En una de las elecciones más polarizadas de los últimos tiempos y que han estado marcadas por un clima de descontento por la crisis económica y un hastío con la mayor parte de la clase política luego de la revelación de un enorme esquema de corrupción, los brasileños decidirán hoy 28 de octubre quien presidirá el país por los próximos cuatro años.
Jair Bolsonaro, un exmilitar de extrema derecha _que se describe como un “salvador de la patria” y que prometió sacar a Brasil de una debacle moral, política y económica_ es el favorito para ganar la segunda vuelta de los comicios presidenciales. Las encuestas más recientes lo colocaron 12 puntos por encima de su contrincante Fernando Haddad, candidato del izquierdista Partido de los Trabajadores.
Sin embargo, Haddad y los seguidores de la izquierda confían en una sorpresiva remontada, alentados por los pronunciamientos de apoyo de algunas personalidades en las últimas horas -incluido el exmagistrado de la Corte Suprema Joaquim Barbosa- y por la tendencia de crecimiento que mostró su candidatura en los últimos días.
“Es difícil que se dé vuelta, pero en los últimos días empecé a tener un poco de esperanza. Nunca voté por el PT pero esta vez no tuve opción, Bolsonaro es un monstruo”, dijo Luiz André Alvin, de 46 años y quien trabaja como cocinero.
Ambos candidatos votaron temprano. Bolsonaro, rodeado de agentes de seguridad, no hizo declaraciones. En tanto, Haddad comentó: “Confío en que podemos ganar. Hay muchas voces democráticas que pudiendo callarnos, han hablado a favor nuestro”.
Muchos brasileños llegaron a los centros de votación desde que abrieron, divididos entre la expectativa de un cambio político para el país después de cuatro elecciones ganadas por el PT y el miedo por lo que podría ser un gobierno autoritario en caso de que triunfe Bolsonaro.
Sin embargo, a los seguidores de Haddad y de Bolsonaro los une la misma preocupación: ¿Cómo van a superar el clima de confrontación y de polarización después de los comicios?
“Hubo varias peleas en mi familia, mis dos tíos ya no se hablan porque uno votará por Bolsonaro y otro a favor de Haddad. Yo tengo varios amigos que me dejaron de hablar porque apoyo a Bolsonaro, es una locura”, dijo Alex Santiago Da Silva, de 30 años.
Da Silva, quien es un administrador y que votó por Bolsonaro, está confiado en que festejará esta noche. Espera que “el país vuelva a unirse con un gobierno que traiga beneficios para todos”, pero cree que el proceso tomará varios años.
El deseo de un cambio radical entre muchos brasileños luego de años de turbulencia política ha atizado el aumento de popularidad de Bolsonaro, que según sus simpatizantes combatirá la corrupción si resulta elegido, pero sus oponentes advierten que es una amenaza para una de las democracias más grandes del mundo.
El candidato del Partido Social Liberal -un nostálgico de la dictadura militar que gobernó Brasil entre 1964 y 1985- prometió “una limpieza nunca vista en la historia de Brasil” y aseguró que va a “eliminar del mapa a los delincuentes rojos” (en referencia a la izquierda) si gana los comicios.
La división política ha generado discusiones y conflictos en muchas familias y grupos de amigos donde la polarización también se instaló.
Laura Amaral, de 29 años y quien es biomédica, apoya a Haddad y señaló que en las comidas familiares acordó no hablar más de política con sus padres, quienes apoyan a Bolsonaro. “Respeto la posición de ellos, los voy a seguir amando, pero coincidimos en que era más saludable no tocar más la política”, comentó.
Para Amaral, la división de Brasil será un escollo difícil de dejar atrás rápidamente, independientemente del resultado. “Va a ser fea la situación. Y para cualquiera de los dos lados gobernar será difícil porque hay una fuerte oposición, aunque creo que Haddad se moderaría más hacia el centro y facilitaría las cosas”.
«Si tienes tres crisis ocurriendo al mismo tiempo _económica, política y moral, y de alguna manera ética_ pienso que se crea un escenario perfecto para los candidatos radicales, autoritarios y ajenos a la política», explicó Oliver Stuenkel, profesor adjunto de Relaciones Internacionales de la Fundación Getulio Vargas en Sao Paulo.
«No sería extraño que nos tocara ver la erosión de la democracia en Brasil. Ya la estamos viendo», puntualizó.