Hace 80 años se abordó por primera vez en Venezuela la temática de la ceguera. Lo hizo el oftalmólogo caraqueño José Manuel Espino, por el diario El Universal, a través de un artículo que publicó el 20 de octubre de 1932, titulado: “Prevenir la ceguera y lo que podemos hacer por los ciegos” en su crónica de los miércoles denominada “Divulgaciones de interés social. Principiando, enumeró las principales causas de cegueras evitables.
Continúa relatando una visita que hizo cuando estudiaba en EEUU al Filadelfia Institution for di the Blind, donde vio la atención brindada a bebés ciegos, observó a los alumnos escribiendo y leyendo en sistema braille, presenció el juego de los niños en el parque y se entrevistó con autoridades de la institución.
Termina haciendo un llamado de atención, a fin de fundar una institución para su educación y asistencia. Refirió el estado de abandono en que se encontraban las personas ciegas en el país y el cuidado de tres niños a cargo de la Cruz Roja, lamentando que no pudieran ser más. Es necesaria la asistencia para que puedan educarse y ya era tiempo de comenzar.
En nuestro país nunca hubo asilos para ciegos en las ciudades, pedían limosna deambulando por las calles. En nuestra ciudad crepuscular, el compositor Juan Ramón Barrios escribió una tonada sobre el ciego Pablera que con su cuatro, guiado por un lazarillo iba cantando a cambio de unas monedas. Otros ciegos los tenían ocultos en sus casas.
El artículo en referencia, aun cuando conmovió la opinión pública, no tuvo transcendencia, hasta que en 1936, un modesto comerciante griego que quiso ayudar a las personas ciegas, en campaña por obtener fondos y adeptos, se consigue con el eminente médico y recuerda haber leído el artículo, que le pareció muy conmovedor, pero no imaginaba que afrontaría esta tarea. Espino le consiguió otros filántropos y juntos fundaron la Sociedad Amigos de los Ciegos, en la cual Espino fue su primer Vicepresidente, con el propósito de establecer una casa para ciegos, que resultó ser el Instituto Venezolano de Ciegos que abrió sus puertas en 16 de septiembre de 1936. Ese comerciante fue Mevorah Florentín, quien dejó el comercio por la educación y asistencia a personas con discapacidad visual. De Mevorah Florentín se cumplirá el próximo año el cincuentenario de su fallecimiento.
Así como vio nacer la Sociedad Amigo de los Ciegos, el Dr. Espino, iniciador de la historia tiflológica venezolana, siguió paso a paso toda su trayectoria hasta el fin de sus días en 1960. Al morir, dona a dicha Sociedad una casa-quinta, destinada según su última voluntad, a acumular con la renta un capital para becar personas ciegas que se distinguieran, para completar estudios e ir a especializarse en las profesiones, artes y oficios de su vocación en el interior. Así continuaría cooperando con la superación de las personas ciegas y de baja visión, como fue siempre su propósito.
#Opinión: El Dr. Espino y la ceguera Por: Marcial Roseell
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