Un exalumno, acomodador de carros ahora, me abordó a comienzos de diciembre. Profe: ¿A qué se debe la entrega de bonos a la gente justo en este momento? La respuesta la dio una señora: vienen elecciones. Otro más, que entró a la charla, comentó: “si nos hubiesen dado los bonos desde que comenzó la guerra económica no estuviésemos así”.
Obvio, fue mi comentario, estuviésemos muchísimo peor. La historia se repite. Ocurrió en otros países, Zimbawe y Hungría son notables ejemplos de las falsas expectativas que se crean con la entrega de dinero a diestra y siniestra sin que exista contrapartida productiva. Al principio la cosa va bien, la gente se alegra, compra algunas cosas. Con el tiempo, la catástrofe se torna insoportable.El demonio de la inflación se desata.
La entrega de bonos -papel, tarjeta o documento que se puede canjear por una cantidad de dinero, un objeto o un servicio- a sectores vulnerables, es verdaderamente sorpresiva, inesperada por contradecir postulados doctrinarios del socialismo ampliamente divulgados. Significa un cambio de rumbo, distinto al trazado desde la elección de la ANC.
Durante 2017, el Presidente Maduro insistió en que la Venezuela Rentista Petrolera llegó a su fin. “Estamos saliendo del último año del viejo modelo rentista petrolero. Se acabó. (…) La era económica que viene es infinitamente superior en todos los aspectos a lo que hemos vivido en 100 años de dependencia petrolera, riqueza que aún tenemos, pero de la cual no podemos seguir dependiendo más nunca. Se acabó”.
Lo que haría la revolución con la renta petrolera estaba escrito. Lo recoge Haiman El Troudi, en el libro “Política económica bolivariana (2010):
1)Canalizar parte de la renta petrolera hacia la cancelación de la deuda social sin exacerbar el paternalismo.
2)Emplear la otra parte de la renta en la industrialización del país.
3)Fomentar un modelo productivo alternativo basado en la cultura del trabajo.
En el primer Plan Socialista (2007-2013) se hace énfasis en el punto 3. A través de la planificación económica consciente, la distribución de la producción económica –riqueza, ingresos y productos- se hará siguiendo el principio de que a cada uno le corresponde según su contribución productiva, según su aporte (su trabajo).
A comienzos de 2018, el cuadro es otro: No hay recursos para cancelar la deuda social, en el país con las más grandes reservas petroleras. El parque industrial está destruido. La renta llega a su mínimo en 30 años, no por caída de los precios, sino porque la producción que era de 3,2 millones de barriles diarios en 1998, se ha reducido a 1,7 millones. No se distribuye la renta petrolera, sino papeles sin valor, papeles que la inflación devora en el camino.
Entre el anuncio y la entrega de los bonos la inflación reduce su valor. El bono navideño fue anunciado cuando el Kg de pollo costaba Bs. 24.500. Cuando se hizo efectivo el kilo estaba ya a 150.000. Reproduciendo la carrera de Aquiles y la tortuga. Se emiten más papeles que propician más inflación. Venezuela deja de ser un país petrolero y se convierte en país productor de papeles. Papeles sin valor que inundarán la economía, en busca de productos inexistentes, hasta ahogarla sin remedio.
Esta tragedia, vivida por una veintena de países, se reedita en Venezuela con idénticos y lamentables resultados. Por cierto, alivia saber que en países que padecieron esta desgracia fue desterrada para siempre, sus ciudadanos aprendieron a repudiar a los vendedores de paraísos con emisión de papelitos que pretenden contrariar el postulado bíblico de “ganarás el pan con el sudor de tu frente”.
Nada de lo que íbamos a hacer, según el Plan de la Patria, se hizo. En cierta forma era imposible alcanzar los objetivos, era inviable. Pero lo que está ocurriendo en 2018 es un asunto diferente, es la renuncia a los postulados esenciales, un cambio de objetivos. No se trata de fomentar la cultura del trabajo, ni de aumentar los salarios.
Es justamente lo opuesto: repartir bonos a los que no trabajan, pero afiliados al partido político oficial.
La suerte del trabajador venezolano del siglo 21 es tan lastimosa que ni aun adoptando el régimen “A pan y agua”, puede subsistir. Siga conmigo los cálculos, amable lector y verás la cruda realidad.
Considere un grupo familiar de 4 miembros: padre, madre y 2 menores. El pan más barato cuesta Bs. 4.000, cuéntese 2 panes en cada comida, son 24 panes al día x 4.000 = 96.000. Bs. diarios. El gasto mensual sería 2.800.000 bolívares, (96.000 x 30). Y el salario, en cifras redondas Bs. 800.000 al mes. Póngale que trabajen padre y madre.
De modo que el Ingreso familiar = Bs. 1.600.000. Tomando agua del chorro, hay un déficit de Bs. 1.200.000 mensual para sostener el simple régimen de pan y agua. Sin jabón, sin crema, sin pasajes, sin ropa, sin nada.