La dirigencia de Acción Democrática ha venido sosteniendo reuniones con las diferentes corrientes del PSUV. Con Nicolás Maduro y con Diosdado Cabello. No es un salto de talanquera, pero sí representa un viraje en su conducta. Las explicaciones que se le dan a esta evolución son variadas, distintas, pero pudieran resultar complementarias.
Hay quienes sostienen que AD busca posiciones en los poderes públicos cuya designación depende de la Asamblea Nacional. El partido blanco se estaría adelantado así a sus aliados de la Mesa de la Unidad, en particular a Primero Justicia, para el momento en que se abran las negociaciones formales sobre la designación de los nuevos miembros del Consejo Nacional Electoral, Tribunal Supremo y Contraloría. Por lo demás, AD es considerado como un partido que depende más, para su existencia, de la presencia en las instituciones del Estado que en la sociedad civil.
Otros adelantan, como explicación a la nueva conducta de AD, que “el partido necesita diferenciarse” de su rival, Primero Justicia, y que un acercamiento con las políticas de signo popular del gobierno de Chávez pudiera ser el camino para marcar un contraste entre “una oposición popular” y “una oposición aristocrática”. En AD se considera que el PSUV nunca será vencido por un liderazgo “de riquitos y petimetres”, y que “sólo Acción Democrática” puede encarnar una alternativa popular frente al chavismo. El próximo candidato presidencial tendría que provenir “inevitablemente” de sus filas, dicen. La condición de interlocutor privilegiado sobre el tema de los presos y la decisión del CEN de AD de integrarse al debate constituyente y sobre las comunas lucen como situaciones e iniciativas concertadas con el gobierno, que facilitarían el re encuadre buscado.
Al mismo tiempo, AD ha tomado una iniciativa propagandística (las cuñas “Vente pa’ tu casa”) destinadas a revalorizar su período popular, el AD de Juan bimba, aquellos tiempos lejanos cuando Rómulo Betancourt decía que estaba “con las clases explotadas, con el camisa-de-mochila, con las peonadas de los hatos, con los siervos de los latifundios”. Pero la operación de diferenciación de AD no es sencilla, no sólo porque está marcado por su propia historia y sus conductas concretas como partido gobernante que lo alejaron de lo popular, sino que además PJ le ha tomado la delantera en el terreno del marketing político, al adoptar un discurso popular y al aceptar las misiones.
En realidad, lo que estamos presenciando son operaciones paralelas de mimetización que no obedecen a un análisis crítico del pasado ni a una reflexión profunda sobre la articulación del Estado con los intereses de clase que existen en nuestra sociedad y con los centros de poder internacionales. Se busca facilitar la fuga de electores chavistas descontentos, sin que se produzcan reformas internas ni una renovación del programa de los partidos ni de su pensamiento.
Por otra parte, AD no se diferenció de PJ en el momento del reconocimiento de los resultados electorales. Ambos partidos coincidieron en la misma actitud, y también en la posterior denuncia de “ventajismo”, presionados por los sectores radicales. El problema es que muchas veces se confunde “maniobra política” con “redefinición estratégica”. Se parece, pero no es lo mismo.