En lugar de alegrar, un estado de tensión se apodera de los venezolanos cada vez que el presidente de la República, Nicolás Maduro, decreta un aumento de sueldo en Cadena de Radio y Televisión.
No es que los empleados privados y públicos se opongan a ganar más dinero por concepto de sus labores en empresas, locales comerciales e instituciones del Estado que dignifiquen su mano de obra y le generen el bienestar particular y familiar, sino que los aumentos de sueldo no vienen acompañados de mecanismos por parte de las autoridades competentes que frenen la inflación y garanticen la estabilidad de ese pago quincenal.
El grave problema en este país radica en la danza con son macabro que al unísono bailan los incrementos del salario mínimo con el abusivo aumento del costo de los artículos de primera necesidad, estos últimos con pasos rítmicos más apresurados que los primeros, cuyos precios sobrepasan el sueldo y liquidan el bolsillo de los trabajadores.
El empobrecimiento de la población venezolana ha sido el mayor aliado con cada aumento salarial, por lo que las personas temen volverle a escuchar al presidente otro decreto de tal naturaleza.
Como en este país casi todo funciona al revés, quienes salen ganando con los aumentos de sueldos son los especuladores de oficio, que se consiguen en todas las esquinas del país ofreciendo al doble del costo del producto harina, arroz, azúcar, huevos, caraotas, pasta, crema dental, jabón de baño, champú, desodorante, pañales, toallas sanitarias, papel toalet.
Son unos “caza sueldos” con toda la desfachatez e irrespeto a la Ley de Precios Justos, desafiando a las autoridades que no hacen cumplir la norma como en cualquier otro país del mundo, encontrándose este atentado contra la economía familiar y el derecho a la alimentación con la presunta vinculación de funcionarios del gobierno, aparentemente, involucrados en este tipo de comercio ilegal con personas de las barriadas dedicadas a la estafa callejera.
Pero no solamente la especulación en atención a los aumentos de sueldo la llevan a cabo los vendedores informales, también la practican los dueños de locales comerciales establecidos legalmente, observándose en los anaqueles productos que superan el sueldo mínimo, con unos remarcajes de precios que no son los colocados en la fábrica con medidas dictadas bajo la norma, sino que parecieran hecho por particulares con una especie de sellos húmedos, cuya tinta se borran fácilmente con la manipulación de los productos.
En un país como Venezuela donde los aumentos del salario asustan a los trabajadores y a la población en general porque saben que es otro sacrificio que harán porque sube la comida, los productos de aseo personal y de limpieza, es muy difícil vivir con tranquilidad.
De esta manera nadie puede realizar una planificación de la economía en el hogar por los desequilibrios de precios con los que juegan los comerciantes en detrimento de todos.
Ofrecer un mejor sueldo a un trabajador no es la garantía en Venezuela de que todo le va a mejorar en su vida, mientras el Gobierno y su aparato administrativo en todos los niveles del poder no se lo garanticen con políticas severas que incluyan supervisión y control de precios, pero además, incentivando la producción local para que haya productos que compitan abarrotando los mercados, abriendo el campo de la llamada libre oferta y demanda que obligue a la baja de los artículos.
Se avecina una elección para Presidente de la República con fecha estipulada para antes del 30 de abril de 2018. En este sentido, un alto porcentaje de venezolanos cree que el mandatario nacional Nicolás Maduro decrete un nuevo aumento del salario mínimo en este primer trimestre del año, tratando de ganar simpatía entre los electores.
Si esta presunción de la población se convierte en un hecho, entonces se tendría otro aumento, el del 1ro de mayo que está establecido en la ley. Entonces serían dos incrementos salariales casi seguidos que dispararían los precios de la comida y crecería aún más la inflación, en un país que ya no soporta el hambre y la desnutrición.