Cuando las estrellas aparezcan y la luna llena estén en todo su esplendor la noche de este domingo 9 de septiembre, eso solamente significará una cosa: el año 5779 del calendario hebreo habrá llegado.
Conocido como Rosh Hashaná -que traducido al español vendría siendo cabeza del año-, es sólo una de las llamadas «Altas Fiestas Judías», de las que también forman partes festividades como el Iom Kipur o Día del Perdón (desde la noche anterior al miércoles 19 de septiembre) que concluyen al inicio de octubre.
Dice la tradición judía que, en Rosh Hashaná, debe nacer un ser humano nuevo y renovado a la manera de lo que sucedió en el momento de la Creación. Más exactamente, la festividad recuerda el sexto día (etapa) de la Creación en que el primer hombre y la primera mujer dan comienzo a la historia del mundo.
En la tradición de estas fiestas judías hay tres tipos de comportamiento especialmente valorados (las tres t): la teshuvá, cuya traducción literal sería “retorno” (dado que se refiere al arrepentimiento, cuyas puertas están siempre abiertas); la tefilá, “plegaria”, y la tzedaká, que habitualmente se interpreta como “caridad”, pero que los más celosos del idioma y de la fundamentación teológica judaica sostienen que se trata de “justicia”, un concepto más amplio. El concepto central alude a que, dar al necesitado, es recomponer la justicia.
Esta celebración se viene llevando a cabo desde hace más de dos mil años pero fue durante la Edad Media que los judíos practicantes comenzaron a otorgarle el nivel de espiritualidad que realmente se merece.