos los venezolanos sin distinción, para que seamos iniciadores de lo que viene, la buena noticia que, tras madura reflexión, nos aleje de la vanidad, la codicia, la maldad, el egoísmo, y nos acerque a los auténticos valores de la fraternidad proclamados por la auténtica democracia y por los valores del cristianismo. Que a la sombra de José Gregorio, comprendamos que no hay para el hombre más felicidad que alegrarse y buscar el bienestar en su vida, como don de Dios que es quien lo restaura todo (Cfr. Eclesiastés 3,12-15). El amor al Corazón de Jesús, el ejemplo de San Francisco de Asís en su amor a los débiles y en el cuido de la naturaleza, la tierna devoción a la Virgen María que lo animó a tanta obra buena, y la apertura al bien que hay en toda persona, independientemente de lo que nos pueda distanciar de él, sea la guía que nos 5 marca José Gregorio y queramos hacerla más nuestra en todo lo que está programado para los próximos meses hasta el día de la beatificación y más allá, como el mejor aporte y la mejor esperanza que nos hermane para que atisbemos el futuro que soñamos a pesar de las dificultades. Con la alegría de nuestro canto, hagámoslo oración: «lucero de la mañana, préstanos tu claridad para alumbrar a los venezolanos en esta hora tan oscura».
Que la luz de José Gregorio nos ilumine para sanar y curarnos a todos, a nuestra maltratada sociedad, y emprender el verdadero camino de la paz y la justicia. Que seamos capaces, con ese José Gregorio que cada uno de nosotros tiene en su corazón, nos siembre de esperanza y de gozo, en el reto de ser como él, sanadores y purificadores de nuestra sociedad. Para ello, anunciamos la realización de jornadas de evangelización en torno a la vida de José Gregorio Hernández. Jornadas que desarrollaremos en cada hogar, parroquia, centro educativo de la iglesia, en las academias y universidades, en los centros de salud y en todos los rincones en donde estamos presentes los cristianos. Que el Señor y la Virgen reciban junto a José Gregorio nuestras súplicas y nos den la fuerza y el coraje de seguir sus huellas, las de un laico y ciudadano ejemplar, excelente médico, respetado profesor y reconocido científico, austero y humanitario, cercano en la fiesta y en el dolor, en el trabajo de cada día. Que así sea.