El acercamiento entre la corriente del régimen de Maduro y la Asamblea Nacional (AN), encabezada por el presidente (E), Juan Guaidó, propiciado por el gobierno de Noruega e iniciado hace unos meses en Oslo, hoy continúa en la isla caribeña de Barbados.
Dicha instancia ha sido objeto de las más duras críticas de parte de miles de venezolanos que sienten que entablar una relación de cualquier tipo, ya sea política o diplomática, con quienes han sido abiertamente señalados por el mundo como violadores de derechos humanos, es un acto de inocencia o de traición a quienes han sacrificado tanto en la lucha por la libertad de Venezuela. Por ese tipo de señalamientos, es nuestro deber decir las cosas que, aunque a veces no quisiéramos escuchar, todos debemos saber.
Se ha dicho que “con criminales no se dialoga” y que “quienes están tan comprometidos en la dictadura no van a negociar su salida”. Hemos escuchado aseveraciones descarnadas de cuáles han sido los cargos, los montos en altas cantidades de divisas, las prebendas y las concesiones que supuestamente se han hecho y prometido las partes representadas en esos encuentros.
Ahora bien, ¿cuál es la realidad de lo que está pasando en esos contactos entre los representantes de Maduro y Guaidó? Los venezolanos quieren saber si se está negociando o se está dialogando y sobre qué versa esa negociación o ese diálogo. Así que haremos el análisis con base en la confianza que debemos tener en Guaidó, quien ha liderado este proceso al punto de poner al régimen contra las cuerdas y someterlo al escarnio mundial por prácticamente ser calificado como violador de derechos humanos por la Organización de Naciones Unidas (ONU) en el informe de Bachelet, del cual ya hablamos en nuestro escrito de la semana pasada.
El diálogo es entendido como la acción en que dos o más partes se comunican verbalmente para lograr resolver alguna circunstancia, en este caso un conflicto. Por otra parte, la negociación se trata de aquel proceso en que dos o más partes acuerdan resolver una circunstancia, cediendo en algunos puntos mientras que se asegura proveerse para sí algunos otros aspectos. Es decir, la negociación impone la necesidad de soltar algunos intereses a cambio de garantizar otros. El diálogo, al menos en términos políticos, por su naturaleza, implica llegar a acuerdos que permitan destrabar una situación a la cual no se le ha conseguido solución y se pueda establecer una gobernabilidad y cohabitación de los factores implicados. Ahora, por el contrario, cuando se negocia, obligatoriamente se hace en términos que permitan lograr la salida de lo que se encuentra bloqueado o estancado y poner fin a un momento que no puede seguir extendiéndose en el tiempo ni espacio.
Guaidó lo ha dicho hasta el cansancio: lo que existe es una negociación sobre los términos en que debe darse la salida de quienes usurpan el poder. En otras palabras, así como estamos no podemos seguir y definitivamente hay que abrir otro escenario. No hay nada que dialogar, es claro y tácito que aquí no se está buscando cohabitar con quienes tienen al país sumergido en esta tragedia. Por supuesto, existen aquellos que cuestionan también la negociación. Pero deben saber que, más allá de lo que nuestro dolor y nuestra desesperación por no lograr resultados inmediatos nos haga pensar, hoy negociar no solamente representa la salida menos costosa y trágica para los venezolanos, sino que además luce como la más factible de las alternativas de resolución de una trama que no termina de desenlazar.
Existen vías alternas planteadas por quienes más sangre quieren ver correr (obviamente sin estar dispuestos a que sea la suya), pero parecen ser salidas poco probables de gestarse, al menos no con la participación de los aliados internacionales que hoy han logrado niveles de presión sobre Maduro que hace unos años atrás, eran impensables. Por tal motivo, con la venia de países que tampoco sospechamos podían pedir que se resolviera nuestra crisis, tal como Rusia y China, ahora las negociaciones se aprecian en otra perspectiva.
Sin embargo, no se está apostando todo o nada al resultado lo que se logre o no negociar, porque bien clara ha sido la AN al avanzar en la discusión para la reincorporación de Venezuela al Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) y se ha dicho que por una vía o la otra, vamos a devolverle a nuestro pueblo el derecho a vivir en paz y a ser libre.
La negociación de Barbados es parte del plan que el parlamento y Guaidó vienen anunciando: jugar en todos los tableros o el “todas las opciones están sobre la mesa”, que tanto hemos escuchado y si el tablero o el escenario que más rápido se puede abrir y menos sufrimiento le va a causar al país pasa por sentarse a negociar, pues toca tragar grueso para lograr los objetivos de manera pragmática y conseguir que seamos libres nuevamente.
Para finalizar, cierro con una frase de un gran amigo y conocedor de la materia política y del análisis de esta ciencia, a quien prefiero dejar en el anonimato para no exponerlo a las rabiosas fieras que no conciben los criterios diferentes a los suyos: “Guaidó está haciendo un trabajo que, por ahora, le va a costar el detrimento y la critica de quienes en su humano desespero no logran entender de qué se trata, pero cuando produzca los resultados que sabemos producirá, diremos ‘con razón las cosas se dieron así’ y entonces lo entenderemos”.
Miguel Peña
@MiguelPenaPJ