La banda británica Marillion regresó – por segunda vez este año – para presentarse, el martes pasado, en el salón Plaza Real del Hotel Eurobuilding de Caracas, escenario donde hicieron sonar sus emblemáticos temas, y otros nuevos, que forman parte de su nuevo álbum Sounds That Can’t Be Made, que lanzaron en el mes de septiembre, disco número 17.
En esta oportunidad el concierto fue algo extraño, atípico, porque el recinto estaba dispuesto como para una fiesta de boda (mesas, mesoneros y hasta vasos de vidrios), no había un verdadero ambiente para reencontrarse con el rock; eso incomodó un poco a algunos fanáticos, quienes no sobrepasaron las 800 personas.
Por Venezuela abrió el espectáculo la banda Entrenos, quienes se pasearon por los temas de sus tres producciones discográfica, y contaron con un invitado especial, Arístides Barbella, del Grupo Malanga. Los jóvenes se lucieron con media hora de música, y al final, el público aplaudió el talento nacional.
Rock progresivo
A las 9:10 pm. sonaron los primeros acordes de la banda británica. Los asistentes se pusieron de pie para recibir, con gritos y aplausos, a sus ídolos del rock progresivo, quienes en los años 80 se consagraron como una de las agrupaciones musicales más prodigiosos del momento.
Con la energía que los caracteriza, entraron a la tarima Steve Hogarth (voz), Steve Rothery (guitarra), Pete Trewavas (bajo), Mark Kelly (teclados) y Ian Mosley (percusión), quienes lo volvieron hacer, volvieron a estremecer el recinto con su virtuosismo musical,un histrionismo que los hace elevarse en los escenarios, haciendo alucinar a sus fanáticos.
Comenzaron el repertorio con el tema Splintering Heart. Hogarth entró con la guitarra, a lo que preguntó “cómo están”, en español. Siguieron Cover my Eyes y Beautiful; el cantante, inquieto, se movía por todo el proscenio, abría sus brazos y se regocijaba al escuchar a sus seguidores. Por momentos abandonaba el micrófono para dejárselo a su público, quienes coreaban sus temas.
Hogarth cargaba un sobretodo negro, que danza junto a su cuerpo por toda la tarima. Se escuchó Power y Fantastic Place. Salió del escenario y regresó con una chaqueta negra y una camisa blanca. Interpretaron King y Sound That Can’t be Made, donde el cantante tocó el teclado.
Ansioso por escuchar a su público pedía más bulla, y de inmediato conseguía respuesta. “Muchas Gracias”, dijo en nuestro idioma. Los temas Kayleigh y Lavender no faltaron. Con sus cabellos y su rostro húmedo se quitó la chaqueta, y con el desparpajo que lo identifica, continúo con The Great Escape y Neverlard, mientras tocaba la pandereta.
Con un sonido impecable, que hacía destacar a los británicos en escena, las cuerdas de Steve Rothery (único miembro original de la banda) sonaban de forma magistral, embelesando a todos los presentes como súbditos.
Se retiraron, pero la algarabía se apoderó del salón. El púbico se puso de pie para ovacionar a sus ídolos del rock, quienes regresaron. Hogarth regresó vestido con un traje y corbata, con su guitarra en mano interpretaron The Invisible Man. Nuevamente se fueron, pero los aplausos no cesaban, nadie se movía, y los ingleses volvieron para interpretar No One Can, Easter y Garden Party .
Antes de finalizar el concierto Steve Hogarth comentó que el joven que le había estado asistiendo en los cambios de guitarra, entre otros detalles técnicos, era su hijo, quien estaba de cumpleaños esa noche, “está cumpliendo 23 años”, dijo con orgullo, y en de inmediato el público cantó junto al británico el cumpleaños feliz en inglés. El cantante abrazó a su hijo frente a su público.
Pasada las 11 de la noche Marillion se despidió, luego de haber dejado su talento en el escenario, como lo hicieron en el mes de abril en la terraza del CCCT. Se lucieron como grandes músicos y artistas que son.
Foto William Toledo