Por ahí dicen que cuando menos se espera salta la liebre. De la esperanza de este salto de liebre estamos viviendo los venezolanos. Yo por lo menos. Podría ser ese salto, por ejemplo, la -tan cacareada por el podrido- invasión del imperio que, de paso, lo tiene aterrado. Pues miren, yo no me rompo las vestiduras por eso de “la planta insolente del extranjero”, ¿a estas alturas del partido? Ya tenemos juego doble, 18 innings en un empate ficticio, pero la verdad es que la provincia de Venezuela ha sido pisoteada por la planta insolente de los perversos isleños, que no sólo han chupado de su rica ubre hasta dejarla exangüe, sino que han matado y torturado a sus hijos a mansalva.
Si de imperios se trata y hemos de sufrir alguno, me quedo, sin ninguna duda, con el de los gringos. Para ser esta pobre y explotada provincia de una isla, como somos hoy, prefiero existir a lo Puerto Rico, Hawai o Filipinas. En estos países se vive, se come, hay oportunidades, aquí no somos ni podemos nada. La diáspora venezolana es colosal, tal vez sólo quedamos en la patria los viejos y los tontos. La planta insolente del extranjero vecino caribeño nos aplastó.
Sueño con verme en la calle, agitando una banderita de barras y estrellas al paso de los marines. Pero no creo que sea necesario. El catire del norte mueve un dedo meñique y los fusilitos rusos, los helicópteros ídem y cuanto armamento obsoleto y de mala calidad importado de los galpones empolvados de Putin, se volverán papilla. Aquí no habrá pasado nada, caída y mesa limpia. A los yanquis no les interesa un país en ruina. No van a gastar energías para tratar de enderezarlo. La de barras y estrellas no ondeará en Miraflores. Si vienen, será pasar, barrer y marcharse. Nos dejan el campo libre y el muerto encima, a nosotros nos tocará resucitarlo. Ardua tarea.
Habrá que enfrentarlo, ¡cómo no…! Reconstruir el país nos costará mucho y en este momento ni siquiera tenemos capacidad para planear y encauzar un programa serio para lograrlo. Estamos demasiado enfrascados en cómo salir de esta pesadilla. Desgraciadamente, hay gente que se ha dejado vencer por el desaliento y perdió la esperanza. Por eso, nuestro primer punto de lucha es romper este estado de ánimo que es ya derrota. Con razón dicen que el desaliento es el arma más eficaz del diablo.
Vamos a remontar esta cuesta. Volvamos a la cumbre de la esperanza. Con sólo mirar hacia atrás apreciaremos lo que hemos avanzado, tanto, que ni el tramposo CNE ha podido arrebatarnos unos triunfos. Es verdad que entonces el régimen inventa triquiñuelas para contrarrestarlos. Bueno, pero la cuestión es no cejar y seguir golpeando, como la ola en la roca, hasta horadarla. Y de repente del golpe, de la ola, de la roca y, sobre todo, de la invencible esperanza, ¡salta la liebre!