Los últimos anuncios acerca de programas de emprendimiento sostenibles que auspicia Fedecámaras en Lara, sin lugar a dudas pueden considerarse como alentadores, justificados e importantes, en el contexto actual que vive el país.
Que en medio de una situación de crisis, cuya complejidad e incertidumbre no arroja lecturas de un grado de certeza mínima acerca del futuro inmediato, se promueva este tipo de iniciativas, sugiere que en el fondo responde a expectativas asociadas a la esperanza de cambio que desde distintas ópticas se vienen planteando en nuestra región.
La justificación y relevancia, como en cualquier proyecto de esta naturaleza, desde el punto de vista formativo y de la capacitación que persigue, se valida en términos de la denominada pertinencia social, es decir el impacto que pueda tener, de cara a los cambios que realmente pueda potenciar en los beneficiarios directos e indirectos del mismo. Es el tipo de inversión social cuyo efecto se valora a futuro.
Hablar de un emprendimiento sostenible tiene implicaciones gruesas y no menos importantes, en lo que tiene que ver con la importancia que se le asigne a tal iniciativa. La adjetivación como tal puede resultar un atractivo en lo relativo al mercadeo de una oferta que tiene vigencia mundial, por partida doble: el emprendedurismo o emprendimiento y la sostenibilidad o sustentabilidad.
Ambas nociones, en su construcción socio histórica, responden a paradigmas distintos, propios el contexto y los cambios que en este se generan. De una visión filantrópica de inicios del siglo pasado, la empresa pasó a asumir una concepción de la responsabilidad social, a comienzos de este siglo, como una “filosofía de gestión”. En el mundo de los negocios hay un elevado porcentaje de empresas ancladas en aquella visión tradicional.
Ello ocurre también en el mundo académico y científico, en el sector universitario. Ignoran, por ejemplo que ya en el 2000, en el Foro Mundial (Davos, Suiza), los gobiernos, empresarios y representantes de las ONGs acordaban que la RSE es una manera de contribuir al Desarrollo Humano y, por ende, a la sustentabilidad del planeta. En el 2007, la OIT planteó la necesidad de construir empresas sustentables para un trabajo digno, cuestión que recientemente fue asimilada por la entidad gremial empresarial en su Asamblea Anual, en Maracaibo.
La formación de emprendedores es una iniciativa que puede apreciarse como una moda; no obstante ha sido encarada por diversas instituciones y Fedecámaras lo ha venido instrumentando en las principales ciudades del país desde hace varios años en alianza con algunas universidades. Somos del criterio que sin organizaciones sostenibles o sustentables no pueden alcanzarse niveles de DHS. La interrogante de rigor es: ¿Tenemos empresas e instituciones sostenibles?
Uno de los grandes referentes mundiales, hoy por hoy, lo representan los Objetivos del Desarrollo Sostenible. Están disponibles los datos acerca de empresas sostenibles, universidades sostenibles y ciudades sostenibles.
En la UCLA, mediante el Programa de Licenciatura en Desarrollo Humano, se han generado 186 investigaciones en el ámbito regional de la sostenibilidad. Abarcan diferentes temas, áreas, escalas y organizaciones. Ha sido un esfuerzo consistente para un programa de formación de profesionales de total pertinencia si se toma en cuenta que está en sintonía con el nuevo paradigma y, además es único en el país. Esa experiencia está disponible para Fedecámaras y cualquier otra entidad pública que aspire a integrarse en aras del DHS de Lara.