FOTOS: La Carora de avanzada retrocede en el olvido

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En el pasado y recuerdo de los caroreños, de venezolanos  de otras regiones y extranjeros quedó el comentario colectivo y fijadas imágenes mentales de que Carora posee uno de los cascos coloniales más bellos y mejor conservados de Venezuela.

Efectivamente, así lo fue, pero hoy quedan prácticamente ruinas. Quienes la observaron hace más de veinte años atrás pueden asegurar que disfrutaron a plenitud aquella herencia producto de la colonización de un formato típico de una ciudad española de la época, estilos de construcción, materiales utilizados, planeación de sus calles, edificios gubernamentales e iglesias situada alrededor de la plaza central que luego de la independencia pasó a llevar el nombre del libertador Simón Bolívar.

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Uno de los testigos a finales de la década de los ’80 de haber tenido contacto con la imponente zona colonial de la capital del municipio Torres fue Marco Antonio, el conocido Musiú Lacavalerie, recordado hombre de la televisión y radio venezolana ya fallecido, narrador de los Tiburones de La Guaira.

Dejó una corta grabación que se oyó por varios años en la programación diaria de una emisora de radio local, que entre otras cosas decía: “Carora tiene su zona colonial, ganado, azúcar y lindas mujeres. ¡Que suerte tiene el caroreño!”.

Sin embargo, la involución social, económica, política, cultural y deportiva experimentada en  Carora en las últimas dos dácadas ha acelerado su empobrecimiento, distando mucho del potencial que durante tanto tiempo la llevó a mantener la autogestión con su propio símbolo de progreso, en el caso de la Compañía Anónima Planta Eléctrica de Carora (Capec), instalada al lado del Teatro Alirio Díaz, cuando ni siquiera esta edificación cultural estaba en la mente de quienes la diseñaron.

La misma generaba 53.000.000 kilovatios hora, poseía 12 motores marca Deutz, procedentes de Alemania con los cuales generaba la luz que surtía a todo el municipio Torres y se encontraban en perfecto estado operativo, sin depender de nadie. Por muchos años fue la envidia de poblaciones de los municipios Morán, Jiménez y hasta de la capital del estado que apreciaban a Carora como una tierra de empuje privado e independiente.

Esta manera de contar con su propia energía brindó estabilidad al sector público de Carora y al privado representado este último por el sector comercio. Era la Carora de emprendedores. De las grandes ideas.

Es solo una muestra de lo pujante que fue Carora durante el recién finalizado siglo XX, cuna del equipo Cardenales de Lara, incluyéndole sus propias represas, la Cuatricentenaria, Los Quediches y El Ermitaño. Activó el empleo con dos centrales azucareros, La Pastora y Carora, así como con la llegada de la empresa Inlaca, procesando los lácteos que consumían sus habitantes.

Funcionaba el Aeropuerto La Greda con vuelos comerciales facilitando a los caroreños la flexibilidad de viajar a Barquisimeto con mayor rapidez. Esta terminal aérea tuvo su auge en el año 1985, cuando el aeroclub tenía un total de 20 aeronaves y el aeropuerto mantenía un constante movimiento de aeronaves privadas, pero a partir de 1995, con el cierre del aeroclub, el aeropuerto decayó y está abandonado. La pista no posee marcaciones, predominan obstáculos y maleza con presencia en ocasiones de animales pastando.

Se inició en la década del ‘40 con el gobierno de Eleazar López Contreras y se inauguró en 1950 con el gobierno de Marcos Pérez Jiménez, en plena efervescencia del nacimiento de la aviación venezolana.

Un nuevo respiro para el despegue económico y moderno para Carora, en el área de navegación aérea, representa la remodelación de esta infraestructura que el gobierno tiene en proyecto, sin precisar fecha ni modelo.

Sin duda alguna que su fortaleza mayor es la ganadería, y su creación única la raza tipo Carora por parte de la Asociación de Criadores de Ganado Carora (Asocrica) en el Centro de Inseminación Artificial.

Ver a Carora en el 2018 y compararla con aquellos desarrollos de emprendedores locales  permite rápidamente concluir su vertiginoso retroceso, su quiebra, su abandono y casi que su desaparición como ciudad.

Entrar a Carora por la parte sur, circulando por la avenida Francisco de Miranda, y dirigirse por dicha arteria vial hasta la zona centro, es encontrarse con un panorama devastador. En lugar de disfrutar de sus espacios, las aceras se encuentran abarrotadas de buhoneros que estorban la movilidad peatonal en esta urbe, al tiempo que dejan sucia con desperdicios las áreas que ocupan en el día.

De noche el sitio se convierte en una ranchería con casuchas improvisadas donde pernoctan y hacen sus necesidades fisiológicas estos informales al aire libre, sin que les sean aplicadas las ordenanzas municipales en materia de preservación de espacios públicos y regulación de comerciantes infractores del pago de impuestos al municipio.

El municipio no se hace sentir contra esta situación ni ejecuta su competente autoridad. No muestra disposición para devolverle la honorabilidad al centro de Carora y el derecho a los peatones de contar con sus espacios retirando a estas personas, que si bien tienen derecho a ganarse la vida, también el deber de respetar las leyes que les prohíben llevar a cabo actividades económicas en la calle evadiendo todo tipo de impuestos, con los agravantes de no contar con la respectiva permisología comercial y sanitaria.

Respecto a la Zona Colonial de Carora sus principales estructuras se desmoronan porque no cuentan con mantenimiento. Por este estado de abandono dejaron de ser atractivo turístico y prioridad de las autoridades.

Desapareció la iglesia San Dionisio, ícono histórico de Carora, y con ello las losas de mármol del altar, el cableado eléctrico, la reja de hierro de la cerca perimetral y la madera del techo.

El Portal de los Zubillaga, otra obra de gran valor histórico de siglos, casa del héroe epónimo del estado, Juan Jacinto Lara, está en el abandono gubernamental y nadie se aboca a su rescate para que no desaparezca.

“No se acabó la casa ni con temblores ni con la gran inundación de la década del ‘70 y cayó por responsabilidad de Edgar Carrasco (alcalde reelecto de Carora)”, denunció Aída Riera, residente de la zona, se lee en una nota digital del periódico local.

Los adoquines que delimitan las ocho hectáreas de la Zona Colonial de Carora con el resto de la ciudad presentan un marcado deterioro. Las calles tienen hundimientos en varios tramos y en otros desniveles.

Uno de los lugares de mayor importancia es la Plaza Bolívar, situada entre las calles San Juan, Comercio, Lara y Bolívar, frente a la catedral San Juan Bautista, el Balcón de los Álvarez (donde se alojó el Libertador);  La Casa Amarilla (viejo cabildo y cuna de la tradición del Diablo de Carora).

No basta la presencia de todo este cúmulo patrimonial en plena Zona Colonial cuando no existe para este lugar el más mínimo respeto de parte de concejales, alcalde y consejos comunales. A pesar de encontrarse ahí la estatua del Libertador, que merece tributo, respeto y toda la consideración de las autoridades locales, no cuenta con suficiente mantenimiento, ni bombillas funcionando desde hace varios meses, y de noche es totalmente oscura.

Por lo tanto, dejó de ser un espacio de encuentro de familias para la tertulia y el sano compartir, y se convirtió en refugio de delincuentes de alta peligrosidad.

El olvido otorgado por las autoridades a la Zona Colonial de Carora surte hoy sus efectos.

Para los ciudadanos esta zona se suprime todos los días a partir de las 6:00 de la tarde, como si se tratara de un cementerio, porque nadie la visita en horas de la noche, a excepto algunas personas que están obligadas a transitarla por tener allí sus hogares establecidos.

Todos los avances que se fueron adquiriendo en Carora para el beneficio de sus habitantes se han extinguido progresivamente. Caso de los servicios del Saime, de la Cantv y Subinspectoría del Trabajo.

Respecto al Saime los caroreños deben asumir altos gastos por concepto de pasajes y comida, trasladándose forzosamente hasta cualquiera de sus dos oficinas en Barquisimeto para llevar a cabo diversos trámites, una ubicada en el sector El Ujano y la otra en la Avenida Lara. La oficina de Carora quedó prácticamente para atención al público sin resolver casos puntuales.

Respecto a la Cantv, las taquillas de atención en la sede ubicada en la calle Carabobo dejó de funcionar al público hace varios años. Quienes requieran de servicios de telefonía fija, de internet u otra gestión en materia de telecomunicaciones igualmente deben viajar hasta la oficina centralizada en Barquisimeto.

En el caso de trabajadores que necesiten iniciar a su favor acciones reivindicativas infringidas por el patrono, en su relación de trabajo, o patronos contra irregularidades de sus empleados, regidas en la Ley, no lo pueden llevar a cabo en Carora, ya que la oficina, pese a que existe estructuralmente, no está funcionando al público porque no ha sido designado un subinspector que ejerza dicho cargo.

En cuanto a la vialidad urbana el 95% está destruida. Por una parte imputable a Hidrolara que luego de reparar tuberías no pavimenta la zona en la obra ejecutada (caso de la calle Lídice, calle El Carmen y calle Vargas) por citar tres ejemplos, y por la otra, la extinción del tiempo de utilidad de la capa asfáltica.

Carora es una población que tampoco cuenta con espacios abiertos de recreación de carácter público, lo que obliga a las familias a permanecer encerrados en sus hogares, fomentando el sedentarismo y limitando el compartir al aire libre. No posee centros comerciales, sino estructuras comerciales alejadas de este tipo de modalidad de las grandes ciudades.

Lejos de crecer, Carora experimenta actualmente la ida de valiosos caroreños a otros estados de Venezuela y a la propia capital de Lara, en quienes pudiera estar gestarse un nuevo germen multiplicador de fuerzas demoledoras capaces de encender ambiciosas ideas para la instauración de una ciudad moderna, que deje atrás la equivocada visión pueblerina que de esta urbe tienen propios y foráneos.

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