Era un periodista culto, honesto, ejemplar. Era una cátedra abierta de amor por el Táchira y de todas sus manifestaciones deportivas. Durante casi medio siglo, día a día, visitó las instalaciones deportivas para inmortalizar en sus reseñas de Diario Católico las hazañas de la juventud en la frontera colombo – venezolana o para ilustrar cómo avanzaban sus ciclos de entrenamiento con miras a las diversas competiciones del ciclo olímpico.
Cirilo Depablos Soto era portavoz de un estilo periodístico, dinámico, refrescante y con una connotación humana que trascendía fronteras. No en vano se le conocía como el “maestro de maestros” del periodismo deportivo en la provincia venezolana. Él siempre fue orientador y factor de motivación para las nuevas generaciones, que salían de las universidades con la formación pedagógica, pero sin una sólida plataforma de cómo afrontar la realidad en una fuente que la academia miraba por encima del hombro.
En ese ambiente la pesada carga perdía su montaña de plomo porque Cirilo Depablos Soto con su espontáneo gesto cordial proporcionaba nuevas herramientas –desconocidas en las universidades- y el nuevo egresado comenzaba su trajinar con toda confianza en el maravilloso mundo de la fuente deportiva.
Código de Honor
La ética periodística siempre fue para él fuente de sabiduría y de crecimiento espiritual. Nunca se apartó del camino honesto ni se desplomó en el mundo de las tentaciones gubernamentales, interesadas en ocultar los desaciertos oficiales con ofertas palangristas.
“No podemos traicionar a los atletas, a sus grupos familiares y a sus seguidores”, escribió en su columna “Habladurías”, en Diario Católico, en respuesta directa a quienes desde las altas esferas del IND – Táchira utilizaban la táctica del “sobre por debajo de la mesa” para silenciar secretos a voces.
Todavía conservo el recuerdo cuando una alta autoridad le ofreció,a principios de la década del noventa,una “primicia”, en la antesala de una rueda de prensa, que inmediatamente rechazó en señal de respeto al grupo de colegas jóvenes a quienes proporcionaba sin ningún egoísmo enseñanzas en el campo de la realidad laboral. Siempre se le reconoció su perfil gremialista. Fue de los primeros que se colocó al lado de los promotores de la creación de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad de Los Andes – Táchira. Así, hablar de Cirilo Depablos Soto, es rendirle culto y respeto al hombre que hizo de la ética periodística y su vocación gremialista su Código de Honor.
Su Segundo Hogar
Era el líder de los pocos periodistas que se apersonaba en los escenarios deportivos para llevar a los atletas su voz de estímulo. Sus crónicas eran señales de un Táchira que pese a las vicisitudes buscaba nuevos senderos de progreso. Enseñó con ameno estilo periodístico a valorar el sacrificio del atleta, dignificándolos en épocas en que la ayuda oficial llegaba a cuentagotas.
A los entrenamientos, a los eventos competitivos, actividades oficiales y ruedas de prensa, era el primero que llegaba y el último que se marchaba. Desde siempre se le conoció como una persona amena para el diálogo y a través de ese talento abordó el deporte sin la prisa de la improvisación. Siempre fue solidario con los colegas de otros medios a quienes no les llegaba el transporte de sus empresas; él siempre cordial los movilizaba en su vehículo, fuente de sabiduría colectiva. Con él siempre viajaba su máquina de escribir, su cámara fotográfica y su radio de onda corta, que era fuente de documentación eterna en época que aún no llegaba el boom de la computación ni de las redes sociales sino que el trabajo giraba alrededor de la vieja máquina de escribir, el teletipo y el fax.
Con él, aprendimos a trabajar sin libretas y sin grabadoras, pues a través del método de la memorización en espontáneas conversaciones con las distintas autoridadeslogramos que afloraran datos que en otros escenarios no habrían revelado.
Cirilo Depablos Soto vio nacer, crecer y consolidar la Vuelta al Táchira en Bicicleta, la Media Maratón Internacional de San Sebastián, el club de ciclismo Lotería del Táchira, el Deportivo Táchira Fútbol Club y los más emblemáticos eventos deportivos en los municipios del Táchira. De todos ellos fue defensor ejemplar.
Génesis Educativa
El 29 de julio de 1929 nació Cirilo Depablos Soto en Capacho rViejo, municipio Libertad, estado Táchira. Sus padres Anita Soto y Eliseo Depablos movieron montañas para sacar adelante su numerosa familia. Tras su formación en centros educativos de Capacho y San Cristóbal, regresó a su pueblo natal para laborar como “guía escolar, cuya misión era recorrer las escuelas municipales que eran seis, solicitar los recaudos para ver si estaban al día o cualquier orientación que pudiéramos impartirle a los maestros”, expresó en 1987 a Elsi Casanova, Belkis Maldonado, Isabel Maldonado y Nancy Maldonado, quienes elaboraron la Biografía del Ilustre Maestro Cirilo Depablos Soto para el Seminario de Historia de la Educación en Venezuela, coordinado por el profesor Temístocles Salazar en la Universidad de Los Andes – Táchira.
En 1950, a instancias del monseñor Ángel R. Parada, comenzó a trabajar por primera vez como maestro en la Escuela Parroquial “Don Bosco” de Capacho, percibiendo trescientos sesenta y seis bolívares mensuales.
En esa institución permaneció diez años; entretanto, continuó sus estudios de Normal, a través del Instituto Profesional de Mejoramiento. Luego efectuó un curso de Directores de Núcleo en El Mácaro. Contrajo matrimonio con la señorita Isabel Useche, con quien formó una bella familia de siete hijos, todos profesionales y portadores de una sensibilidad humana de admiración.
En la citada Monografía se destaca además que en 1967, Depablos Soto fue trasladado a la Escuela Estadal Graduada “República del Ecuador”, en San Cristóbal, donde permaneció hasta 1987 cuando fue jubilado después de cumplir 37 años de labores educativas.
Temístocles Salazar en la Introducción del Diccionario Biográfico Pedagógico del Táchira del Siglo XX, libro que publicó Lotería del Táchira en noviembre de 2012, habla del reencuentro “con el rostro heroico, silencioso y mágico del maestro tachirense. La historia del Táchira –agrega Salazar- sin la historia de sus maestros y maestras es cuerpo sin alma, verbo sin metáfora, amor sin besos…”
Más adelante, Temístocles Salazar resalta que “por medio de estas biografías, más de sesenta por ahora, hemos reencontrado y descubierto todo un mundo sorprendente y enseñante de la pedagogía en el Táchira: procesos administrativos, estructura y política educacionales, métodos de enseñanzas que, incluso (si tomamos en cuenta el método Montessori en 1914) se adelantaban, en modernidad, a los que estaban en boga en Caracas; programas escolares, recursos didácticos, planos de estudio, reglas disciplinarias en el aula, tipo de exámenes, comunidades escolares, entornos familiares, sueldos devengados que dicen mucho de su heroísmo, perfil humano y profesional del maestro o maestra, amén de contar historias atinentes a la personalidad del educador en el cumplimiento de su deber en medio de condiciones económicas, geográficas y comunicacionales difíciles y duras (en mulas, canoas, bicicletas, jeep o a pie)…”
Ese educador de fibra humana, ese redactor integral que iluminó durante casi medio siglo en Diario Católico el deporte andino, siempre vivirá en la gratitud de las nuevas generaciones comunicacionales por su lealtad a la ética, al derrumbamiento de las barreras que aislaban a la mujer de la práctica deportiva y por impecable dominio de las estadísticas como herramienta de orientación al buen lector.
Honor por siempre al Maestro de Maestros del Periodismo Deportivo de la provincia en Venezuela.