Recuerdo de cuando niño, haber oído decir con mucha frecuencia, que los venezolanos tenemos, además del Béisbol, lo que podía llamarse otro deporte preferido: hablar mal del gobierno. El de turno, no importa cuál sea. Me parece que los viejos de entonces y los de hoy, disfrutamos aquel deporte con gran delicia, la gente se ríe, hacen chistes y burlas de personajes que gobiernan al país, sin tener la certeza de sus afirmaciones. Algunas seguramente son ciertas, otras inventadas o dramatizadas, pero todas le suenan a verdad absoluta a quienes las cuentan. No deja de haber alguna vez que surja una discusión, cuando alguien le saleal paso a un chiste o a una afirmación que inmediatamente el interlocutor desmiente. No chico, eso tampoco es así, se suele decir y se arman grandes debates. En todo caso, era y es un deporte practicado por todos los venezolanos, hablar mal del gobierno de turno. Transcurren horas en interminables conversaciones sobre la naturaleza de quienes nos gobiernan o, como hoy, de quienes inescrupulosamente detentan el poder.
Para mi generación, es inolvidable, por ejemplo, el lenguaje betancuriano. Aquellas referencias que hacía el líder adeco a las multisápidas hallacas decembrinas, oal hampoducto, para referirse a la corrupción de cuello blanco o a la inolvidable expresión de “me parezco al morocho Hernández», cuando después del atentado de Los Próceres, salió en televisión con las manos vendadas como un boxeador.Ya hasta pedíamos en casa una hallaca diciendo dame una multisápida. El presidente Raúl Leoni no era ningún buen orador, al contrario, se enredaba con las palabras que pronunciaba y de ese “defecto” se hicieron innumerables burlas y chistes.“Buenas coches, gente de noche”, se comentó alguna vez que había dicho Leoni en una visita a la popular parroquia de Coche. A Caldera se la comparó siempre con Tarzán, y cuando se preguntaba por qué le decían Tarzán, se nos explicaba que los dos estaban rodeados de animales. Me consta que a Caldera le disgustaba ese chiste, y con razón, pero nunca nadie fue detenido, castigado, perseguido o allanado su domicilio por decirlo públicamente. Se le criticó mucho a Caldera una supuesta soberbia en su conducta y que hablara tanto, todo porque ofrecía una rueda de prensa semanal. Esa rueda de prensa era apenas de media hora y nunca en cadena nacional. De la misma manera CAP recibió en sus dos gobiernos, calificativos muy fuertes.
Locoven fue uno de ellos, en alusión al nombre de las compañías petroleras nacidas luego de la nacionalización del petróleo. De Luis Herrera Campíns no hubo quien no se burlara de su supuesta afición al Toronto y de su impuntualidad. Nunca dijo nada el presidente sobre esas referencias. En todos los programas humorísticos se hacían imitaciones de todos ellos y nunca ningún humorista fue detenido o allanado o perseguido por el gobierno respectivo. CAP en un acto en el teatro Municipal de Caracas llegó a decir que no sabía si él era el verdadero o el humorista que lo estaba imitando en el escenario. Algo parecido ocurrió con Herrera Campíns cuando en un programa de televisión vió a aquel famoso cómico que llamaban Bólido, imitándolo, y el presidente decía no recordar cuándo había grabado ese programa. He recordado todo esto porque ese sabroso deporte nacional de hablar mal del gobierno también lo están prohibiendo.
He leído sobre la detención de una señora por haber hablado mal de esta usurpación que sufrimos, en su whatsaap. Expresar nuestro pensamiento“de viva voz o por escrito”, es un derecho constitucional, pero además deriva de un principio democrático elemental como es decir lo que se siente y tomar con seriedad o con humor, lo que se esté viviendo y sufriendo. Estamos viviendo una calamidad política, social y económica que amerita un cauce que no ahogue el sentir del venezolano de hoy. No permitir ese desahogo puede producir daños irreparables en nuestra sociedad.
Joel Rodríguez Ramos