Si esta artículo saliera el 21 de marzo –como debería ser- exactamente estaríamos en el 80º día del año, si éste fuera bisiesto, sería el 81º. Faltan 285 días para que finalice 2018 y 10 días para completar su primer trimestre. ¿A qué vienen estos cómputos? A comentarios de asombro que se escuchan por ahí todos los años más o menos por esta época: ya se fue el primer trimestre, los días se me van de dos en dos, ayer no más fue Navidad, ahora el tiempo se pasa volando. Lo cierto es que es cierto: el tiempo se nos va como agua entre los dedos. ¿Es sólo una sensación o es una verdad?
Según una amiga mía, es verdad. Dice que la Tierra se ha acelerado como resultado de la inclinación sufrida por su eje. Tal vez, no me atrevo a afiliarme a esta idea sin pruebas científicas. Me inclino más hacia la teoría de la relatividad de Einstein –de la cual entiendo muy poco- la cual plantea una interesante relación entre espacio y tiempo. Si en un lapso te tiempo corto suceden muchas cosas, se recorren muchos cambios, parece largo, como el año de vida de un niño de continuo crecer y transformación. En cambio en el de un anciano no hay casi cambios, sino poco recorrido, parece corto. Por eso el primero piensa que la Navidad está lejos, mientras el viejo encuentra que vuelve demasiado pronto.
Todo lo contrario sucede si estamos a la espera de turno en un consultorio médico, una cita en busca de empleo o en la Venezuela de hoy en la cola para comprar 2 kilos de algo, cansancio y el fastidio de no hacer nada nos hacen las horas largas. Y si es en los deportes por tiempo, se da una tremenda paradoja, estamos en una diversión y deseamos que se acabe si nuestro equipo va ganando por la mínima, 3 minutos de prórroga se no hacen una eternidad, pero para los que pierden es completamente al revés. Concluimos que el tiempo es relativo, no dura lo mismo para todo el mundo.
El presidente Luis Herrera Campíns decía que un orador debía entrar en alarma cuando alguien de la audiencia miraba el reloj, más si lo llevaba luego al oído y definitivamente debía finalizar si lo batía. El aburrimiento detiene los relojes. El goce intenso los adelanta. En el primer caso el afectado se pregunta y a veces con voz audible, ¿cuándo termina esto? En el segundo exclama con desilusión, ¿se acabó?
Nosotros tenemos una larguísima espera. Son 20 años de intensa sombra en Venezuela. Es la era más menguada de nuestra historia. Los relojes se pararon. Una espera que desespera. De esta no parece que saldremos ni batiendo esos mecanismo. La caída será por el propio peso de los autores del desastre. Hasta ahora, ninguna revolución “avanzada” ha sobrevivido dejando buena huella en la historia. Los revolucionarios se transforman en caníbales y se embriagan con la sangra de sus correligionarios. Aquí ha comenzado la purga en la filas de los mandantes. ¡Enhorabuena! Hay un rayo de luz en el horizonte. Se despiertan lo relojes y los que caen se dirán ahora, ¡qué corto fue nuestro tiempo!