#OPINIÓN La plaza Miranda de Barquisimeto se estrenó en el Cuatricentenario #19Oct

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La plaza Francisco de Miranda de Barquisimeto, personaje fundamental de la historia de Venezuela y de toda la humanidad, recordemos que su archivo fue elevado en 2007 por la Unesco al Registro Mundial de la memoria del mundo, fue una de las obras estrenadas por el Cuatricentenario en septiembre de 1952. Se saldaba una vieja deuda con el Generalísimo porque a una plaza anterior en su honor le habían cambiado el nombre para hacer la actual plaza Bolívar.

Ubicada en la carrera 15 con la calle sesenta, la plaza Francisco de Miranda es una redoma con una estatua pedestre del más brillante venezolano de su tiempo, reconocido como el caraqueño universal, inaugurada cuando se celebraban 400 años de la Ciudad de los Crepúsculos.

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Esta plaza fue construida en 1951 en unos “peladeros de chivos” al oeste de la ciudad como se aprecia en la imagen, al fondo el emblemático obelisco de la ciudad, también en construcción inaugurado en la misma fecha hacia donde más tarde se extendería la capital larense.

Prisionero privilegiado

La primera plaza Miranda de Barquisimeto, de quien se cumplieron el pasado 14 de julio 204 años de su muerte en la Carraca de Cádiz, donde era el prisionero más importante de la corona española con el privilegio de tener un ayudante, comida y libros para entretenerse, estuvo donde hoy está la actual plaza Bolívar.

El terremoto del 26 de marzo de 1812 arrasó a la ciudad quedando solo en pie y muy fracturada la Iglesia de San Francisco. En los solares de las casas en ruinas frente a la iglesia de la Inmaculada Concepción se ubicó desde 1842 la plaza Concepción. En 1894 el presidente del estado, general Aquilino Juares adquirió los solares abandonados e hizo traer de Nueva York unas elegantes rejas y el 4 de junio de 1896 inauguró la primera plaza Miranda que tuvo Barquisimeto.

Obviando la importancia histórica y los valores del Precursor de la Independencia, con la ignorancia propia de los militares y en su estilo arrogante, en 1925 el general Pedro Lizárraga le cambió el nombre a la plaza Miranda y en el mismo sitio decretó la plaza Bolívar, pero de allí no pasó.

En 1929, el tirano general Juan Vicente Gómez designó a su primo Eustoquio Gómez presidente del estado Lara, quien ordenó la construcción del pedestal y traer desde Europa una estatua del Libertador para reinaugurarla en 1830, por el centenario de la muerte de Simón Bolívar. Fue un fiestón, con jolgorio, cohetes y retreta de la Mavare.

El Generalísimo se quedó sin monumento recordatorio en Barquisimeto hasta que en 1952, por el Cuatricentenario volvió a la memoria de la ciudad el homenaje al primer venezolano universal, cuyo nombre está inscrito en el Arco de Triunfo de París dedicado a los grandes hombres de la historia francesa.

Cuando Francia celebraba un año más de la toma de la Bastilla bajo el grito de libertad, igualdad y fraternidad, el 14 de julio de 1816, Miranda murió en el hospital de la cárcel de La Carraca, cuando preparaba su fuga por Gibraltar para seguir difundiendo sus ideas emancipadoras, sin familiares ni amigos y sus restos echados a una fosa común donde sin suerte historiadores y científicos han tratado en vano de hallarlos.

El hijo de la panadera

El generalísimo Francisco de Miranda nació en Caracas el 28 de mayo de 1750 y como siempre su fecha aniversario o de muerte pasó por debajo de la mesa. Eso no es extraño porque en la fecha de su natalicio como de su deceso es poco conmemorado en este país desmemoriado. Incluso en su tiempo era excluido por la sociedad caraqueña por su origen humilde, como cuenta el historiador Carlos Balladares en Hispanic American Historical Review, a propósito de la publicación por la académica historiadora Inés Quintero de su libro *El hijo de la panadera. Francisco de Miranda *
<http://prodavinci.com/2014/05/16/artes/un-fragmento-de-el-hijo-de-la-panadera-el-nuevo-libro-de-ines-quintero/>(Editorial Alfa, 2014).

Miranda padeció de joven el hecho que su madre –especialmente su padre– fueran segregados por los mantuanos debido a que estos últimos los consideraron blancos de menor “calidad”, por una sociedad altamente jerarquizada y los mantuanos no toleraban ninguna “igualación” de los blancos de orilla y los mestizos, pese a la riqueza que poseyeran (como fue el caso de los Miranda).

El punto de partida de este libro de Quintero, publicó Prodavinci el 16 de mayo de 2014, es un incómodo (y escandaloso) incidente promovido por los criollos principales de la capital contra su padre, Sebastián Miranda, «tenido como individuo de inferior condición y -para mayor escarnio- casado con una panadera». Esa panadera subestimada por el mantuanaje criollo caraqueño fue la mamá del caraqueño universal. Estupenda visión historiográfica de la bella e inteligente historiadora Inés Quintero de la vida de Francisco de Miranda.

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