El paisaje se extiende libremente sobre el campo, de la misma manera infinitas son las lejanías, la aurora, el mar y el cielo no tienen barreras que les impida extenderse. No tiene puertas que le impidan al pensamiento del hombre llegar a donde quiera ni volar libremente por su cielo sin cadenas.
El pensamiento es ese caudal inigualable, propiedad del ser humano en su íntima manera de pensar, ni siquiera puede tiranía alguna evitar que dentro de la mente de un esclavo bulla su pensamiento libremente.
De puertas está el mundo lleno, no solo estas tienen un significado material, también se les identifica con la parte espiritual del hombre. Se destacan dos, las más cruciales: la primera entrar sin inconvenientes a la vida a través de la madre y la segunda y última es traspasar con la muerte los dinteles del mundo hacia la eternidad.
La puerta no es solo el agujero que se hace para entrar y salir por él, existen en el mundo muchos lugares con ese nombre; la puerta de entrada al matrimonio es una de tantas.
Hay un lugar que guarda la historia de las Termópilas o «Puertas calientes» donde en el estrecho paso, Leonidas venció a Jerjes en una sangrienta batalla (400 a. DC).
Existe en Toledo (España) la Puerta del sol, magnifica edificación, encanto y orgullo de los españoles, puerta a la que el sol al entrar da besos de sol en la mañana y un beso antes de terminar la tarde.
En honor al nacimiento de esta autora su columna desde hace veinte años se llama «Por la puerta del sol».
Lo sentidos del ser humano son sus puertas físicas, principales auxiliares en la lucha por la vida, puertas herméticas son las del hombre ciego, bendecido con la percepción de ver mejor desde su oscuridad los colores del alma y la intuición desarrollada como haz de luz en su camino.
Otras puertas son las que al tocarlas se abren de par en par dando paso al hombre que pasa hasta el vergel de los uveros para disfrutar su sumo cuando la amistad es verdadera. Hay las que se tocan en busca de trabajo y no se abren. Cuando urge un crédito las bancarias no se abren y si se abren los requisitos representan un verdadero calvario aunado a los intereses criminales, el viejo no tiene acceso a los préstamos, su edad no es garantía de pago. No hay puerta que se abra en emergencia de salud, de vida o muerte, si por delante no va el dinero.
Si el amigo que fue tan bueno cae en la desgracia es despreciado porque su estrella dejó de brillar. El dinero corrompe los sentimientos del hombre, siendo esta la más rara de las puertas, sin dinero las puertas de clínicas, consultorios y atenciones al público están cerradas. La única puerta abierta que le garantiza entrada segura al hombre es la de la muerte.
La de las prisiones es una de las más tristes abierta para confesos y no confesos. Es la peor de las puertas donde con complicidad externa dentro del mismo penal existen grupos de poder que someten, además que quien entró por un delito menor, lo mezclan con los peores y cuándo sale si es que no sale en una urna, encuentra todas las puertas cerradas. He allí el por qué de la frase de Simona Wes «El gran enigma de la vida del hombre en las adversidades no es el sufrimiento sino su angustia».
Es puerta de fe nuestra iglesia por la que transitamos desde el Bautismo hasta la muerte.
Para los hijos nunca estarán cerradas las del hogar, dulce hogar.
En este mundo de puertas infinitas si no se aprende a conjugar el verbo de la humanidad, difícilmente se cosecharán frutos y ante esa disyuntiva es preferible ser leña que humareda.
Amanda Niño de Victoria