Cabe de entrada una aclaratoria, que puede asumirse sin duda como una premisa clave y fundamental. Convengamos que saquear es malo. Acordemos que quien saquea comete un hecho delictivo, un crimen contra la propiedad privada, el trabajo y esfuerzo de aquellos que han cumplido con todas las formalidades legales y empresariales para mantener su negocio, abasto o establecimiento en pie, a pesar de esta tragedia en forma de gobierno que hoy se aferra al poder en el país, y que ha dedicado importantes y sistemáticos esfuerzos durante casi dos décadas a cerrarlos y proscribirlos para reemplazarlos. Los hechos y acciones que han roto el velo de la censura y han sido noticia, dando cuenta de saqueos o intentos de saqueos a locales, abastos y depósitos de alimentos o gandolas que los transportan, son señal del clima de caos, anomía y anarquía que parece crecer en el país. Y son señal también una mezcla compleja de hambre, impotencia, desesperación y convulsión.
Indistintamente han sido objeto de estos hechos establecimientos o depósitos de la red de distribución pública de alimentos, como negocios de privados y particulares. Videos, con su carga de angustia y pulso nervioso mientras son grabados, personas corriendo o gritando con algo en mano, hablan por sí solos. Son la precaridad de una sociedad hecha imagen violenta. Son la versión decadente y audiovisual del hombre nuevo, revolucionario y socialista. O incluso también de aquellos que sin serlo, parecen compartir un ideario de rentismo, clientelismo y rebatiña.
En el pandemónium sobre el que navegamos, evitando que la desesperanza agriete el ánimo e intentando llegar a las aguas tranquilas de la cordura y sensatez cotidiana, algunas “lógicas” parecen instalarse en algunos razonamientos y en ciertas percepciones colectivas. Lo ético, imperativo y necesario, se torna diminuto y escurridizo. A fin de cuentas, han sido años en los que la “revolución” se ha dedicado a relativizar y erosionar los conceptos de “trabajo”, “esfuerzo”, “empresa”, “propiedad privada”, “mérito”, “calificación”o “estudio”. La hiperinflación es hoy el verdadero legado de Chávez. El “carnet de la patria” no sólo es miseria plastificada, sino la institucionalización de la sumisión y sometimiento a un pueblo como criminal y discriminatoria política del Estado-Partido, a fin de repartir las migajas que el fracaso del modelo económico interventor va dejando. No aspires a algo mejor. No quieras ser libre de comprar lo que quieras y donde quieras con tu trabajo y un salario que valga. No. Tu futuro y felicidad caben en ese rectángulo de plástico.
Hay hambre en Venezuela. Hay un crecimiento dramático e inhumano de la desnutrición infantil. La cesta hace años no solo no es básica, sino inalcanzable e imposible. Pero ¿Es el hambre la única explicación de los saqueos de las últimas semanas? Y en todo caso, ¿Es una razón legítima y válida para hacerlo? Ni la respuesta es una sola, ni tampoco es sencilla, ciertamente. De seguro tiene que ver con el lugar que ocupan hoy los valores y antivalores en nuestra sociedad, y en quienes han alterado su orden y lugar. En medio de nuestra peor crisis política, las respuestas tienen forma de culpa. Una culpa que aún está instalada en el poder.
@alexeiguerra
Capitalismo lunar – Saqueos, valores y antivalores
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