El mejor equipo que puede llevar consigo un viajero “es tener un talento especial en el pecho y una visión especial bajo las cejas” (Chin). He aquí lo que es el verdadero arte de viajar; lo que interesa es saber si uno tiene corazón para sentir y ojos para percibir mejor todo lo que la vida ofrece en un viaje.
Cuando anunciaba el capitán que estábamos a punto de aterrizar en Ámsterdam yo temblaba de emoción, sentí como si aquello fuera otro mundo, en efecto lo es: Paisajes, molinos, puentes, canales, callecitas que invitan a caminar, la brisa silenciosa rodando por los campos otoñales mostraba también allí como en el ser humano, el pausado andar de los años, más lejos los mástiles y jarcias también dejaban ver en su crujir el paso del tiempo. Así como fluyen las aguas por doquier, así mismo fluye el amor de sus poetas por el fértil paisaje holandés.
El parque más céntrico de Ámsterdam lleva el nombre del poeta Joost ven den Vondel, perteneciente al siglo de oro de Holanda, él es para las letras holandesas lo que es Cervantes para nuestro idioma español. Holanda se enorgullece de tener a escritores de la talla de Harry Mulisch, cuya obra “El atentado” marcada por la Segunda Guerra Mundial y llevada al cine, ganó Oscar y un Globo de Oro como mejor película extranjera. Asombrosamente siendo Holanda un país tan pequeño es el que cuenta con más cantidad de Premios Nobel: El primer Nobel de Química de los Países Bajos fue otorgado en 1901 a Jacobus Henricus van Hoff, igualmente el primer Nobel de Economía en 1969 fue para el holandés Jan Tinbergem, en 1924 ganó el Nobel de Medicina Willem Einthoven, en el año 2000 ganó el Nobel de Física Andre Geim, de nuevo este Físico fue galardonado en 2010 con el Premio Nobel de Física. Mayor honor no es posible ni mayor gloria y orgullo para Holanda tierra de talentos.
Para ti Holanda:
Tus poemas y tu tierra me empujan a navegar sobre el tiempo, sobre la luz y sobre tus magias en noche de tiempo diluido. Te presto mis estrellas en esta noche negra y fría de otoño, iguaj sus brillos y calor, te presto la miel de los cañaverales de mis valles, te presto mis profundas selvas para que se caliente tu corazón de otoño y vuelvas a florecer como si nunca hubieras dejado de ser primavera, te presto la suavidad del café de mis montañas, te presto la terracita desde donde se puede ver un alba radiante o un crepúsculo ardiente en tarde bermeja.
Préstame tu otoño de horizontes, yo te presto mi humilde pluma enamorada. Ayúdame a recoger tus hojas de sabiduría, a ti se te secan las hojas y se caen, también a mí en la estación que me asiste, ya se asoma la nieve en mis cabellos. Tú me prestas la hermosura de tu entorno, yo mis dedos y mi pluma para escribir otoños increíbles.
Préstame tu rico cielo de armonías para poder ser en la vaga noche de tu estación una plegaria, el sabor de la vida, el sueño de un colibrí, un enigma escondido o los eventuales dones de seguir buscando el fruto que aún no alcanzo.
Yo te presto ni idioma, tú me prestas el tuyo para poder traducir el encanto de tus praderas y tus flores, definitivamente porque a las dos nos une inevitablemente el misterioso amor de las palabras, siendo así, de mí no te salvará el ejercicio de mi verso, después de haber visto y admirado lo vasto de tu aurora, tus canales y tus campos.
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