#OPINIÓN Colaborar #26Ene

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No hay que confundirse con lo que está en juego. Se trata de restablecer la vigencia efectiva de nuestra Constitución, porque sólo en democracia se reconoce al pueblo el derecho a defender sus derechos.

Dice el artículo 333 de la Constitución, malherida por quienes juraron cumplirla y hacerla cumplir:

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*“Esta Constitución no perderá su vigencia si dejare de observarse por acto de fuerza o porque fuere derogada por cualquier otro medio distinto al previsto en ella.*

*En tal eventualidad, todo ciudadano investido o ciudadana investida o no de autoridad, tendrá el deber de colaborar en el restablecimiento de su vigencia efectiva”*

Esa es la tarea. Está clarita. No hay indiferencia que sirva de excusa, ni prisa que nos exima de un deber ciudadano personalísimo, intransferible. No será Juan Guaidó, cuya seriedad para asumir la grave responsabilidad que le ha tocado me impresiona, ni la Asamblea Nacional, único órgano del poder público nacional con su legitimidad intacta. A ellos toca conducir políticamente el proceso. Y conducirlo de verdad ya es una función colosal y trascendente. Pero el proceso que han de conducir es de todos como el deber es de todos, porque el país es de todos y de todos son así mismo los derechos en riesgo de perderse.

El derecho a vivir y progresar en paz. Paz que solo puede ser la de los hombres y mujeres libres que respetan y son respetados, la de la justicia, la de las oportunidades. Sin discriminaciones, sin divisiones, sin exclusiones.

Los derechos humanos fundamentales. Los derechos civiles y políticos, ciertamente. Pero también los derechos sociales y de las familias, los culturales y educativos, los económicos que empiezan por la libertad de crear y trabajar, los de los pueblos indígenas, los ambientales. Esos derechos que la Constitución reconoce y garantiza están en peligro por un grupo en el poder que no reconoce sus deberes y límites constitucionales, se siente amo y señor de la Patria, al punto de decir quién es patriota y quién traidor, y que pide que todo eso aceptamos entregárselo, a cambio de unos espejitos y las cuentas de colores de devolvernos envuelta en propaganda una microscópica partecita de lo que nos han quitado.

Todo ciudadano y toda ciudadana, sin excepción, no le importa a la Constitución si tiene o no cargo público alguno, ni si eres civil o militar, ni se eres chavista u opositor tiene el deber de colaborar. Colaborar. Meterle el hombro a Venezuela. Colaborar que no es lo mismo que mandar a otro. “Dale tú”, por ejemplo “Dale tú Guaidó”. Colaborar que no es lo mismo que imponer, “Aquí se hace como digo yo o si no olvídate”. Colaborar en una tarea que es de todos. Co-laborar. Trabajar junto a otros. Sin exigir ni esperar milagros. Sin descansar ni desesperar. Sin miedo y sin atore.

Ramón Guillermo Aveledo

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