Caminante no hay camino, se hace camino al andar…El poeta Machado colocó palabras luminosas sobre rutas aceradas para definir con precisión las vidas que remontaron las montañas del pesimismo o la conformidad para convertirse en caminos que cada quien puede transitar con pasos nuevos.
Raúl Azparren hizo un camino en Barquisimeto cuando esta ciudad iniciaba vuelo hacia nuevas realidades educativas y urbanísticas. Y como siempre, a cada reto del destino, surgen los hombres necesarios que asumen el compromiso frente a las encrucijadas, Raúl Azparren se ubicó al frente de los movimientos que emergían de las entrañas sociales buscando concretar aspiraciones consensuales.
Pulcro funcionario público, empresario honorable y sobre todo ciudadano en grado superlativo, la trayectoria cívica de Don Raúl Azparren debiera ser en estos momentos ejemplo oportuno para repensar a Barquisimeto dentro de escenarios que transciendan los combates mellizales que hoy la mantienen prisionera de la incertidumbre.
Sus luchas por la defensa de los Valles del Turbio como pulmón vegetal de la capital larense impidieron que esta zona fuese hoy un gran parcelamiento de asfalto y de concreto. Y para esta defensa ecológica de hace más de 30 años tuvo que enfrentar poderosos intereses, pero no obstante con su verdad y el empuje de su liderazgo ciudadano logró que Barquisimeto contara con sus valles protectores.
Hace precisamente siete años que escribí el artículo que hoy traigo a la memoria, con el mismo título y la misma introducción. Para ese tiempo recién me incorporaba a la Red de Instituciones Larenses y sintiéndome orgulloso de participar en esta instancia recordé a uno de los grandes protagonistas de la civilidad larense como fue Don Raúl Azparren, quien continúa entre nosotros con su legado ciudadano y el trabajo ejemplar, solidario y eficiente de su hijo el ingeniero Raúl Azparren, quien desde ese entonces hasta ahora es el factor de permanencia de la Red de Instituciones. Muchos se han ido, varios han llegado, otros nos hemos dado largas vacaciones pero Raúl Azparren, hijo, siempre ha estado allí, infatigable, callado y siempre dispuesto a remover las brazas que se apagan con la convocatoria de la autoridad moral que todos le reconocemos.
Así pues Raúl ha tocado nuevamente la Diana para el combate de la Sociedad Civil organizada y hemos acudido con presteza, retomando como una de las banderas de esta nueva etapa la defensa del Valle del Turbio, nuevamente amenazado por un Decreto que enajena su dominio de los poderes locales e instala las decisiones sobre su uso en
autoridades de Caracas.
Alì Almao lanzó el reto y en colectivo lo asumimos porque ni tememos ni vacilamos para defender con dignidad ciudadana lo que es patrimonio de varias generaciones larenses, incluida esta y aquellas por venir y por las cuales debemos enfrentar sin excusas ni melindres, a quienes a través de la violencia y el miedo pretenden reescribir nuestra historia con el lápiz de la ignominia.