#OPINIÓN Ser república #18May

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Ser república ha sido una aspiración venezolana desde que asomamos a la voluntad de vida soberana. Está en los papeles de Gual y España y en los documentos de Miranda. En los debates del Congreso y la Sociedad Patriótica de los años diez y once. En las proclamas de los libertadores. Es el rasgo común de nuestras constituciones, frecuentemente aplicadas defectuosamente e incluso incumplidas, pero ahí está, en el testimonio de una búsqueda tenaz, persistente, que cae y se levanta, que es aplastada y vuelve.

Esa historia accidentada, reflejo jurídico de lo que Mijares en Lo afirmativo venezolanosaluda como la perseverancia de la Venezuela civil, nos la cuenta Jesús María Casal Hernández, uno de nuestros principales valores en el Derecho Constitucional, en sus Apuntes para una Historia del Derecho Constitucional de Venezuela, obra publicada por el CIDEP de la Universidad Monteávila y la Editorial Jurídica de Venezuela, presentada en Caracas la semana pasada.

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Inés Quintero, la historiadora y prologuista, valora entre las principales virtudes de este libro que nos invita a pensar “no sólo en el alcance y sentido de la propia idea de la Constitución como límite del poder público, sino también en el desafío que tenemos los venezolanos de recuperar, enriquecer y proteger la institucionalidad política de la República.”

Parte Casal con los orígenes de nuestro constitucionalismo y las influencias de la Constitución gaditana de 1812 y, claro, de las corrientes universales del pensamiento ilustrado y liberal de las revoluciones norteamericana y francesa, así como de las ideas escolásticas hispánicas. Y continua en una didáctica revisión: la emancipación, Colombia la grande y su ruptura; el pacto entre centralismo y federalismo y la jefatura militar y la élite civil; la federación y la autocracia; el avasallante centralismo de Castro y Gómez; la transición reformista a la muerte de éste; la revolución democrática de 1945 y la década militarista; la democracia, la constitución de 1961 hasta el declive democrático (y nacional) llamado revolución.

La República no se trata de que los que mandan hagan lo que les parece y como el rey de la ranchera, su “palabra es la ley”. La República es la igualdad, una igualdad dinámica que entiende la diversidad y se realiza bajo el imperio de la ley, del poder limitado y distribuido al servicio de todos. Reflexión para republicanos, sean jóvenes o viejos, civiles o militares. Antes que sea tarde.

Ramón Guillermo Aveledo

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