“Estoy solo en la oscuridad, dándole vueltas al mundo en la cabeza mientras paso otra noche de insomnio, otra noche en blanco en la gran desolación americana. Arriba, mi hija y mi nieta están cada una en su habitación, también solas: mi hija única, Miriam de cuarenta y siete años, que se acuesta sola desde hace cinco, y Katya, de veintitrés, única hija de Miriam, que antes dormía con un joven llamado Titus Small, pero ahora Titus ha muerto y mi nieta duerme sola con el corazón destrozado”.
Líneas iniciales de “Un hombre en la oscuridad”, radiante novela de Paul Auster, escritor norteamericano cuya obra nos muestra en toda su narrativa, la parábola de un país y una sociedad, la suya, en sus esplendores y caídas, a través de novelas cuyos personajes sin ánimo alguno de querer representar a nadie, representan una manera de encontrarse y perderse en la búsqueda de su destino personal, que inmerso en el social, se difumina a ratos, para reaparecer por retazos.
La literatura, aunque no lo parezca, se adelanta, desde la ficción y a veces, sin intentarlo, a sucesos que ocurrirán con una estructura nada literaria pero cierta.“Un hombre en la oscuridad” se me antoja ser una buena ventana para intentar descifrar el origen de argumentaciones políticas nuestras. Narra la historia de un escritor famoso y anciano, sujeto a una silla de ruedas que imagina escribir por las noches una historia, en la que sus personajes hacen cosas cuyo origen no comprenden. Se descubren “pensados” por alguien que se imagina una guerra interna en los EEUU, provocada por la independencia de cada uno de los estados y las guerras entre unos y otros, amén de los conflictos internos entre las diversas posiciones.
August Brill, alter ego de Auster, se imagina un personaje llamado Owen Brick que cuya misión le llevará a recorrer una buena parte de su irreconocible país, del cual parece desconocer el ambiente de guerra y sus efectos: hambruna, miseria, muerte, destrucción. Actúa sin saber por qué ni cómo regresar a su vida anterior, que incluye una esposa embarazada y su trabajo de mago. Su misión es matar al escritor, lo que ignora por moverse en dos realidades paralelas: Alguien, Auster, piensa a “otro” que a su vez se desvela en la oscuridad, “pensando” al hombre que ha de matarlo. Sin embargo, el destino puede ser burlado, si se asume tal posibilidad.
Nuestra narrativa política tiene rasgos similares: Hay quienes piensan que ha de votarse como salida democrática a una dictadura; otros en que es absurdo votar en tales condiciones y algunos, que da igual. El domingo se realizan elecciones a las gobernaciones pero seguimos especulando en la oscuridad, la razón de la divergencia. Las redes narran por dónde andan nuestros insomnios y desarticulaciones colectivas, el disenso y consenso. El CNE, escribe la novela eleccionaria: las oscuras reglas de juego que simulan respetar la participación de todos mientras la niega, cuyo guion es “editado” por el gobierno mientras es “escrito” por los intereses internacionales, que incluyen empresas mineras y las multinacionales, que incluyen en los suyos al presidente del país más poderoso del mundo. Escriben con diversos aliados internos, el destino del país en una novela llamada “Arco Minero”.
Aunque parezca haber dos vías, en este capítulo de la novela pareciera que la única vía es votar para quienes, hartos de épicas colectivas, creemos que la democracia es defendible y mejorable, pues nos permite la opción de actuar y rectificar a la luz de leyes y DDHH. No ejercer el derecho al voto trae consecuencias previsibles: reforzar el gobierno, que escribe el guion de la trampa. Más que a la oposición, se salva la democracia, única vía que puede oponerse al totalitarismo, ése que se llevó por delante jóvenes y sueños tempranos. En el totalitarismo el asunto, es de los pocos que han de mantener el poder a cualquier precio. En la democracia, el asunto del Arco Minero nos concierne a todos, incluyendo a los que no creen en ella. A quienes creemos que no hay violencia “buena”, para salvar un mundo que ha dado suficientes lecciones de lo que pasa cuando el molino se mueve con sangre. Y a los insomnes, que al parecer, son millares.