#OPINIÓN Sancho Panza es el Carnaval, El Quijote la Cuaresma #15Abr

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El más grande monumento literario en habla castellana es obra de Miguel de Cervantes Saavedra: El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, publicada por primera vez en 1604. Es la gran novela del Siglo de Oro español. Es el clásico por excelencia de nuestra literatura de todos los tiempos. Un crítico literario soviético, Mijail Bajtin (1895-1975), ha examinado con gran inteligencia y penetración los personajes centrales de esta novela: don Quijote y su fiel escudero Sancho Panza. Lo hace en una obra, también clásica, llamada La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento. El contexto de François Rabelais. Alianza Editorial. 1987. 431 páginas.

Allí sostiene este investigador que se interesó en la cultura popular y no la académica, que los personajes de la novela Don Quijote son parte de la cultura popular cómica, un realismo grotesco que tiende a degradar y corporizar. La degradación transfiere al plano material y corporal lo elevado, espiritual, elevado y abstracto.  De tal manera la panza de Sancho Panza, su apetito voraz y su sed insaciable, son aún esencial y profundamente carnavalescas; su inclinación por la abundancia y la plenitud no tiene aún carácter egoísta y personal, es una propensión a la abundancia en general. Sancho es descendiente directo de los antiguos demonios barrigones de la fecundidad que vemos en los vasos corintios griegos.

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El materialismo de Sancho, su ombligo, su apetito, sus abundantes necesidades naturales, como defecar y orinar, sus flatulencias sonoras constituyen “lo inferior absoluto” del realismo grotesco, la alegre tumba corporal (la barriga, el vientre y la tierra) abierta para acoger el idealismo de Don Quijote, un idealismo aislado, abstracto e insensible; el “caballero de la triste figura” necesita morir para renacer más fuerte y grande; Sancho es el correctivo natural, corporal y universal de las pretensiones individuales, abstractas y espirituales; además Sancho representa también a la risa como correctivo popular de la gravedad unilateral de las pretensiones espirituales. Sancho frente al Quijote podría ser comparado con el rol del bufón frente al ceremonial serio; el de las Carnestolendas con relación a la Cuaresma.

Esta pareja es en efecto una pareja cómica típicamente carnavalesca basada en los contrastes: gordo y flaco, viejo y joven, grande y pequeño. Gozan de un poderoso atractivo visual. Las parejas cómicas de este tipo existen aun hoy en las ferias y en los circos. Don quijote y Sancho Panza forman una pareja carnavalesca. La unión de un personaje alto y delgado y uno bajo y gordo forman el verdadero prototipo de pareja de un buen número de relaciones en la ficción literaria y en las variedades y las películas cómicas, aunque la idea es más antigua que Cervantes como ilustran las figuras de Carnaval y Cuaresma, y la cómica pareja de Ganassa y Bottarga. Hay variaciones modernas del tema que seguimos considerando cervantinas, dice el británico Edward C. Riley (Introducción al “Quijote” Critica, 1986. 262 páginas), incluso cuando varían las características de los papeles: Joseph Andrews y Parsons Adams, Míster Pickwick  y Sam Weller, el detective Sherlock Holmes y el doctor Watson en la literatura; los estadounidenses Laurel y Hardy y Abbott y Costello en las películas cómicas. Las últimas representaciones de los dos arquetipos los reflejan de modo extraordinario, tanto visualmente como en otros aspectos. Son los estadounidenses Bud Spencer y Terence Hill, así como los robots C3PO y R2D2 de La guerra de las galaxias, y dudo que marquen el fin del camino.

En nuestra cultura latina y de habla castellana (no sé si en portugués) abundan las parejas arquetípicas del gordo y el flaco: los mexicanos de los años 1950 y 1960 que nos hicieron reír a carcajadas en nuestra adolescencia en el viejo Cine Trasandino de Carora, Viruta y Capulina, el sargento García y el cabo Reyes de la serie en blanco y negro televisiva y de gran éxito: El Zorro, ambientada en Los Ángeles colonial hispana, la dama Sthefany Gutiérrez y Raúl de Molina, los mexicanos Edgar Vivar y Chespirito en los años 1980. Parejas arquetípicas que según el psicólogo y psiquiatra suizo Carl Gustav Jung (1875-1961), acompañarán a la humanidad por siempre.  

Luis Eduardo Cortés Riera.

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