La policía dijo que el sospechoso de la masacre en una sinagoga en Pittsburgh ocurrida la mañana de este sábado 27 de octubre declaró a los agentes que los judíos estaban cometiendo genocidio y quería que todos murieran.
En una declaración jurada de arresto difundida el domingo por la madrugada, la policía dijo que Robert Gregory Bowers alcanzó a matar a ocho hombres y tres mujeres en la sinagoga Árbol de la Vida antes de que lo hiriera a tiros un equipo policial que lo había rastreado.
Un agente declaró en el documento que en momentos que recibía tratamiento por sus heridas, Bowers dijo que los judíos “cometían genocidio contra su pueblo”. Por su parte, en el Vaticano, el papa Francisco denunció el “acto inhumano de violencia” y oró para que se ponga fin a las “llamas de odio” que lo alimentaron.
“Todos fuimos heridos por este acto inhumano de violencia”, dijo Francisco al encabezar las oraciones por Pittsburgh en la Plaza de San Pedro. Pidió a Dios que “nos ayude a extinguir las llamas de odio que se propagan en nuestras sociedades”.
El papa se ha pronunciado con frecuencia contra la violencia por motivos religiosos y denunciado la facilidad con que se accede a las armas. Califica a los fabricantes de armas de “mercaderes de la muerte”.
Bowers está acusado de 11 homicidios, seis asaltos agravados e intimidación étnica. El hombre que expresó su odio a los judíos explotó un punto vulnerable común a muchas casas de oración en todo el país: las puertas abiertas.
Bowers, armado con un fusil y tres pistolas, entró a la sinagoga Árbol de la Vida el sábado durante el oficio del sabat, abrió fuego, mató a 11 personas e hirió a otras seis en lo que se cree es el ataque más mortífero a los judíos en la historia de Estados Unidos.
La policía ingresó al edificio e intercambió disparos con el agresor, quien recibió varias heridas pero sobrevivió. Cuatro de los seis heridos son agentes de policía.
“Sepan por favor que la justicia en este caso se aplicará rápidamente y con dureza”, afirmó Scott Brady, el fiscal federal en jefe del oeste de Pensilvania, en una conferencia de prensa cerca del anochecer, y describió la masacre como un “acto de odio terrible e inefable”.
Este tiroteo masivo llega en medio de una ola de atentados de alto perfil en un país cada vez más dividido, al día siguiente que un hombre de Florida fuera arrestado y acusado de enviar por correo una serie de bombas de fabricación casera a destacados demócratas y cuando falta poco más de una semana para las elecciones legislativas.
La balacera reanimó inmediatamente el añejo debate nacional sobre las armas: el presidente Donald Trump dijo que el desenlace podría haber sido distinto si la sinagoga “tuviera algún tipo de protección” con un guardia armado, mientras que el gobernador demócrata de Pensilvania, Tom Wolf, hizo notar que una vez más “armas peligrosas están poniendo a nuestros ciudadanos en situaciones de riesgo”. Trump dijo que planeaba viajar a Pittsburgh, pero no dio detalles.