Por la puerta del sol – Mi carta (1)

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Hola mi gente querida de EL IMPULSO, no pude ir a decirles hasta luego, discúlpenme. Los últimos preparativos del viaje me coparon todo el tiempo, mas aunque voy a estar lejos de ustedes solo por un rato, siempre los recordaré a cada paso, estaré en contacto. Venezuela: Me llevo tu tricolor siempre circulando por mis venas como el mío propio, me llevo tus trinos que no son del árbol ni del pájaro sino del tiempo y madrugadas de la vida, voy a ganarle alegrías al tiempo, a reverdecer un poco y a refrescarme la memoria, voy a ver otros corredores, otras flores, otra gente, otro mundo, siempre con la misma razón que la existencia lleva en su botijo de esperanzas, porque en el ánimo como en el universo no tienen fin los sueños de los seres ni lo arduo de la vida. Mientras haya vida, hay esperanzas. Bello es poder soñar, mejor es lograr sentirlo, grandioso es darle play y disfrutarlo a plenitud.

Holanda: Poco a poco voy acercándome a ti, el lunes estaré allí con mi hija y mi yerno. Voy a visitarte buscando ciertamente encantarme la vida entre tus paisajes, a la vez liberarme de la asfixiante rutina, buscar un poco de tranquilidad, de descanso y alegrías al lado de los míos ¿y qué mejor tierra en esas latitudes europeas que tú?
Gracias a Dios haciendo un alto en Aruba antes de continuar el viaje, me canto a mí misma (como lo expresara Wal Whitman en su poema magistral) “Hay un mundo consciente (para mí el más grande) y ese soy yo. Injerto y multiplico los placeres en mi ser, traduzco los dolores a una lengua nueva” Holanda: Vivo y viviré otras cosas en tu mundo fantástico. El músico te adula, te ama el poeta, el pintor lleva a su lienzo tus coloridos paisajes, te pinta con la audaz policromía de su paleta; yo buscaré y rebuscaré palabras que puedan descifrar la composición melódica que de tus flautas mana rimas y más rimas de oro que iré atesorando sublimemente en mi cuaderno. Respiraré tu aire, suspiraré en ti Holanda, como dicen los poetas, al sentir la amorosa brisa que imprime armonías en la extensión callada, se volcará mi corazón en cada rincón, en cada detalle, en cada palpitar, en cada inspiración.

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Cuando se llega a la edad mayor nada se debe posponer, menos aún si la escuela de la vida no cesa de enseñarnos para qué sirve estar vivo, para qué sirve pensar, para qué sirve la tierra y el mar, para qué se hicieron los caminos sino para ir mirando y aprendiendo que en todas partes a donde vayamos a pesar de lo riguroso de las praderas, siempre habrá una flor azul para el que quiera y una esperanza retoñando por doquier. No es momento de dejar las cosas para mañana. La realidad es que el tiempo se acorta y también el camino que se hace menos largo en adelante.

¿Dónde habrá escrito Dios su sabiduría inescrutable? Somos en este mundo viajeros cansados de andar duros caminos, siempre con la esperanza atada al cuerpo, ansiosos de hallar en paraísos tan plácidos no tanto las grandes emociones, como la tranquilidad siquiera que el alma busca con avidez.

Hay un mundo consciente en mí y ese mundo soy yo; la base que me sustenta está clavada firmemente en lo que soy. Es todo eso que voy dejando tras de mí para que los hijos aprendan y los que vienen detrás también aprendan que ponerse en acción es mejor que sentarse a esperar que nadie hace por uno sino uno mismo, que nadie camina el sendero sino el que lo camina. Me aproximo a Holanda, voy llegando ya. Me asombra la luz del día, como asombra el pájaro madrugador temprano que canturrea en este momento…

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