Pereira Meléndez: Nunca he dejado de creer en el Derecho y la Justicia

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Para él la educación se adquiere primordialmente en el hogar. Se confiesa una persona pueblerina que jamás ha querido adaptarse al ritmo de una metrópolis; y es que, a su juicio, para ser un triunfador en la vida no hace falta radicarse en una gran ciudad.

Su nombre es Leonardo Pereira Meléndez, conocido profesional del Derecho regional, escritor, poeta y profesor universitario; quien resultó ser el invitado de esta semana al Desayuno Foro de EL IMPULSO.

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Conversando con el director y director/editor de esta casa editorial, Juan Manuel Carmona y José Ángel Ocanto, respectivamente, Pereira Meléndez confesó ser una persona de dos vicios (los libros y las mujeres) y pocos pecados; uno de ellos fue haber creído en el proyecto de Hugo Rafael Chávez Frías.

Los principios con los que han crecido sus hijos (Gregoria y José Leonardo), fueron los mismos con los que le criaron su madre Gregoria Meléndez –ama de casa que nunca fue a la escuela- y padre Hipólito Antonio Pereira –comerciante-.

«Nunca he dejado de creer en el Derecho, jamás he dejado de creer en la Justicia, por lo menos en la que yo honro, no en la actual”, sentenció con firmeza.

Chipororo y su rebeldía escolar

Pereira Meléndez nació en Carora pero su infancia está arraigada a un caserío de cinco casas llamado Chipororo y situado en Aregue, municipio Torres del estado Lara; como también al pueblito San Cristóbal de Aregue.

Comenzó sus estudios primarios en el Instituto María Inmaculada de Carora y terminó el bachillerato en el Colegio Libertador, “que quedaba cerca de la sede del Diario Carora”.
-¿Cómo recuerda su etapa infantil?

-He sido siempre un muchacho travieso. Era muy tremendo y por eso me expulsaron de mi primer colegio y del Cristo Rey.

Mi mamá fue muy estricta en la formación de sus hijos. Yo le tenía más miedo a ella que a la policía. Si me daba permiso para salir tenía que estar a las 9:00 de la noche en punto y por eso jamás llegué a ver una película completa en el cine.

Nunca me he ido de Chipororo, nunca me he ido de San Cristóbal y, por supuesto, nunca me iré de Carora.

-¿De dónde nace el cariño a la literatura?

-Mi amor hacia la lectura lo aprendí fue de él. Era un constante lector de Rómulo Betancourt. Compraba inclusive leyes, sin ser abogado. Yo aprovechaba su biblioteca y en una oportunidad yo leí un librito que se llamaba el Código Penal y me enamoré de eso. Me parecía muy fácil, yo tendría entre 12 y 13 años de edad.

A los 16 años comencé a escribir mis artículos.

Siempre me ha llamado la atención todo lo que acontece de la vida. Yo digo que los seres más felices son los seres que son ignorantes.

A los 20 años ya había leído la Biblia y no porque soy católico; sino porque es fundamental saber de la historia.

Mis comienzos en la poesía fueron dedicados a una linda joven que estudiaba conmigo.

Cuando muchacho comencé a leer a Franz Kafka, me marcó mucho Carta a mi Padre. Cuando la leí pensé que yo la había escrito.

Recuerdo que mi papá, en el año 83, le compra a mis hermanas Raquelita y Vilma, un viaje a Canadá, México y Estados Unidos. Yo no quise ir, sino que me dieran el dinero y con eso me compré un viaje de libros.

Tuve la fortuna de conocer en Caracas a Ludovico Silva. Me llamaba la atención que él siempre tomaba un vaso de whisky y un cuartico de leche.

Me dediqué a leerlo y a conocer su obra. La única vez que no he ejercido mi derecho al sufragio fue un diciembre que me enteré que falleció. En su homenaje me fui a leer sus obras.

Pereira Meléndez jurista, escritor y esposo

Tiene 27 años ejerciendo el Derecho en Venezuela, aunque su madre quería que fuese médico. Anhela llegar a los 50 años litigando. Se graduó como profesional de las leyes en 1990. Fue juez, fiscal del Ministerio Público y ahora ejerce por su cuenta. También da clases como profesor universitario. Llegó a estar privado de la libertad durante año y medio.

-¿Cómo se decidió a estudiar Derecho?

-Las grandes familias de Carora siempre se han acostumbrado a tener un hijo sacerdote o un hijo médico. Era la tradición.

Mi mamá cada vez que hacía diligencias en Barquisimeto o Caracas solía comprar libros de medicina porque aspiraba que su hijo Leonardo fuese pediatra. Hasta me regaló un terreno y me dijo: ‘Hijo, tú vas a construir ahí tu clínica’.

Después del tercer año de bachillerato empiezo a enamorarme de las ciencias humanísticas y había averiguado dónde podía estudiar Derecho.

Un domingo, mientras le servían el mondongo de chivo a mi papá, le dije que: ‘Sépalo mamá que yo no voy a estudiar medicina, sino que voy a estudiar Derecho en Mérida, donde también quiero estudiar Letras’.

Cuando terminamos de comer me dijo que estaba bien pero que no me iba para Mérida; que iba a estudiar con mi hermana Raquel en la Universidad Santa María.

Cuando fue a inscribirme en Caracas, a sabiendas de que yo era tremendo y quizá mal estudiante, me dice: ‘Hijo mío, estudie y gradúate aunque sea de Abogado’. Yo le hice caso.

Yo nunca me he acostumbrado en las grandes ciudades. Desde hace seis años compré un apartamento en Barquisimeto pero aún no me acostumbro a la vida de la capital.

En Caracas me la pasaba en la biblioteca de la UCV, en el Ateneo de Caracas, en la Santa María y pendiente de los periódicos para saber cuándo iban a presentar un libro.

-¿Qué decidió hacer al graduarse?

-Al graduarme tuve varios ofrecimientos para trabajar en Caracas pero decidí volver a la provincia.

Quizás si me he quedado hubiera sido juez superior o un político de relevancia.

Me dediqué en Carora a ejercer. Coloqué mi escritorio jurídico y fui haciéndome poco a poco. Así he tratado de formarme.

-Cuéntenos de su faceta como escritor.

-En la actualidad tengo 20 libros publicados y algunos de ellos en el área de Derecho Procesal Penal.

Puedo escribir un libro de derecho procesal penal en tres meses. En cambio los poemarios son más difíciles.

Cada poemario mío es un divorcio. Mis inspiraciones son reales. Tengo siete u ocho poemarios, tengo siete u ocho divorcios.

Estando preso nació un libro. Hice una cátedra en Uribana y permaneció por años allá.

-¿En qué momento de su vida conoce a su esposa?

-La conocí en Carora cuando estudiaba el quinto año de Derecho. Su nombre es Moraima del Carmen.

He sido afortunado. Siempre me he preguntado qué hace una mujer tan hermosa al lado de alguien tan tosco y tan agreste como yo.

Me quedé con ella porque fue la única que se enamoró del poeta, del Leonardo travieso y loco. No era como aquellas muchachas del pueblo que siempre se enamoran del estudiante de medicina o del abogado. Todavía vivimos juntos.

-Cuando usted da clases en la Venezuela actual, ¿de qué Derecho habla?

-Del Poder Judicial venezolano lo que queda es el puro nombre; pero no por ello he dejado de creer en la Justicia.

En la actualidad todos los organismos públicos están subyugados al Poder Ejecutivo nacional; pero no por ello debo dejar de creer en la institución.

Yo comienzo dando la doctrina y luego la práctica pero les advierto que no hay Estado Derecho pero que deben formarse porque como muchachos les va a tocar una tarea muy compleja, que es reconstruir las instituciones que están ‘migajadas’.

En las universidades está pasando algo muy grave: más del 50% de los profesores se ha ido del país y más del 70% de los alumnos también se ha ido.

Pero no hay mal que dure 100 años. Yo todas las noches oro y pido que más temprano que tarde recuperemos la otrora democracia que no supimos valorar.

Digo la verdad aunque me lleve al sepulcro y creo la reconstrucción del país es a largo plazo. Hablaría yo de 20 a 25 años.

-¿Cuál es su apreciación sobre el TSJ juramentado por la Asamblea Nacional?

-La elección de estos magistrados fue legal e ilícita. Está apegado a la Constitución pero si hubiese Estado de Derecho en el país diría que es ilegal.

En estos días me puse a investigar y este tribunal juramentado en la OEA tiene antecedente: el tribunal de Núremberg -Alemania- que surgió cuando en el año 1945 no se encontraba cómo juzgar a los nazi.

Cuando no hay Estado de Derecho los juristas estamos obligados a hacer justicia e innovar el Derecho.

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