Estaba yo recién llegado de Caracas con mi lustroso título de licenciado en comunicación social de la UCV y varios diplomados en politología, economía y sociología y uno de mis contertulios, creo que fue Pacíifico quien fue mi guía nocturno sobre las historias secretas de Barquisimeto, me dijo: ”Colega, guarde sus títulos académicos porque si quiere ser periodista lo que tiene que hacer es meterse en el barro para buscar noticias y saber echar el cuento, bien redactado si es posible”. Luego de este consejo Julio se tomó medio vaso de güisqui de un tanganazo, se rio con ganas y agregó: ”Eso es verdad, ahorita hay muchos que cargan un carnet del CNP pero no son periodistas. Es cierto la importancia de buscar noticias pero no olvides nunca que los periodistas somos también intelectuales porque estamos obligados a orientar, informar, opinar y analizar”.
Han pasado varios años de la muerte de Julio Pérez Rojas y lo hemos olvidado, especialmente sus colegas, quizás por esa costumbre de “pisarnos”, no honramos la memoria de quienes en su momento fueron referencia de primer orden en el periodismo local.
Julio Pérez Rojas fue político, analista controversial, pero por encima de todo un gran periodista. Jefe de Información de EL IMPULSO por varios años, redactor de la columna Notas Urticantes en El Informador, moderador de programas de radio y televisión, intelectual y periodista.
Julio y lo hispánico
Al igual que las marcas de colonia aseguran su prestigio colocándoles debajo del nombre París-Nueva York-Londres, definiendo subliminalmente los centros de poder planetario, los ejes civilizatorios en los cuales se decide el destino financiero del mundo, la implantación de modas y todo aquello que demarque lo colectivo. De esta misma forma la intelectualidad venezolana desde hace décadas toma mucho cuidado en acreditar su vigencia en función del ideario de galos y anglosajones. Dentro de este simplismo transcultural pareciera haber una división palmaria, quienes conforman una dilatada franja de «izquierda“, defensores de la dialéctica y custodios del pensamiento marxista epigonal, mientras que por otro lado conviven en perfecto acuerdo los beneficiarios de la cultura inglesa de ambas costas atlánticas, meticulosos, con argumentos vertebrados en base a cifras, buenos funcionalistas todos.
La «mise scene» de este conocimiento en nuestro país convierte a sus voceros en poderosos Melquíades que a cada rato nos deslumbran con explicaciones maravillosas sobre el origen de nuestros problemas y la manera científica como podemos superarlos. Pero como los códigos del lenguaje contienen una estructura cognitiva propia, vinculada al hecho sociocultural de cada pueblo, la mayoría de venezolanos no logramos entender con claridad el mensaje de nuestros ilustrados salvadores, doctores del primer mundo. Por vía contraria todos sentimos sobre la piel de nuestro orgullo los dardos verbales de quien a nombre del soberano se sabe explicar con exactitud criolla.
El poder expresarse en nombre de la Democracia, con un buen español, en base a un ideario hispánico, con claridad y contundencia, en términos más cercanos a nuestra realidad coloquial, era una de las grandes virtudes de Julio Pérez Rojas.
Formado en la madre patria y en el Chile de Bello, Julio mantuvo siempre una gran pasión por lo hispánico, su manera de pensar, sus lecturas de referencia, conformaban un perfil muy nítido del intelectual comprometido con las raíces propias de nuestra nacionalidad. Lo importante es que él siempre podía explicar y hacerse entender en base a literatura hispánica, jamás necesitó las muletas de autores de lengua extraña para expresar con vigencia y profundidad sus ideas, le bastaban sus referencias españolas, siempre actuales, siempre lúcidas, siempre oportunas.
Con la muerte de Julio la hispanidad en Lara se quedó sin un agente de primer orden, sin una figura intelectual, polémica y profunda, que daba lustre al orgullo de pertenecer a una de las culturas más importantes de la Historia.Y este vacío es necesario llenarlo y una de las vías es releyendo la prosa de periodistas que fueron maestros en el uso del lenguaje, como él lo fue.
Su recuerdo me llegó por dos vías, la primera fue al releer una entrevista reciente que me hizo Víctor Manuel Barranco Castillo y en la cual conversamos sobre tópicos periodísticos que le eran entrañables a Julio. Luego por una cordial y generosa misiva que me envió el doctor Manuel Salvador Ramos, un gran intelectual larense quien junto con él fue fundador de un grupo vanguardista dentro del partido socialcristiano Copei.
Los periodistas estamos próximos a celebrar nuestra semana aniversario, como sugerencia propongo un recordatorio a valiosos colegas desaparecidos quienes con su trabajo, capacidad, inteligencia y esfuerzo abrieron caminos dentro del periodismo. [email protected]