Unas dos semanas le faltaban a Román Delgado Chalbaud para cumplir catorce años en prisión por orden de su antiguo socio, compadre y amigo el general Juan Vicente Gómez, desde el 17 de abril de 1913 cuando fue detenido por el coronel Agustín Tirado Medina, hasta fines de marzo de 1927, por una oportuna amnistía del tirano. Delgado fue descubierto de fraguar un golpe de estado contra Gómez, conspiración develada por la red de soplones y espías del dictador.
Activo en la marina de guerra, el merideño Delgado Chalbaud participó en varias operaciones militares en el gobierno de Cipriano Castro y a raíz del golpe de estado que Gómez le dio a su compadre en 1908 surgió una gran afinidad con el nuevo presidente. Hombre innovador y ambicioso en extremo, en lo político como en lo económico, Delgado fue quien trajo el primer avión a Venezuela, con el piloto norteamericano Frank Boland.
Junto a Gómez se apodera de las acciones del depuesto presidente Castro en la Compañía Fluvial del Orinoco, luego llamada Compañía Fluvial y Costanera de Venezuela, que tenía el monopolio de la navegación por todas las costas y ríos del país. Sólo este monopolio les generaba enormes ganancias en tiempos cuando no existían carreteras ni líneas aéreas y el transporte de personas, ganado y carga se realizaba por barco. Por supuesto, en los barcos de los dos compadres. Gómez también le concedió al marino la renta de las estampillas y el monopolio de las salinas. Socio de confianza, Delgado se convirtió en millonario amparado por Gómez.
En 1911 el presidente comisiona al compadre a Europa a estudiar posibles inversiones, entre otras instalar en Venezuela otros bancos, distintos del Banco de Venezuela, privado y prácticamente el único y allá el codicioso marino merideño conoció a un oscuro personaje quien le hace el lobby ante los banqueros europeos, conocido como “Bolo Pachá”. Su nombre era Paul Bolo, un francés que decía ser de un país del medio oriente, donde pertenecía a una rica familia de algún jeque o pachá, pero era la oveja negra de una honorable familia francesa. Hábil estafador, estuvo preso en Francia, España y Argentina y bígamo, se casó con dos viudas ricas.
Su habilidad con la palabra y la ingenuidad de la sociedad de principios del siglo XX le permitieron codearse con magnates franceses y algunos extranjeros entre quienes apareció Delgado Chalbaud, quien asistido por el embaucador galo logra el interés de capitales franceses para instalar dos bancos en Venezuela, uno nacional y otro territorial, que se encargarían de la emisión de la moneda y de las operaciones hipotecarias, por supuesto con capital francés.
Delgado regresa y presenta el proyecto a Gómez, quien lo somete al Consejo de Gobierno, órgano de consulta y discusión del tirano y varios de sus miembros se opusieron de manera airada y contundente: recordando el bloqueo anglo-germano de años anteriores les preocupaba que una potencia extranjera tuviera enorme injerencia en la soberanía nacional como la banca. Entre otros se opuso con elocuencia Vicente Lecuna, presidente del Banco de Venezuela, quien formuló serias objeciones al proyecto.
Cuando Delgado se enteró del rechazo a su proyecto bancario, al ver su gestión perdida y sus futuras ganancias esfumadas, entró en cólera y con sus hermanos y algunos miembros del Consejo de Gobierno, comenzó a tramar la traición a su compadre. Dicen que el complot incluía el asesinato del tirano.
La falta de lealtad de Román cayó muy mal a Gómez. Lo había tratado casi como a un hijo, la confianza era absoluta. Delgado era el único en entrar a los aposentos del tirano sin anunciarse.
Irritado por la traición, lo cita a su despacho, donde según los relatos, de manera fría y descompuesta, con mirada de rencor, sin saludar le habría dicho: general Delgado, tengo para mis enemigos, la muerte de agujita y grillos de 70 libras. Además, ¿qué culpa tiene la estaca, si la rana salta y se ensarta?
Delgado trató de excusarse, alegando que sus enemigos trataban de mal ponerlo con su jefe y se retiró. Con su espaldero Eloy Tarazona mandó a llamar al jefe civil de la parroquia San Juan, coronel Agustín Tirado Medina: “tengo que confiarle un encargo de suma gravedad y confío en que usted sabrá cumplirlo. Mañana por la mañana, detenga al general Delgado Chalbaud y llévelo a la Rotunda”.
Tirado Medina contó después: “volví a mi casa y ordené me hicieran una jarra de café bien cargado. Me encerré en mi cuarto y comencé a pasearme de un lado a otro, pensando cómo cumplir el peligroso y difícil
cometido. Antes de las cinco de la mañana ya estaba frente a su casa de Puente Yanes a Tracabordo. Acababa de llegar su coche, una magnífica Victoria descubierta por ambos lados, tirada por una pareja de briosos caballos castaños. De manera inesperada irrumpió en la vía una carreta conducida por un isleño que subía de Perico a Puente Yanes. En tono enérgico le ordené atravesar la carreta en la esquina a lo cual accedió. Delgado emprendió su marcha hacia donde yo estaba. Ante el obstáculo de la carreta, su cochero prorrumpió en airadas protestas y el general, distraído se dio cuenta de mi presencia cuando yo ya había llegado hasta su coche y entré por el lado derecho, donde venía él sentado. Buenos días coronel, me saludó sorprendido, ¿qué lo trae por aquí? Avanzando el cuerpo dentro del coche y poniéndole el revólver en el vientre le advertí: ¡No se mueva general. Está detenido! Rápidamente lo desarmé y sin cruzar palabras seguimos directo hasta La Rotunda”.
Catorce años estuvo Román Delgado Chalbaud sometido a las más severas condiciones de prisión, atropellos y chantajes con grillos de 70 libras en los pies, mientras su familia se encontraba en el exilio en París. Al salir a fines de marzo de 1927 se fue a reunir con ellos y preparar la invasión del Falke en 1929 donde murió el 11 de agosto al desembarcar en Cumaná, pero esa es otra crónica.
Juan José Peralta