La cantidad de venezolanos en el exterior es una cifra que va en ascenso, algo que se puede evidenciar con el simple hecho de visitar los organismos encargados de gestionar documentos para que sean válidos a nivel internacional; en el caso del estado Lara: el Edificio Nacional.
Es común pasar por el lugar en la mañana y ver largas colas de personas esperando realizar alguna gestión; pero esto es apenas una parte del tortuoso proceso al que deben someterse quienes se enfrentan a estos trámites.
El 25 de octubre Carlota Castro (nombre utilizado para resguardar la identidad de la persona) tuvo su cita para apostillar sus documentos, el simple hecho de haber conseguido un cupo para poder hacerlo ya lo consideraba un logro debido a que generalmente la página web, correspondiente al Ministerio del Poder Popular para Relaciones Exteriores, se colapsa y son pocos los días en que se otorgan citas para realizar el proceso.
Antes de las 6:00 de la mañana se encontraba afuera del Edificio Nacional, si bien dicen que las oficinas trabajan de 8:00 de la mañana a 12:00 del mediodía es de conocimiento público que incluso las personas pernoctan para estar entre los primeros en la larga fila.
Ese día vio el amanecer desde aquel lugar, había una sola cola pero quienes apostillarían se anotaron en una lista. La información sobre lo que realmente solicitan es imprecisa por lo que había llevado sus papeles en carpeta y páginas blancas tamaño carta además de algunos timbres fiscales; sin embargo hay vendedores que “orientan” y venden sobres manila y páginas tamaño oficio, siendo estos los verdaderos recaudos.
Aproximadamente a las 7:30 de la mañana un funcionario comenzó a organizar a las personas acorde al trámite que realizarían, ciertamente a la hora estipulada se dio inicio al ingreso de los usuarios.
Castro subió al tercer piso de la edificación, el que considera como “el purgatorio” siendo el paso antes de “alcanzar la gloria” de apostillar. Asegura que es, sin duda alguna, donde hay más desorden debido a que se conglomeran cientos de personas que están ingresando o retirando ciertos documentos.
No pasó mucho tiempo cuando ingresaron las primeras personas a apostillar, pero una mala noticia apareció: le comunicaron que no había sistema y que las citas serían reprogramadas. La incredulidad de los presentes generó que se amontonaran en la puerta de la oficina donde se realiza el trámite para comprobar que la información era cierta.
Algunos decidieron quedarse, otros se fueron. Ella esperó algunos minutos antes de salir del edificio, la frustración la invadió, especialmente porque el simple hecho de pedir una cita es sumamente difícil. Dudó entre las opciones de solicitar una nueva fecha en otro estado o esperar que se le reprogramara la que había perdido.
Cada día intentaba ingresar otra vez a la página para verificar si tenía una nueva información, pero no era así, tampoco al correo le enviaron una nueva notificación. No fue sino una semana después que su pareja logró ingresar al portal web y le informó que la cita se había cambiado para el 9 de noviembre.
Un nuevo intento
El pasado jueves repitió el proceso que había realizado dos semanas antes, se despertó antes de las 5:00 de la mañana y se dirigió al Edificio Nacional. En esa oportunidad era distinto el orden, no era una sola fila, había dos: una para apostillar y otra para los demás trámites.
“Apenas llegué un joven me abordó, fue quien me indicó que se estaba haciendo otra cola. De una vez me dijo que ese día solo iban a atender a 100 personas, pero que él tenía el número 39 en la fila y que me lo podía vender por 10 mil bolívares”, detalló que para la hora ya habían cerca de 200 usuarios esperando realizar dicho proceso, sin embargo prefirió quedar “a la buena de Dios” y no pagar.
Transcurrieron las horas y al igual que en su primera cita debió esperar para ingresar, lapso durante el cual se generaron conversaciones con las personas cercanas en la cola, quienes en su mayoría tenían citas reprogramadas de otros días. El sistema caído fue común a lo largo del mes de octubre por lo que al menos cinco fechas habían sido reprogramadas para el jueves 9 de noviembre.
La cantidad de usuarios fue abismal, asombrando incluso a los mismos trabajadores, contó Castro. La lista para organizarse la habían hecho desde la madrugada y era la que estaban usando una vez en “el purgatorio”, sin embargo no faltaron “los vivos”, aquellos que a toda costa querían pasar primero a pesar de que no se habían organizado.
Castro aseguró que no faltaron las peleas y empujones, lo que provocó la molestia de los funcionarios quienes amenazaron con paralizar el proceso y atender solo hasta el mediodía.
Una vez lograron organizarse, el proceso comenzó a transcurrir con cierta rapidez, pasando cinco usuarios por turno.
“Es horrible la cantidad de personas, algunos con niños pequeños; la bulla, el calor y que ni siquiera abrieron los baños. Recorrí varios pisos buscando algún sanitario y todos estaban cerrados… al menos al público”, dijo.
Faltaban pocos minutos para la hora de almuerzo cuando la joven estaba cerca de la puerta para entregar sus papeles. “Parecía la procesión de la Divina Pastora porque había personas haciendo una cadena humana, como los celadores, para evitar que se metieran los `coleones`”.
Poder entrar a la oficina significó la gloria, el proceso le tomó si acaso un minuto; sentía que había alcanzado el cielo. Pero ahí no terminó todo, ahora debe esperar cerca de un mes para realizar un procedimiento similar para retirar sus documentos apostillados; aseguró que si bien era más tiempo de lo que estimaba al menos se sintió satisfecha porque pudo cumplir con una pequeña parte de lo que implica emigrar en estos días.