El problema de la eficiencia de los servicios públicos en Venezuela ha llegado a límites extremos, ya que han resultado infructuosos los intentos hasta ahora realizados en la búsqueda de satisfacer medianamente la demanda existente.
Fue así como en el país se planteó, con toda antelación en la década de los ’60, la construcción de la Represa del Guri como el centro de mayor generación eléctrica, dando origen al sistema interconectado nacional, así como también la construcción de una planta termoeléctrica en Morón, para contribuir a una mayor generación eléctrica.
Eran tiempos cuando la distribución y comercialización del fluido eléctrico estaba en manos de empresas de capital privado, manejadas por destacados profesionales de la ingeniería y las finanzas; se respetaba la meritocracia del personal adscrito y se disponía de un eficaz inventario de insumos en los almacenes.
Sin embargo, a partir del año 2000, con el arribo del “socialismo” al poder, comienza a desmoronarse este castillo de naipes con la estatización de las empresas del sistema eléctrico, dándole paso a ese elefante “rojo” llamado Corpoelec, con su carga de inoperancia y total desconocimiento de su misión o propósito.
Luego de todo un cúmulo de desaciertos la crisis no se hizo esperar, comenzando una enorme cantidad de prolongados apagones a lo largo y ancho del país, a lo cual los directivos del sistema eléctrico siempre han respondido con una serie de excusas banales, sin ningún sentido, propias de personas sin el menor conocimiento de la responsabilidad encomendada.
En la actualidad la crisis eléctrica ha sido abarcada también, por la desatada delincuencia, quienes se han dedicado a hurtar los tendidos de cables, transformadores y luminarias, siendo estos insumos de elevados costos y fabricados en el exterior en su mayoría, lo cual dificulta su reposición en el corto plazo, por el déficit presupuestario existente en las arcas del gobierno.
Por otra parte, hasta ahora no se vislumbra la más remota posibilidad por parte del gobierno nacional, de iniciar o acometer las inversiones necesarias para poder satisfacer, medianamente, la demanda de servicio existente tanto en el sector habitacional como industrial; además las plantas termoeléctricas no tienen capacidad para suplir el déficit del Guri, por operar a menos del 30% de la capacidad instalada.
No obstante, las consecuencias de esta errática política eléctrica las está pagando el último eslabón de la cadena, el consumidor, al cual se le ha racionado el consumo y además se le castiga con onerosas multas, cuando al tratar de mantener una adecuada calidad de vida se ven forzados a consumir por encima de lo establecido; a esto debemos agregar la oscurana a la cual están sometidas avenidas, calles y parques de las ciudades y poblados del país, por carecer Corpoelec de postes, luminarias, cables y transformadores y para colmo, ni siquiera poseen papel en sus oficinas, para emitir los recibos a cancelar por los suscriptores.
Finalmente, se impone que el Gobierno Nacional proceda, en primer lugar a proveer los recursos necesarios a esta vital actividad y luego, a colocar al frente del sistema eléctrico, a profesionales capaces, de reconocida trayectoria, que puedan concebir una programación ordenada, con una planificación a corto y mediano plazo, y de esta manera incrementar la suficiente generación eléctrica, que permita atender la demanda al día de hoy y en el futuro inmediato. Valor y pa´lante.