El acuerdo denominado “diálogo alternativo” que fue firmado en la Cancillería por Cambiemos, MAS, Avanzada Progresista y Soluciones, no tiene una significativa representación en la legítima Asamblea Nacional, por cuanto sus parlamentarios apenas suman ocho.
De ellos, 6 son de Cambiemos y dos de Avanzada Progresista.
A estos habría que agregar 2 de Pro Ciudadanos y los 52 del PSUV. De esta forma el régimen tendría 62 diputados.
Al mismo tiempo, la oposición que llevó a la cámara 167 en la fórmula de la Mesa de la Unidad Democrática, mantiene la fuerza principal, discriminada de la forma siguiente:
Primero Justicia: 29
Acción Democrática: 25.
Voluntad Popular: 18.
Un Nuevo Tiempo: 15.
Vente Venezuela: 2.
Los firmantes que se califican como “oposición moderada”, pero que la oposición ha señalado como partidos hechos a la medida del régimen, plantearon como primer punto la reincorporación del Gran Polo Patriótico a la Asamblea Nacional.
Sin embargo, ninguno de los miembros del PSUV que conforman la mayor parte de ese “polo” se han reincorporados al Poder Legislativo, del cual se separaron cuando el Tribunal Supremo de Justicia lo declaró en “desacato” que al decir del diputado Stalin González, segundo vicepresidente de la cámara, es un “invento”.
Porque el desacato viene siendo el delito de desobediencia en materia jurídica. Y esa figura la utilizó el TSJ cuando la cámara admitió a los tres diputados indígenas, que habían sido proclamados y juramentados por el Consejo Nacional Electoral, pero fue luego ese tribunal los suspendió por el presunto delito de haber ganado sus curules mediante prácticas irregulares. Sin embargo, ya va a terminar el período legislativo y todavía no ha habido un pronunciamiento que demuestre la culpabilidad de los diputados que de haberse instalado habrían establecido la mayoría absoluta del Poder Legislativo.
De modo, pues, que el acuerdo del régimen con los cuatro partidos minoritarios lo que ha hecho es dejar muy mal parado a Nicolás Maduro ante la comunidad internacional, ya que no puede engañar que al quedar cerradas las negociaciones en Barbados, auspiciada por Noruega, nadie puede creer que hay una oposición que quiera dialogar, sobre todo porque esa minoría es tal que no representa a un sector de la población.