Su madre tuvo un parto prematuro, con apenas 24 semanas de gestación nació Lorena Alejandra Piñero Olaizola. No pasó mucho tiempo para que le diagnosticaran parálisis cerebral y si bien desde un principio no podían especificar el grado en que se presentaría, con el paso de tiempo se dieron cuenta de que solo la parte motora resultó perjudicada.
Como todo niño con alguna diferencia, su infancia no fue sencilla, especialmente por el hecho de no entender lo que pasaba ni el trato de los demás hacia su persona.
Lorena además debió enfrentar el hecho de no contar con las herramientas que le permitieran tener las experiencias normales de cualquier pequeño, cosas como subir o bajar escaleras, debido a que necesita cierta ayuda que en muchos casos no recibía por el hecho de no contar siquiera con un pasamano.
Lorena recuerda que desde el punto de vista intelectual ciertas cosas le resultaron complicadas a la hora de aprender, además de la poca pedagogía mostrada por algunos docentes, siendo víctima de señalamientos incluso por parte de estos. “Me decían que no iba a aprender. Era disléxica y me costaban los números”.
Desde temprana edad debió someterse a señalamientos, tanto por niños de su edad como de adultos y al igual que cualquier persona en esta situación tuvo momentos difíciles, pero no desfalleció. La adolescencia fue una de las etapas más complicadas, pero también logró superarla y le sirvió de impulso para aceptar lo que Dios le había deparado.
Lorena nunca tuvo un trato preferencial e incluso sus padres no aceptaron inscribirla en una escuela especial, por lo que debió adaptarse “a lo normal”. Pese a que los tiempos escolares no le dejaron un buen sabor, no dudó en continuar con su educación superior, ingresando a estudiar derecho en la Universidad Fermín Toro (UFT).
Fue entonces cuando la estudiante decidió ser parte del cambio que quería ver, por lo que fue una de las personas que impulsó la adaptación arquitectónica de la universidad para las personas con discapacidad, es decir, que se colocaran rampas, ascensores y otras ayudas que le dieran a ella y otros compañeros con ciertas condiciones físicas la comodidad como cualquier otra persona.
Este fue uno de sus primeros logros e incluso, realizó su trabajo de grado con la temática anteriormente mencionada, incentivando a las empresas y demás espacios colectivos a darle los mismos derechos a los ciudadanos con ciertas discapacidades.
Lorena continuó capacitándose y realizó una maestría, demostrando cada vez más que la única limitante que puede existir es el temor.
A pesar de sus estudios, ninguna propuesta de trabajo era aceptada, incluso envió su currículo a Caracas pero tampoco la tomaron en cuenta.
No fue sino hasta el 2007 que recibió una propuesta laboral de la alcaldía de Iribarren, que en ese entonces estaba bajo el mandato de Henri Falcón.
Allí comenzó a ocupar ciertos espacios, como también lo hizo en la Asociación de Parálisis Cerebral (Aspase) en la entidad larense, en donde estuvo encabezando el proyecto.
Contribuyó también a la creación de la Ley para las Personas con Discapacidad y actualmente se encuentra trabajando como coordinadora en el Consejo Estadal de Atención Personas con Discapacidad (Ceapdis) en el estado Lara.
“Mi mayor logro es sensibilizar”, expresó, puesto que ha superado todas las dificultades que se le han colocado en el camino y ha podido salir airosa y además, poder dar testimonio de esto con el fin de que los demás también vean la importancia de superar las barreras y romper los paradigmas que en muchos casos son creados por la sociedad e incluso, por los mismos familiares por temor a que algo malo les pueda suceder.
Respeto, tolerancia y sensibilidad cree que son valores fundamentales para el trato hacia otro ser con alguna condición. Si bien con el paso de los años ha aprendido a prestar cada vez menos atención a las miradas con lástima o a los comentarios negativos, Lorena no niega que “a veces hecho mis lloraditas”, sin embargo no permita que esto la sobrepase y sigue adelante.
Lorena se encarga de verle el lado positivo a la vida y no duda en llevar la suya con normalidad, disfrutando de las pequeñas cosas y otros placeres como le produce cantar.
“Tengo un lugar especial, muy cálido donde siempre voy con amigos”, dijo para referirse a ese entorno social que no deja de tener por poseer parálisis cerebral, logrando que las demás personas la vean como una luchadora y un digno ejemplo de que los límites existen nada más en la mente.