En lugar de las risas alegres de los niños, ahora se escucha el canto de los pájaros o, tal vez, un auto solitario que circula por la calle. Como otros espacios públicos repentinamente vacíos, los parques infantiles de todo el mundo se han quedado en silencio y abandonados por la pandemia del coronavirus.
Desde Moscú a Mumbai, en las barras de juegos y los cajones de arena ya no hay gente y están precintados con cinta, cercas temporales y señales que anuncian su cierre.
En Caracas, un hombre duerme en un banco que en otros tiempos habría estado ocupado por un padre que vigilaba cómo su hijo corría junto a sus amigos.
En Budapest, Hungría, un parque de juegos, rodeado por una cinta de plástico amarillo, está cubierto por una capa de nieve virgen luego de una tormenta de principios de primavera.
Y en Santiago, Chile, los columpios estaban anudados entre sí para impedir su uso.
En España, uno de los países más golpeados por la pandemia, los pequeños llevan semanas confinados en sus casas, aunque el gobierno permitirá que salgan a la calle durante breves espacios de tiempo a partir del 27 de abril mientras la nación empieza a salir lentamente de su encierro.
Pero tanto allí como en otros lugares pasará mucho tiempo antes de que los parques infantiles vuelvan a ser escenario de juegos y risas.
Se cree que los niños juegan un papel importante en la transmisión del coronavirus, aunque no suelen caer enfermos.