#OPINIÓN Ruidos infaustos y alas de papel #10Feb

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Dedicado al silente ruido que calcina cuando silba…

Solo los tontos creen que el silencio es un vacío. No está vacío nunca.

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Y a veces la mejor manera de comunicarse, es callando.

Eduardo Galeano

No dejes que el ruido de las opiniones ajenas apaguen la voz interna.

Steve Jobs

El silencio es el ruido más fuerte,quizás el más fuerte de los ruidos.

Miles Davies

Trabaja duro en silencio y deja que tu éxito haga todo el ruido.

Anónimo

El silencio

Era de madrugada cuando despertamos del susto. A esa hora podría ser cualquier cosa. Una broma de un vecino, una parranda sin acabar, un gato farfullero que anda con su gata loca de juerga o un chispo vaciado levantando transexuales en la Francisco Solano, a ver que arde por ahí. Dicen que gran parte de los zurdos del proceso bonito se les va la sucia cuarta y la quinta también y no precisamente la república…Mi esposa Marta, que de por sí no duerme bien y no me deja dormir empezó a pedir que vaya a ver que era ese ruido raro afuera en la avenida. Flojo y cansado como cualquier criollo que no come completo y trabaja full, fui a regañadientes hasta el balcón. Me coloqué en una mecedora de mi mujer que usa en las tardes para que la tarde no le friegue las filosofías. Era temprano y como de costumbre las bombillas y las luces de las calles escaseaban. Mi visión,hoy de cuarta república fácil podía decir de Mr. Magoo no hacía el quite. Mirar de madrugada y entre neblinas era como estar narcotizado con peyote en una noche sin luna y con gafas oscuras…

Paséa largados minutos oyendo y observando neblinas.Un gato gris que ronroneaba como una mujer maltratada empezó a angustiarme la paciencia.Imaginé un borracho violentando a una mujerzuela que a falta de pan hacía circos en su cuerpo de miseria. Marta, me culpa de casi todo siempre porque no hay más a quien reclamarle, y en vista de que parece que siempre tiene la razón, dejé las cosas de ese tamaño. Resultó ser la única gran decisión que aprendí a tomar en vida gracias a sus pinches hostigamientos de pastora buena gente.

Un ruido en el interior de mis entrañas me gritó la atención. Era un arreglo de tripa con gases y sueño atrasado. Una infernal opresión estomacal en plena aurora caraqueña. El gato y la mujer seguían en un quejar entre dolor de parto letal y apuñalamiento sin testigos pero con los testes del raptor en el monte venusino de la víctima que busca cómo poder dar de comer a los críos que tuvo cuando era joven, feliz, e indocumentada por poco calculó prudencial. Recordó la falta que hace mamá siempre. La lágrima no apura cuando piensas en la señora madre en un asilo con demencia senil y tu papá muerto reciente por la enfermedad de la época actual, la pandemia del Alzheimer

Las horas de madrugada son como más lentas pero también más frescas, a pesar del calor íntimo que generan. Sirven para que el miedo o enseñe o mate. A la mayoría lo mata y en el mejor de los casos confunde, mortal y moralmente. El miedo mata la mente habría leído en un libro de ciencia ficción de F. Herbert. El miedo se oye más fuerte, en las calles del hambre. Los ruidos de hambre, son rugidos. Clamores insatisfechos. Una sospecha de abismo asegurado al final que no innova el alma,ni el alma-naque, tanto menos las c-almas.

El pandemonio

Las efemérides fueron viajando bajo la mecedora como pasa la vida bajo la cuerda. Esta vez el ruido de la calle se trasladaba de un lugar a otro, iba fuera y dentro en un campamento de libre albedrío. El miedo es una libertad de acampamiento donde mejor sea recibido, y en uno está darle o no la bienvenida. En mi era un huésped común. Basta con ver a mi mujer recién levantada con crema de zombi en los carrillos y los rollos de tubos en la cabeza como moledoras para el cabello para que en ese instante el pavor helara la sangre y no hay un esposo desgraciado que no lo sienta así. Si lo expresara diferente,sería por cortesía,jamás por humildad…

Pasada el tiempo se hizo cuatro de la mañana. Un ruido de sirena rellenó el silencio sepulcral. La Av. Francisco Solano empezó a poblarse de indagadores y aventureros, de pordioseros y uniformados mixtos, de señoruelas y tránsfugas haciéndose pasar de respetables en tacón alto y con leotardo de panteras rosa y lycras de felino en vías de extinción. La marabunta de personas se hizo un hormiguero. Arribaron las asistencias, las enfermerías y los bomberos autorizados. Un pandemonio en un segundo. O sea, un difuso universo decadente,el Peyton Placesectorial, la Roma de Calígula versión Caribe en una cuadra de quemas humanas sin retirada.

Desde el balcón quedé en cinemascope, prima fila, tomando escenas pero sin guión ni cámara. Pensé usar el celular para grabar pero no me daban las manos, tampoco el ánimo de hambreado que de paso es igual al del malhumorado. Una corte fúnebre pero malandra. Algo indescriptible y mucho peor en Black and White, apareció como una exhalación desde la nada. Un escándalo de motos, balazos, aceleramiento de mono-rizados de baja cilindrada, el Pran-ato pleno de Catia, San Martín, la Charneca, Montalbán, el Paraíso. Una especie de feria de locos en medio de un madrugón bacanal que segundos antes era un cementerio de cruces muertas.

Marta pegó un brinco y empezó a temblar. Gritaba ¡ llegó el anticristo señor, perdonadnos!. Le tuve que dar un bofetón a media máquina y como que funcionó. Al final me arriesgué a la Marta-da, algo así como una de arañazos que terminan con ropa en jirones y mi piel rasguñada.El muerto de la procesión fúnebre, no llevaba la cabeza tapada iba como sentado en el féretro y el cabello cenizo se le movía como paja en el viento.De madrugada era un tipo drácula de Bram Stoker. Un leviatán redivivo floreciendo a la sombra de un inferno maligno peor de lo usual¿Quién es el actor fúnebre que trae la noche como recadosiniestro? ¿Será parte de la social, plena de perversos y pervertidos en línea general, que apoyan las maldades con pasión indigna. O simplemente es la sociedad, en onda de suciedad,que no se soporta a sí misma en sus bajezas y rarezas de las más despreciables índoles…?

La danza del infierno

Martatemblaba abrazada a mi regazo con el cachete rosado. Los drácula multiplicaron, también las balas y gritos rabiosos al tono surround marginal. La policía sólo se pudo ubicar al margen del lío. ¿En qué nos hemos transformado? ¿Cuán pantanalha transmutado el país desavenidos a la convivencia?Aunque fue con traje anti-fuego de bomberos, suponemos robado, un drácula ingenuo se prendió candela como un bonzo y rápidamente otros chupa sangres le rociaron extinguidores apaga llama. La desgracia no hizo esperar a nadie.

Un edificio cercano, con bombonas de gas en el aparcamiento, fue alcanzado por las llamas y estalló, llevándose por el medio una tapia,y varios carricoches que además explotaron sucesivo. Como era de esperar, las primeras víctimas, entre otras veinte,fueron el bonzo y los chupa sangres imbéciles con extinguidores pero ahora desmembrados.Marta se desmayó en mis brazos y yo me cacheteo para despertarme de la pesadilla. No hubo caso. La realidad siempre se despierta primero que lo engañoso…

La gente desorientada y aun sin creer lo que pasaba se replegaba entre humos y llamaradas huidas de la hornacina. Llamarle un fogón en la travesía no sería dramatizar. Los chamuscados corrían achicharrados con la cara del horror impresa en el tizón maloliente de la piel y todos sabíamos que la caída había llegado sin aviso ni protesto, y también supimos que contra la hoz del señor muerte, nada había ya que podría hacerse…

No sé si fue que me quedé dormido y amanecimos oliendo a humo y en el balcón como refugiados de Kosovo. Marta roncaba a sus anchas en mis piernas anestesiadas por su peso muerto del miedo y mi miedo ya había dejado de buscar donde esconderse. Iba en plenaria por todo el ser. Arrasando cada pedazo de mi pensar y cada migacinética de mis extremos. La física y la química del alma me estaban dejando solo, las del cuerpo estaban en huelga.Logré dejar a Marta recostada en el suelo con los cojines de la mecedora y me fui a ver el noticiero del tv y a colar como pude un café. El tenor celular y la energía estaban en échame. El échame con soberanos es una farsa que no paga dividendos, solo quita recursos y jode la paciencia. Es en dólares la calma.

En el tv las noticias eran en directo. En el tv pude ver el balcón de nuestro apartamento y el pelo de Marta alborotado sobre el piso. Pensé en que nos tienen pillados a todos. Mas nos vale no fiarnos de hacer lo indebido. No sabes quién te está poniendo el ojo en la llaga viendo desde ningún lado que sepas, a algún lugar que no quisieras. Fui de nuevo al balcón y el humo había cambiado el ámbito general. Estamos entre humos y nieblas con ceniza, recuerdo haber pensado. El día entero se suspendió todo en la urbanización. La noche fue extendida sin querer con las sombras de las nieblas y los gases de objetos quemados. El olor era penetrante y peligroso. Fuimos evacuados y terminamos ese día en un refugio para damnificados con carpa y todo. Kosovo y sus exilios no nos tomó tan de sorpresa. Sentirse un refugiado en tu propia casa era un asunto cotidiano y no solo por no tener cómo ir a gastar nada sino por lo peligroso que es trasladarse en un estado de paz en guerra, que es una nueva categoría de conflagración moderna, si se quiere entender así. Un país de supuesto equilibrio con la balanza de pagos desequilibrada y el animal que rige la economía como el peor de los desequilibrados, está frito. Desequilibrado, fuera de casa y un montón de vecinos en pijama junto con nosotros nos ponía en un estado de indefensión tan bochornoso como preocupante, y no cabría lugar para el miedo o la tristeza que por más de estar a solo un cruce de esquina no reaparece en tiempos donde hay que bailar con la fea. La cara fea y maltrecha de Marta me puso a no querer bailar nada con nadie, pero como ella siempre es la que sabe y tiene la razón de todo, no chisté ni chillé, ni dije pío cuando me puso cara de rabo adrede. Estábamos a quién sabe qué distancia de casa en casa de nadie, y sin nada de nada. Marta me formó un escándalo.

Ese día por la noche, luego de darnos de cena un tazón de fideo de pollo muy sabroso, nos echamos al catre de campaña gringo que resultó estar mejor que el colchón gastado donde Marta no gritaba más el gran ¡Ay dios! de la gran faena magistral en cueros. Esa vez me apretó fuerte y hasta me dieron ganas de lo que te conté, pero en lo que Marta me miró la intención, le dio un pescozón al eréctil, y allí acabó con la fiesta de los boludos. Ya con el señor bolas en sus calzoncillos de dormir, nos quedamos como un par de niños perdidos a la espera de sus padres, arropados y calienticos, hasta ver que pasaría al día siguiente.

Llegamos a casa tan boludos como nos dormimos pero más asombrados de cómo nos fuimos. Habían saqueado todas las casas del sector. En la nuestra nos dejaron solo las camas, lo único que odiábamos ambos. A decir verdad odiamos más a los ladrones por no robarse lo único que no importa en la vida, la cama marital. Luego de reírnos de la rabia nos fuimos a llorar de saber que estábamos vivos y nada indicaba que debíamos estarlo. Debíamos haber muerto calcinados en la mitad de un desastre inaudito creado por la estupidez de un tarado vestido de bombero. Pero allí estábamos vivito y coleando y en mi caso con ganas de irme a pajarear…

Aseamos lo que nos dejaron que fue casi nada. Llamamos a la familia para que nos prestaran enseres y víveres y ya para el segundo día la monotonía estaba en marcha de nuevo, solo que esta vez olía a humo y a muerte sin sentido y vaya que la muerte siempre tiene sentido aunque nos parezca injusta e insensata… Martame dio órdenes de que dejara las ganas en el baúl del miedo que siempre es una sombra anexa. Le hice caso y me puse a lo mío, hacerle oídos así fuera un disparate. Con el tiempo entendí las cosas que no debes olvidarte. Jamás te asomes al balcón cuando oigas un ruido de cretinos fúnebres, y nunca dejes que alguien más que el  sentido común de la mujer diga lo que debas hacer, pero no, cuando. A la semana del incidente la prensa del gobierno silenció el asunto y metió preso un gentío a los que quería echarle las culpas de lo acaecido por desgracia, pero todos sabían lo que era un facto. Pronto nos llegó la lección final. No solo te quemas en un país incendiado por imbéciles incapaces de apagar el fuego de una sociedad que se chamusca desde adentro por no tener cómo hacerle por afuera,sino que te quemas cuando el fuego que debe incendiar tu país no se suma dentro de uno o el sobreviviente obligado a renacer de las cenizas como un fénix pero con alas de papel…

Marcantonio Faillace Carreño

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