En medio del panorama económico más desalentador conocido por la población venezolana en los últimos dos siglos, la política no termina de dar respuestas a las dantescas demandas de la ciudadanía que cada día se parecen más a la de países en guerra.
En muchas cancillerías y agencias de análisis estratégico alrededor del mundo no se explican cómo el gobierno venezolano no toma las medidas necesarias para contrarrestar este tipo de fenómenos hiperinflacionarios que sacuden los indicadores sociales cual tsunami y por lo contrario, se aferra ciegamente al poder sin abrir canales de reformas políticas y económicas que oxigenen el sistema político y faciliten procesos de transición, antes de seguir agravando la situación de millones de connacionales cuyas vidas han cambiado para mal, tanto, que ya muchos han decidido buscar mejores horizontes en otras naciones.
La caracterización de la situación política, económica y social en Venezuela no tiene precedentes en la región. Esto, por las difíciles y complejas relaciones de poder a las que estamos expuestos. No obstante, tarde o temprano vamos a un rumbo de reformas. De eso, es imposible que el gobierno o el país entero escape.
Vamos hacia un cambio de rumbo. Si, no puede cabernos la menor duda, a pesar de los pronósticos agoreros y la pesadumbre que reina en el país, un nuevo rumbo otea sobre el horizonte inmediato.
Aún, cuando estamos viviendo o mejor dicho -padeciendo- el peor semestre económico jamás conocido, a partir de julio de este 2018 es obvio que tendremos un rebote en las condiciones políticas y económicas. En el campo social muy probablemente se dé el fenómeno de rebote un poco más hacia finales de año.
Sabemos de las marchas y contramarchas que se visualizan desde República Dominicana. De las contradicciones constantes que nos muestran los voceros del proceso de negociación. De las manipulaciones propagandísticas que hace el gobierno gracias a su hegemonía comunicacional en todo el territorio nacional.
Del exceso de maniqueísmo izquierda-derecha que usa Jorge Rodríguez en cada una de sus intervenciones públicas. El tema sustancioso acá es que la realidad estalla por doquier cuando no se aborda de manera coherente, correcta y planificada.
Dice el teólogo jesuita Pedro Trigo en su último libro: “La enseñanza social de la Iglesia” que “estamos asistiendo al desmantelamiento del Estado. El Poder Judicial está intervenido por el gobierno y por eso no hay ninguna protección judicial frente al uso arbitrario del poder”, como si esto fuera poco, añade: “es tal su discrecionalidad que no se sabe lo que es legal y lo que no lo es: de hecho, para el gobierno todo lo que él hace y lo es por principio, porque él es el equivalente del monarca absoluto, y es ilegal lo que hace la oposición, todo lo que haga.”
En este escenario, independientemente de cómo culmine la novela dominicana y cualquier otra tratativa de negociación entre las partes, lo puntual es la descompensación del Estado actual para reconfigurarse y reconstruir el pacto social necesario para trascender el estatus actual del país.
Vamos hacia una reforma del Estado y del modelo de políticas públicas practicado durante ya casi veinte años. La realidad -como siempre- hace tronar los sistemas políticos cuyos líderes son incapaces de medirla y provocar los cambios necesarios para adaptarse a las nuevas circunstancias.
Este fenómeno lo describió brillantemente el pensador chileno Carlos Matus. Se refirió a él como “ceguera situacional” y tiene que ver con las lecturas erradas que la clase dirigente tiene de la realidad que les circunda.
El presidente Maduro y su equipo han sabido surfear con éxito los temas políticos-electorales salvo la elección parlamentaria de diciembre de 2015, no obstante, en materia de gerencia pública se han cerrado a los cambios con los consiguientes resultados negativos en materia de indicadores socioeconómicos para toda la población.
Por lo tanto, con el peso de la historia y de la realidad, no nos queda más que concluir que el horizonte cercano apunta en una sola dirección: las reformas económicas. La política será la gran protagonista de los próximos meses al iniciar un proceso de adaptación minucioso hacia la dura realidad que atraviesan los venezolanos.
Los cambios en el enfoque de las políticas públicas para reconvertir la crisis en estabilidad macroeconómica los comenzaremos a ver muy próximamente. El país, la región, incluso el hemisferio entero, lo agradecerán profundamente.