Las fake news se alimentan del caos #24Sep

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El miedo se construye a partir de hechos objetivos y subjetividades. En Venezuela, la alta tasa de criminalidad y las violaciones de derechos humanos son un sustrato efectivo para usar el temor social como herramienta de control.

Florantonia Singer

Habían pasado unos días de la juramentación de Juan Guaidó como presidente encargado. En medio del sopor de enero, Venezuela volvía a encenderse con parte de la dirigencia opositora en protestas callejeras. Comenzaba un nuevo intento por cambiar el régimen de Nicolás Maduro, después de años de desgaste, detenciones arbitrarias y asesinatos de manifestantes, graves violaciones de derechos humanos, en medio de la peor crisis que vive el país.

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En ese contexto, la noticia falsa sobre un grupo de 30 o 40 jóvenes, menores de edad, estudiantes de colegios privados, que fueron reclutados por funcionarios del Servicio Bolivariano de Inteligencia, y en otras versiones por las Fuerzas de Acciones Especiales de la PNB, en un camión de la Guardia Nacional y llevados hasta un comando en Maracaibo encontró la incertidumbre y el miedo necesarios para germinar.

La fake news corrió en las redes sociales como un audio. Hasta la tuiteó sin verificar un diputado de la oposición de uno de los estados del sur del país. Después de años de horrores ciertos que engrosan el expediente del régimen de Maduro, la verosimilitud de esta noticia falsa era suficiente para instalarse en la mente de los ciudadanos, justo de lo que se vale esta herramienta, que tiene orígenes en la propaganda de guerra, y que se ha convertido en un fenómeno cuya masificación e impacto son hoy una preocupación mundial.

De esos relatos con un sustrato de posible verdad se compone el miedo social, uno de los catalizadores de las fake news.

“La construcción del miedo se hace a partir de hechos objetivos y de subjetividades, de los relatos que grupos de personas que se cuentan entre sí, que se alimentan de historias en los medios de comunicación y en las redes sociales, que tienen que ver con los grandes miedos sociales y con un otro amenazante. Estos tienen eficacia, porque son verosímiles, porque hablan de gente que comparte un estilo de vida con uno. Actualmente, en Venezuela, en medio de la crisis que se vive, se han multiplicado las fuentes de miedo, pues se identifican tantos otros amenazantes, desde la policía, los colectivos y los delincuentes, hasta que se vaya el agua o la luz”, explica la socióloga e investigadora Verónica Zubillaga. Y esas fuentes son tan reales que generan un repliegue en la población.

La periodista María Carolina Quintero de VPI atajó la noticia de los menores de edad reclutados en un grupo de Whatsapp del que forma parte, en el que se intercambian medicinas y se informa de cómo están las colas para cargar combustible en la ciudad. Un miembro aseguraba que conocía a los familiares de la víctima. Como si fueran pruebas, corrían fotos de los supuestos detenidos en los camiones militares, pero en realidad las imágenes correspondían al año pasado, cuando tuvieron que habilitar estos vehículos para paliar la grave crisis de transporte en Maracaibo. Quintero pidió el contacto, hizo un rastreo. No era esa la persona sino una vecina de esta que no tenía el teléfono. Aseguraba que había ocurrido en el sector San Jacinto, en el norte de la ciudad. Fue hasta el sitio y esperó a la supuesta familia afectada.

“Cuando le pregunté por lo ocurrido me dijo que no era ella, sino que la escena se la había contado una amiga, cuya señora de servicio tenía un sobrino al que le pasó. Luego de eso pasé largo rato explicándole a la comunidad la importancia de no hacerse eco de lo que no se tiene certeza”, cuenta Quintero. La noticia fue desmentida por el portal El Pitazo. La Comisión de Derechos Humanos del Zulia también debió señalar que no había reportes de tal situación.

Hay hechos objetivos que le dan poder a esos relatos falsos que se anclan en la situación de inseguridad que vive el país, destaca Zubillaga. Venezuela tiene la tasa más alta de homicidios de América Latina, un número alto de muertes en manos de policías (un tercio de los homicidios totales) y una normalización de la violencia que también se ejerce desde el Estado. Más de 2.000 detenciones arbitrarias ha contabilizado el Foro Penal Venezolano en lo que va de 2019. El tejido social está roto. Las fake news encuentran en la percepción generalizada de caos e inseguridad terreno fértil.

Cadenas que relatan que hubo una reunión de seguridad en tal empresa o ministerio, en la que acordaron difundir tips que llevan a la gente a evitar ir a sitios, no abrirle la puerta a nadie, acelerar y huir ante el encuentro con un delincuente, si bien pueden ser consejos de precaución en el fondo son mensajes alimentan el miedo.

A estos se suman los mensajes que denuncian supuestos modus operandi de la delincuencia, usados para extorsionar, o de funcionarios del gobierno para inspeccionar residencias y perseguir opositores, son parte del relato que ayuda a construir la percepción de amenaza permanente, aunque carezcan de precisión, tengan mensajes contradictorios e incluso sean mensajes repetidos en otros países y desmentidos por sus policías.

La desinformación en sí misma es un perro que se muerde la cola. “En la medida que las sociedades tienen menos acceso a informaciones oportunas e independientes, se abandonan los espacios y lo ocupa esta estructura paralela de noticias de información, que terminan compitiendo por el tiempo de la gente, con la característica de la espectacularidad y el anonimato. Los fake news son herramientas tremendamente oportunistas”, explica Alberto Ray, consultor de estrategias en gestión de riesgos, que ha estudiado este fenómeno.

Para el analista, sin embargo, hay de diferenciar tres niveles en este tipo de informaciones. Primero, sí hay gente que está extorsiona o estafa por Whatsapp, hay delitos cibernéticos, pero quizás no de las formas y proporciones que alertan algunas cadenas. El segundo nivel lo identifica como la criminalidad 2.0.

“Hay bandas criminales para las que mostrarse con armas y dinero a través de redes sociales es importante. Habla de la irreverencia frente al orden y al Estado, y al mismo tiempo, como terminan viralizándose, se convierten en medios para el control y el sometimiento social. Es una herramienta que explota el régimen venezolano y le da un uso político”. En tercer lugar, Ray coloca los audios que construyen situaciones de peligro que parecen real con el objetivo de crear rumores, como globos de ensayos para prever comportamientos. “Así funciona la contrainteligencia rusa y cubana”.

Así, la tarea de tamizar las informaciones se parece más a separar la paja del trigo, apunta Ray, más aún porque se trata de un enemigo sin rostro.

“Hay varias agendas con el tema de la violencia. Por un lado, mostrar cómo estamos perdiendo el Estado y por otro, las que tienen más que ver más con el terrorismo. Sin duda, en nuestro país hay una guerra no convencional y uno de los campos de batalla es el de la información y las noticias. Este no es un país normal en que las capacidades de autorregulación de las redes sociales permiten identificar lo falso. En Venezuela estamos operando en los bordes, no se sabe cuál es la causa que genera tal efecto”. Además, la denuncia en redes sociales se ha masificado porque no hay confianza en los órganos de seguridad, y esto también hace que la violencia se convierta en espectáculo.

Las fake news son parte de la nueva contemporaneidad que ha moldeado la globalización, en la que la sociedad está llena de palabras pero carece de conceptos y referencias, señala el investigador. Son fenómenos, agrega, que no requieren de planificación central y usa un símil del cerebro para explicarlo. “No hay que poner de acuerdo a 100.000 personas para que lo crean, basta que tenga unos rasgos de verdad para que se propague. Por ejemplo, el cerebro tiene 100.000 millones de neuronas, y no todas se activan para tener una idea. Si tienes una lo suficientemente potente esta puede controlar y copar al resto. Eso es lo que hace posible que 6.000 u 8.000 personas puedan terminar ganando la batalla de la opinión pública”.
Otra característica es que operan fuera del equilibrio, como una cualidad antifrágil que el autor Nassim Taleb definió para describir los sistemas que se fortalecen en medio de la incertidumbre, los choques, errores, fracasos, como especies de modos de la supervivencia. Es decir, puede que una fake news se desinfle rápido, pero da paso a otra, y a juicio de Ray, sacan energía del caos: mientras más turbulenta y opaca más poderosa se hace esta herramienta.
Como todo fenómeno de la percepción es complejo y no tiene una aproximación simple.

“Sin duda hay grandes laboratorios de construcción de tendencias. El caso estrella de las fakes news es el de la intervención de Rusia en las elecciones de Estados Unidos. En sociedades como esas, donde la gente cree en la institucionalidad, la gente tiene pocas defensas y el poder que tienen las fake news puede ser mayor. En Venezuela, de alguna manera estamos acostumbrados a las mentiras, tenemos una duda de antemano. Pero por eso uno de los grandes retos como sociedad será volver a recuperar la confianza a un nivel mínimo necesario para la cohesión”.

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