Yo pensaba escribir sobre otro tema, pero acabo de ver un video en Twitter, comentado con dolor por la periodista Idania Chirinos, que me dejó perpleja y con una tristeza infinita: la policía peruana, en una suerte de cayapa, despoja a un muchacho venezolano de una caja de chocolates que tenía para vender y que constituía su única fuente de ingreso.
Mientras está rodeado por los agentes, el joven declara a un canal local que no es la primera vez que lo detienen. Asegura que no es un delincuente. Con educación entrega sus papeles. Se queja amargamente de que la vez anterior, el policía que lo abordó le mentó la madre. No los conté, pero los agentes rodeaban al venezolano eran muchos. No sé cuántos policías se necesitarán en Perú para detener –o para pedirle los documentos- a un muchacho desarmado que no le estaba haciendo daño a nadie.
Y pienso en las decenas de miles de peruanos que llegaron a Venezuela en la misma situación que hoy los venezolanos llegan a Perú. ¿Será que la policía venezolana los trató así?… A lo largo de años conocí a muchos peruanos que vivían aquí y nunca alguno de ellos se quejó de que la policía los hubiera maltratado de esa manera. Y si lo hizo, mal hecho. Pero no puedo dejar de sentir esta aflicción profunda por mis compatriotas que en busca de las oportunidades que no existen en Venezuela, se encuentran frente a frente con la xenofobia y en este caso particular, encima, con el abuso de poder. Es mucho con demasiado.
No puedo dejar de reconocer que de Venezuela también ha emigrado la delincuencia. Estuve hace poco en Chile y otros venezolanos nos dijeron que muchos de los carteristas que pululan por Santiago a horas pico, por desgracia, son venezolanos. Los reconocen porque van en moto, en parejas… igual que aquí. Pero el prejuicio es dañino. La mayoría de quienes se han ido de Venezuela son personas trabajadoras que agotaron todas sus posibilidades antes de agarrar camino, camino que muchos hicieron a pie. Ya hace casi doscientos años otros venezolanos llegaron a Perú para liberarlos. Pero ni eso nos reconocen… allá dicen que el Libertador es San Martín.
En fin… tenía que desahogarme. Espero que quienes nos causaron este daño paguen por sus crímenes. Yo no los perdono. Tengo un dolor de patria que no me lo quita nadie.
Carolina Jaimes Branger
@cjaimesb