La democracia es una filosofía política social que tiene principios muy definidos para considerar que el gobernante sea un verdadero demócrata.
El primer principio: es la exclusión de la violencia en las relaciones sociales, que a quien no está con el gobierno no se le coacciona ni se le atropella, que siempre habrá medios para llegar al entendimiento y dar soluciones a los problemas sociales (hoy muy de moda con la palabra diálogo).
Otro principio de la democracia es que el pueblo escoge a sus gobernantes a través de un deber y un derecho que no es otro que realizar su elección con el voto individual, en nuestro caso los venezolanos reafirmamos que la soberanía reside en el pueblo.
La oferta está en la mesa y esos dos principios deberían ser la columna vertebral de su campaña, aun sabiendo que un buen político es aquel que convence a sus electores dando prioridad a la educación para la convivencia social y el trabajo, que dará solución a los problemas de seguridad ciudadana que no son otros que la seguridad de las personas y sus bienes, la tranquilidad pública, la moralidad, es decir, el cumplimiento de las buenas costumbres de cada uno de nuestros pueblos y regiones, la salubridad y el conservar el ambiente y ornato público; y como tercera prioridad la salud pública, el buen funcionamiento de los hospitales y otros centros de salud; como cuarta prioridad la administración de justicia que sí tiene que ver mucho con las funciones de los gobernadores de estados, sobretodo en el cumplimiento de los diferentes códigos de policía y las ordenanzas urbanas y rurales de policía que permiten la verdadera convivencia social.
Permítanme afirmar a mis lectores que elegir gobernadores en Venezuela no es otra cosa que dar cumplimiento a la descentralización del poder previsto en nuestra Constitución Nacional, es decir, no es una fachada de política partidista, es reafirmar que todos los venezolanos tenemos folklor, costumbres y muchos otros rasgos diferentes a otros estados; que el Amazonas es diferente a los Andes o que el Oriente es diferente al Llano y he llegado a pensar en el territorio venezolano de habla inglesa el día que se recupere el territorio en Reclamación del Esequibo; y es así que la unión de verdaderos líderes demócratas ejerciendo el poder de gobernadores con verdadero sentido democrático hace realidad esa Venezuela grande que queremos con verdaderas prácticas de trabajo en el campo, en la industria y en los servicios que son realmente el capital de cualquier país.
A ese recurso humano venezolano lo incentivo, lo llamo a cumplir el deber y el derecho de ir a votar y sentirse verdaderamente igual a cualquier venezolano, no importa que sea rico o que sea pobre, que sea gobernante o pueblo en general, puesto que hay tres momentos cuando todos somos iguales: cuando nacemos, cuando ejercemos el derecho y deber de elegir a nuestros gobernantes; y el de morir.
Por tales circunstancias debemos pensar que estas dos décadas han sido suficientes para haber aprendido qué es lo que nos conviene o que no, aunque dicen que la experiencia llega cuando ya no se necesita. Sócrates nos dejó un mensaje: «Mientras más se sabe más se conoce cuánto falta por aprender”.
Por ello cada día debemos tener suficiente motivo para reforzar la esperanza y el optimismo, usar las virtudes y talento que Dios nos dio para demostrar que uno siempre es más fuerte que las dificultades y que nuestra fe y optimismo rompe obstáculos. Darse por vencido es como morir.
Por el bien de todos debemos ser optimistas, no darle cabida a la desesperanza, que al vacío de existencia y participación hay que sustituirlo por obligaciones y ánimo de participar de vivir y hacer.
Nuestra obligación como buen ciudadano es promover la cultura cívica ante la adversidad una de las formas de conseguir la paz y el crecimiento de la creatividad.
Ahora más que nunca el campo es la solución, unidos todos por la paz, la convivencia, el respeto y la prosperidad de nuestro país.