Hasta bien entrado el siglo 20 no contaba la ciudad con una red de tuberías. El agua era escasa, más aún en los prolongados tiempos de sequía.
Se surtían hogares y comercios de los «aguadores» que se trasladaban en mulas con sus barriles y vendían el preciado, líquido de puerta en puerta. Había una que otra bomba manual conectada a pozos subterráneos y una se ubicaba en la estación del ferrocarril y se alquilaba para bañarse.
El primer sistema de acueducto se inauguró en diciembre de 1929. El Impulso reseñó la gran noticia en su primera página y aunque el proyecto lo gestó en su parte final el general Pedro Lizarraga, las glorias se las llevó el recién nombrado gobernador, general Eustoquio Gómez.
Asistió a los actos el Obispo de Barquisimeto, Monseñor Enrique María Dubuc, quien acompañó durante la inauguración a Don Eustoquio Gómez.
El nuevo acueducto fue un proyecto de gran envergadura y trajo a la ciudad agua por tuberías desde el lejano Bosque Titicare. El almacenamiento se llevaba a cabo en el sector Caja de Agua, que hoy se ubica en la calle 48.
De allí se suministraba el vital líquido por toda la Calle del Comercio. La red de tuberías llegó en un principio hasta el sector Altagracia.
La ciudad se hacía cada vez más moderna, primero con el uso de la electricidad y ahora con suministro de agua a través de una red de tuberías.
La inauguración de aquel 19 de diciembre culminó con una gran celebración, ocasión que contó con brindis de champaña helada y banquete con vajilla y cubiertos para los allegados a Don Eustoquio y carne de res en vara con yuca para el soberano que nunca faltaba a aquellos festejos, a quienes por supuesto, supervisaban los policías del general Eustoquio Gómez.