#Opinión: Economía al servicio de la política. Por: Diego Lombardi

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La “irreversibilidad de la revolución” continúa en la agenda. La estrategia se mantiene, avanzar en lo que se pueda, y dilatar en aquello que genera rechazo. La gran duda es hasta cuándo se podrán dilatar algunas acciones claves para la consolidación del modelo que se quiere implantar, tomando en cuenta la disminución del margen de maniobra política ante la disminución del margen de maniobra económica. Una vez más, Economía y Política se cruzan en el camino, en las circunstancias actuales con la primera marcándole la pauta a la segunda de hasta dónde puede llegar (por ahora).
El país se encuentra en una situación económica delicada, cuando se analiza desde la perspectiva tradicional. Unas reservas internacionales en franca caída, desde el 2008 han disminuido en 40%. En materia cambiaria, la presión es evidente, ha habido un exceso de demanda de divisas producto, entre otras cosas, del gasto desmedido en importaciones (tan solo el tercer trimestre de 2012 se importaron más de 13.000 millones de dólares, aproximadamente lo mismo que se importó durante todo el año 1999). Hoy más que nunca el país se ha convertido en una economía de puerto. Adicionalmente, el endeudamiento y los compromisos internacionales aparecen como una restricción adicional. Todos los elementos anteriores inciden sin duda en presiones inflacionarias, que es al final de cuentas como llega reflejarse la teoría económica en la vida cotidiana de la gente.
Pero no basta con analizar el contexto anterior desde la óptica tradicional. La realidad es que Venezuela se ha convertido en un país pobre con un Estado rico, donde la principal política económica es crear dependencia. En la medida que se destruye el aparato productivo nacional se hace más necesario para las personas tener que pasar por las redes del Estado, condicionando así el acceso a los bienes y servicios en función a cierta “lealtad” política. Desde este punto de vista el Gobierno Nacional ha sido exitoso, ha logrado estructurar un sistema económico de dependencia, donde la decisión individual deja de ser una posibilidad, se consume lo que hay y, más adelante en algún momento, lo que provea el Estado exclusivamente.
Esta política económica, o economía al servicio de lo político, es débil y arriesgada en la medida que depende de factores sobre los que no se tiene control, tal como lo es en especial el precio del petróleo. De ahí la urgencia de afianzar las instituciones de control político, debilitar las instituciones democráticas de la descentralización, y desarticular cualquier intento de organicidad que pueda frenar los avances del modelo socialista/comunista.
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