Para recordar:
“Jesús respondió: Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo…”
(Juan 18:36)
Una de las razones por lo cual Jesús, el Hijo de Dios; dijo que su reino no era de este mundo, fue porque, efectivamente, su reino no era de este planeta, sino celestial. Vino del cielo (Juan 3:13), se humanó, pero se devolvería después de morir por nosotros y resucitar (Juan 1:10-12,18; 1ª Pedro 1:18-20, Mateo 17:23; Mateo 27:63).
Por otro lado, Venezuela no escapa de una situación similar, con respecto a los reinos terrenales, y parecido en toda época, hay quienes dicen: “…comamos y bebamos que mañana moriremos” (Isaías 22:13; 1ª Corintio 15:32). Esto lo repiten porque no creen en Cristo, ni en la resurrección de los muertos, sin darse cuenta que con Jesús está asegurada la resurrección, de todo quien “en Él cree” (Juan 3:16; Juan 11:25; 1ª Tesalonicenses 4:17). Tal vez por ello, muchos están aferrados a la otra Venezuela o a este mundo.
Mientras algunos están enterrando a un ser querido, en la otra Venezuela hay quienes están haciendo una fiesta; mientras se siguen haciendo largas colas para colocar gasolina, en la otra Venezuela pasan miles de carro con su tanque “full” (lleno), 50%, que numerosos manejan con cierto aire de grandeza, como si no fuera con ellos, o en la otra Venezuela hay quienes no les importa pagarle Bs 2.000 y presuntamente hasta cinco dólares, al bombero, en componenda o no con las autoridades del orden, para llenar el tanque.
Mientras a unos, los cajeros bancarios nos dan numerosos billetes de 20 (ya en desuso) y de 50 bolívares del actual cono monetario, en la otra Venezuela hay quienes cuenta montones de billetes de 20, 50 o 100 dólares.
Apenas algunos pueden celebrar un cumpleaños con agua y cambures; en la otra Venezuela hay quienes llegan a una isla en avionetas, helicópteros, celebrando, comiendo, bebiendo y gastando miles de esos billetes verdes. Otros pelean por un paquete de harina (hasta con sobre precio) y en la otra Venezuela hay quienes venden por pacas, por debajo de cuerda (y hay quien las pague), y ninguna autoridad se pronuncia al respecto.
Muchos quedamos a oscuras por un día o más, y en la otra Venezuela, hay otros más alumbrados que un arbolito de navidad; a su vez, hay numerosos apostados frente a licorerías bien iluminadas, por gozar del servicio eléctrico público, gastando el dinero como si fuera comida (aunque cada quién es dueño de sus actos y su dinero) en la otra Venezuela hay quienes se acuestan sin comer, u otros buscando comida en la basura.
Repetimos, cuando Cristo dijo que su reino no era de este mundo, gobernaban los malvados romanos, paganos, corruptos, criminales, y Jesús no estaba interesado en ser gobernante terrenal, porque Él venía de ser el Gobernante del Universo e iba a retomar su puesto. Aunque es lícito querer ser un gobernante terrenal, nadie olvide que Cristo junto a su Padre (1ª Pedro 3:22), ponen y quitan reyes (Daniel 2:21), y les permiten estar allí para que ayuden, protejan, amen a todos los ciudadanos del país que gobiernan.
Mientras, en casi todo el territorio no hay nada de: electricidad, gas, gasolina, medicina, alimentos, hospitales y escuelas bien dotadas, maestros y médicos, enfermeros bien pagados, y mucho más, siendo un país rico, en la otra Venezuela ¿hay de todo? También, hay quienes no tememos agua, pero hay tubos rotos y no hay quien los corrija.
Por todo lo anterior, querer vivir en una mejor Venezuela u otro lugar del mundo, es lícito o aceptable, pero los de la otra Venezuela “nos están echando el carro”; creando un “espejismo” que acá no pasa nada, será porque tienen suficiente dinero, o una abierta o encubierta corrupción para vivir en este país. Sin embargo, los sinsabores de esta tierra, nos recuerdan que este planeta no es nuestra morada definitiva. Efectivamente, mientras para algunos la patria celestial es el destino final, hay quienes prefieren seguir aferrados a la otra Venezuela.
Eduardo Iván González González
www.ventanabiertalmundo.com