Ser consecuente con el pensamiento propio implica tener coherencia entre eso en lo que se cree y lo que se hace. Entre la prédica y la acción. Eso es lo que hace al hombre íntegro.
La integridad, como sustantivo o como adjetivo, es una palabra que puede ser empleada en cualquier oración que se refiera a personas comunes, pero nunca en el caso de algún dirigente político de las filas del chavismo que a estas alturas no haya dado la más mínima demostración de rectificar su decadente proceder. No es posible pensar que, después de todo lo que ha ocurrido, todavía exista un seudo dirigente político que no esté claro del daño que le hacen al país y a su gente apoyando a quienes han causado la tragedia social más grave de nuestra historia republicana.
Esta semana vimos cómo la Asamblea Nacional volvió a recibir a los diputados del PSUV electos en 2015. Ahí regresaron, con su cara bien dura, con indignidad pero orgullosos de ser corresponsables de cada día que pase con Maduro en el poder y los ciudadanos sufriendo. Ellos son precisamente el ejemplo del hombre indigno, de quien dice una cosa y hace otra. Después de despotricar de la AN, ahora vienen a sentarse en sus curules. A pesar de haberla acusado de ilegítima por haber incurrido en un supuesto desacato que ellos mismos se inventaron en su mente. Volvieron porque perdieron la batalla que quisieron librar contra la única instancia de gobierno legítimamente reconocida por el mundo democrático.
Quisiera saber qué piensan esos diputados. Me gustaría estar en su mente aunque fuera por unos segundos, para buscar la lógica que debe tener para ellos el haber negado todas las propuestas que desde 2015 se hicieron, desde nuestras filas, para darle solución a los problemas más sentidos de los venezolanos. ¿Cuánto drama hubiéramos evitado a las familias que han debido despedir seres queridos por no tener insumos para cuidar su salud?; ¿cuántas despedidas habríamos impedido de venezolanos valiosos que han sido obligados al destierro?; ¿cuántas asesinatos no se hubiesen ejecutado si al parlamento se le hubiera reconocido su competencia de control a los poderes públicos, tal como lo establece la Constitución?. En fin, mucho menos grave sería hoy el dolor, la desidia y la miseria en que vive Venezuela. Pero para ellos prevaleció, prevalece y seguirá prevaleciendo lo político por encima de lo social. Sus intereses, sobre los de todo el país.
Ahora regresan con el rostro descubierto y la frente alta, aún cuando la moral no está de su lado. La perdieron. A continuar su show politiquero y a fingir demencia frente a la responsabilidad de ser quienes acompañaron el descalabro político más agudo del hemisferio occidental. No podrán ver a la cara a sus hijos para explicarles cómo los libros de historia mancharán sus nombres y los vincularán a los crímenes más horrendos de la historia venezolana.
Nos corresponde convertir esta pequeña victoria en la gran derrota que significa para la política y la estrategia chavista. Decirle al mundo que todos estos años en que pretendieron poner sobre los hombros de una institución nula de nacimiento, como lo fue la constituyente de la indignidad, fueron en vano para sus objetivos y de sufrimiento para los venezolanos. No lograron sus objetivos y esta vez no será “por ahora”, sino para siempre, porque su derrota se aproxima y su fin está cada día más cerca.
Sean bienvenidos de nuevo al legítimo y reconocido parlamento nacional. Ahora les va a tocar bailar al son de la mayoría parlamentaria. Tomen sus anti alérgicos en altas dosis. Ahora les va a tocar lidiar con eso a lo que tanto miedo le tienen: la democracia, la voluntad de las mayorías.
Miguel Peña
@MiguelPenaPJ