Hoy con la crisis económica, Maracaibo es la ciudad más impactada por los cortes eléctricos, la falta de agua y de gasolina, y la hiperinflación
El Zulia, antiguo paraíso petrolero, se volvió el símbolo de la caída de un país entero y Maracaibo la segunda ciudad de Venezuela, solía ser la más moderna cuando la producción petrolera era próspera.
Desde los grandes cortes nacionales de marzo de 2019, que pusieron a toda Venezuela en la oscuridad, el Zulia resultó ser el estado más afectado por la crisis eléctrica. Tal como lo reseña un reportaje del periodista Benjamin Delille para Radio Francia Internacional.
Según relata Delille, las autoridades impusieron un racionamiento forzado que dejó sin electricidad a muchos municipios del estado entre 6 y 12 horas por día. Es mucho más que en otras ciudades del país y especialmente más que en la capital, Caracas.
Una fuente anónima, extrabajador de Corpoelec, explicó el porqué Maracaibo está siendo tan impactada: «El Zulia es la cola del sistema eléctrico. Lo único que está funcionando en un porcentaje muy pequeño son máquinas hidroeléctricas que vienen del Guri».
El exfuncionario precisa que el Zulia tiene una demanda de cerca de 2.000 megavatios. De los 10 mil que se producen en el Guri, de la cual Caracas consume actualmente unos 2.000, entonces quedan 8.000 megavatios para distribuirlos en el resto de los 23 estados que quedan.
Lamentablemente al Zulia, que queda al final, le envía unos 300 o 400 megavatios, entonces al resto tienen que racionarlo.
Escasez de agua
La crisis eléctrica es solo uno de los muchos desafíos que enfrentan los zulianos. El acceso al agua puede ser el mayor reto para la mayoría de los marabinos.
Juan Berríos, coordinador de la Comisión de los Derechos Humanos del Estado Zulia (CODHEZ) aseguró que “si promediamos un poco la experiencia de toda la ciudad, los habitantes que reciben agua por tubería están entre los 20 y 25 días de suministro por apenas 12 o 24 horas. Pero ciertos sectores no reciben agua desde hace un año, seis meses o tres meses”.
En zonas como el barrio Raúl Leoni, urbanización La Victoria, al oeste de Maracaibo, los habitantes buscan maneras de encontrar agua. En las calles vacías por el calor sofocante, se ven mangueras conectadas unas a otras con cinta adhesiva y que van de casa en casa.
Yusmary Martínez (50), habitante de Raúl Leoni, dice que “acá estamos entre 20 y 30 días sin agua, pero eso sí, los camiones cisterna parecen enjambres de abejas para vendernos un servicio que debería llegar por los canales corrientes porque somos una zona consolidada”.
Lo mismo sucede al sur de la ciudad, en Los Haticos, que se las ven igual o peor de negras para acceder al vital líquido, ya que esto se vuelve un “sálvese quien pueda”, buscando otras soluciones en los diversos puntos donde no llega de manera uniforme en la parroquia Cristo de Aranza.
“El agua de tubería que nos llega viene de allá de la Circunvalación 1, son más de 50 metros de tubería que podemos ver aquí. Con esto nos surtimos esta calle y la otra que tú ves allá. Pero el barrio completo no se surte de agua”, manifestó Ernesto Villalobos.
Hospitales en crisis
Los hospitales de la ciudad enfrentan los mismos problemas. Para entrar, hay que pretender ser paciente porque militares vigilan de día y de noche quién entra y sale.
Complejos hospitalarios públicos como el General del Sur, Noriega Trigo y el Hospital Central, sus paredes están llenas de fisuras y huecos. Los pacientes deambulan en corredores sucios y en las habitaciones solo hay una pequeña cama y un lavamanos que ya no funciona.
Un médico acepta hablar con la condición de no dar su nombre. “Los pacientes compran los medicamentos, no hay agua, hay bajones seguidos. Los insumos médicos que llegan son mínimos, desde hace cuatro años no tenemos rayos X”, relata.
“Yo pensé alguna vez ir a trabajar con Médicos Sin Frontera y con la Cruz Roja internacional, pero me doy cuenta que estamos en las mismas condiciones que en un hospital africano estando acá”, comenta, porque frente a la crisis el profesional no quiere abandonar su puesto
Asegura que trabaja más por pasión y que gracias a su familia se puede aún sustentar. “Me mantienen. Yo estoy aquí gracias a una tía y un tío que todavía tienen trabajo y me garantizan comida y vivienda”, asegura que gana poco más del sueldo mínimo.
Las remesas o el hambre
Casi nadie puede vivir de su salario. La mayoría de los venezolanos depende de remesas enviadas por sus familiares desde el exterior o hacen emprendimientos informales. Sin esto muchos no podrían sobrevivir en la que ahora es la ciudad más cara de Venezuela.
Ezio Angelini, presidente de la Cámara de Comercio de Maracaibo, lo explica así: “Esto se ve porque somos estado fronterizo, por los costos de traer la mercancía de afuera, de Colombia».
«Se conoce que más del 60 % de los productos que hoy conseguimos en el supermercado son colombianos. El ejemplo más grave son las medicinas. Si tú vas a una farmacia, el 70 % de los productos de la farmacia son colombianos. Si nosotros no tenemos productos colombianos, no nos curamos, no resolvemos”, asegura.
El resultado es que la inflación de Maracaibo es más alta que en el resto del país, porque el bolívar está siendo reemplazado por las divisas extranjeras.
“Esta dolarizada la economía en más de un 90 %. No es que te dan un billete sino que está dolarizado. Quiere decir que si tú compras hoy algo, un café, pagas un dólar a la tasa de cambio del día. Es la única forma que tiene el negocio para reponer inventario, para controlar la inflación, para poder sobrevivir”, aclara Angelini.
En el centro de la ciudad, en el mercado Las Pulgas, antes, uno de los mayores de América Latina, es ahora el lugar donde se venden en negro todos los productos de Colombia. Los antiguos locales están cerrados y todo se vende sobre mesas en la calle, donde no se cuenta con la refrigeración necesaria para alimentos como la carne.
La mayoría de los comerciantes tienen otro trabajo para llegar a fin de mes, como José González, carnicero. «Yo trabajo de vigilante y mirá, tengo que bandearme para emparejar la cosa, porque un solo palo no hace fogata”, cuenta.
Cualquiera no logra multiplicar los empleos para sumar un salario que les permita solo comer, si no tienen familia afuera, que les envíen remesas, “pasan aceite”.
“Uno de cada cuatro hogares de la ciudad no desayuna, tres de cada 10 hogares de la ciudad no cena. En el desayuno y en la cena básicamente lo que se consume es arepa, yuca y queso. Y en el almuerzo se consume sobre todo arroz y pasta con lentejas cuando llega el CLAP”, denuncia Juan Berrios, coordinador del CODHEZ.
Baja producción
Al consultar a históricos actores de la ciudad miran hacia el Lago y los pozos petroleros como la razón de tanta miseria. La mayoría están hoy abandonados y todos recuerdan con añoranza la época en la que ayudaron a forjar una de las ciudades más modernas de Venezuela.
“Maracaibo llegaba a producir 1,5 millones de barriles diarios”, recuerda Ezio Angelini, de la Cámara de Comercio. “Nosotros somos una ciudad netamente petrolera, hay que reconocerlo. El turismo de nosotros era un turismo petrolero. Y la producción empezó a bajar, a bajar, y creo que en este momento está alrededor de 250 mil barriles diarios. O sea se generó un desastre total”.
Una desolación se nota en el perímetro industrial del Zulia donde se encuentran las centrales termoeléctricas abandonadas y también las instalaciones petroleras que siguen funcionando con lo mínimo.
Fuentes estiman que la principal refinería del Zulia está en un 30 por ciento operativa, además en estado de casi abandono. La industria se ve oxidada.
El ex funcionario de Corpoelec, que habla bajo anonimato, asegura que el Estado venezolano no tiene los recursos para rescatarlas en el corto plazo. Añade que los ingenieros que podrían repararlas prefieren no trabajar para el Gobierno.
“Hay muchos profesionales que se han ido de Corpoelec, primero, por los bajos salarios que tienen; segundo, por el temor que te pongan preso, porque si estás en un cargo de cierta relevancia, te van a acusar de cualquier cosa que ocurre en el sistema», explica.
Además añade que “tengo un amigo allí que tiene prohibición de salida del país por el apagón que ocurrió, donde a él se le acusó de ser golpista. Entonces nadie quiere estar en estos puestos, porque inmediatamente vas a estar acusado de que hiciste sabotaje”.
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