#opinión: La ciudad como tema – Cuidado con las diferencias culturales por: Claudio Beuvrin

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Los humanos tenemos una marcada tendencia a asumir que los demás son como nosotros y que por eso podemos saber con seguridad cuáles son sus motivaciones, lo que quieren o lo que les conviene…sin molestarnos en preguntarles o averiguarlo.
A los profesionales de la arquitectura o del urbanismo suele ocurrirles lo mismo: en sus actuaciones profesionales asumen saber cuál es la respuesta más conveniente en materia de diseño de viviendas o de ordenamiento urbano. Esto puede que no cause ningún inconveniente, pero puede causarlos.
Esto explica en parte el porqué un arquitecto de clase media urbana puede equivocarse al diseñar, por ejemplo, viviendas para las familias campesinas. La historia abunda en errores que ocurren cuando se diseña para grupos culturalmente diferentes a quien diseña. En los sesenta Malariología emprendió la construcción de viviendas rurales en las montañas andinas. Al construir las casas los campesinos se negaron a mudarse, argumentando que preferían quedarse en las viejas y utilizar las nuevas para guardar los aperos y la cosecha. En otras palabras, ellos no necesitaban nuevas viviendas, sino espacios para la producción, algo que los arquitectos no se habían preguntado.
Algo parecido ocurrió en Italia al terminar la segunda guerra mundial, cuando el gobierno adelantó un programa de viviendas en una zona del sur habitada por campesinos muy pobres que vivían del cultivo de la oliva. Ya entregadas las casas se descubrió que los campesinos no utilizaban las pocetas para lo que están pensadas pues les pusieron una malla al fondo y las convirtieron en maquinas de lavar las olivas aprovechando las descargas de agua. Sin duda que alguno de los proyectistas de esas casas habrá gritado “¡Campesinos ignorantes! Pero la docta ignorancia era del que diseñó las casas sin pensar en las verdaderas necesidades de esos campesinos o en las diferencias culturales.
La situación se complica cuando los diseñadores y planificadores pertenecen a culturas marcadamente diferentes, algo que puede estar ocurriendo con las viviendas diseñadas por arquitectos bielorusos, rusos, iraníes y chinos que se están construyendo en el país. Las noticias que tengo de esas obras son preocupantes pues, aparentemente, los edificios no tienen ascensores, no se han previsto puestos de estacionamiento y las ventanas son muy pequeñas, propias para inviernos muy duros y veranos muy frescos. Tampoco se sabe si esas viviendas cumplen con las normas de construcción y de seguridad antisísmica pues, según noticias de prensa, algunas de esas viviendas tienen las paredes exteriores de yeso cartón. Además, hay el riesgo que los espacios de esas viviendas no se correspondan con los hábitos de sus ocupantes nacionales.
La gente utiliza el espacio de modo diferente en cada cultura.
Un japonés de clase media se sentirá afortunado que su familia disponga de un apartamento de 30 mts2. Y están tan habituados a los espacios pequeños que inventaron los hoteles-capsula, donde las “habitaciones” son nichos de menos de 3 mts cuadrados equipados con una cama, aire acondicionado y acceso a internet. Estos nichos están donde hay viajeros en tránsito esperando por una conexión que tardará bastante en darse, como son las terminales aéreas, las estaciones de trenes, los puertos, etc.). También los chinos parecen soportar bien el vivir hacinados.
Pero lo que parece malo para unos puede ser bueno para otros. Hace muchos años, las Naciones Unidas iniciaron un extenso programa de construcción de apartamentos en una región muy pobre de la India. Al tiempo las autoridades del programa fueron a visitar esas obras ya ocupadas. Al llegar, encontraron a las mujeres felices de cargar sus tobos en las plumas de agua que estaban en la entrada de los edificios. Extrañados, preguntaron el por qué de esa alegría y les explicaron que antes el agua había que ir a tomarla al rio, que estaba a varios kilómetros y en la zona había tigres que ya habían atacado a varias mujeres.
Otra experiencia de incomprensión cultural fue el esfuerzo de distribuir agua por tuberías a las casas de un remoto poblado árabe. La instalación funcionaba bien pero al mes el sistema dejó de funcionar. Entonces se descubrió que fueron las mujeres de las casas las que habían saboteado las tuberías. Para ellas ir al pozo representaba la oportunidad de salir de sus casas para verse y conversar y el agua directa a las casas les había quitado esa casi única oportunidad. El sistema hidráulico fue técnicamente bien resuelto pero en su diseño no se había tenido en cuenta que en las culturas árabes a la mujer se la mantiene encerrada en la casa.
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