A Iraida Finol (“La mujer maravilla” venezolana) a quien con gusto y admiración dedico el presente artículo.
“Uno crece y abre caminos dejando huellas, asimilando esperanzas, echando raíces, uno crece cuando se planta para no retroceder, crece cuando se defiende como águila para no dejar de volar, crece cuando se clava como ancla y se ilumina como estrella” (Susana Carrizo).
Somos una biografía, el preámbulo de un tiempo, la aceptación de las pruebas y azares de la vida, somos un sueño, somos fuerza, valor, voluntad, caminamos sembrando y dejando mensajes, esos que no siempre podemos escribir…
Ser viejo es la consecuencia de haber vivido, haber crecido y haber podido ajustar las velas en tiempo de borrasca. Aunque la tiranía de los años quiera enviarnos al rincón del olvido, siempre allá muy dentro de nosotros hay un pájaro cantor acompañándonos e invitándonos a cantarle a la vida.
Debemos asumir que todo cambia, disminuye y tiene su final. Responsabilizarnos de la vida es una actitud correcta; el terremoto del tiempo todo lo hace trizas, de aquí parte la razón de que lo que se deja para mañana tal vez nunca se pueda hacer. Los años mayores no son cuestión de arrugas, de vencimiento ni de derrota, son cuestión de actitud. La heroína de este artículo es Iraida Finol quien nació en Maracaibo; es una mujer poseedora de temple, audacia, entusiasmo y mucha voluntad.
Al cumplir sus sesenta años se propuso descubrir las cosas positivas y valiosas de la otra cara de la moneda una vez se llega a la “tercera edad”. Por sí sola ha demostrado a la ciencia y al mundo que no decrece el ánimo que no se cierran los caminos ni las oportunidades cuando se tienen las fuerzas dispuestas a seguir dando juventud hasta que se pueda, a pesar del cúmulo de años que muestre la fachada.
Desde que cumplió sesenta años decidió prepararse bajo la supervisión de un entrenador de deportes y medírsele a su sueño de competir en los veintiún kilómetros a realizarse en su ciudad natal Maracaibo que partía desde la costa Oriental, terminando en Vereda del lago, sitio en el que se realizaba todos los años una carrera cuyo circuito incluía pasar el puente sobre el lago.
Una vez decidió llevar su sueño a la realidad, aparecieron las barreras que debería vencer y una de las primeras fue que nadie quería exponerse a entrenarla por aquello de los riesgos y la magnitud de su reto. Gracias a estas negativas ella decidió comprar un libro que utilizaría de guía para poder lanzarse a aquella aventura. Relata Iraida: -Entre los expertos que se negaron a entrenarme estuvo la amiga de mi hija quien al reflexionar decidió ayudarme dándome algunos tips (al enterarse que contra viento y marea me enfrentaría al reto que significaba competir y/o ganar la carrera) No había tiempo para alcanzar aunque fueran tres kilómetros de entrenamiento ya que el día de la carrera estaba muy cerca. Superé una de las reglas que era atravesar el puente de Maracaibo en una hora, pasado el cual se abre el paso de nuevo al tránsito vehicular.
Me le medí completamente al reto de los veintiún kilómetros en 3 horas 15 minutos. Llegué a la meta en buenas condiciones contenta y feliz, el cuerpo no me defraudó y a partir de allí comencé una hermosa travesía iniciándome en el mundo del running.
“El ser humano es mortal por sus temores e inmortal por sus sueños” (Pitágoras)
Continúa la próxima semana.