¿Qué tiene que ver Morín y la complejidad con la revolución venezolana? (2)

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vemos en la obra de Morín -y sobretodo en sus seguidores- una marcada tendencia y pretensión de erigirse en la nueva Mega Teoría a la que tanto han criticado. Y contradictoriamente a esta última intensión, lo que prima en las mayorías de investigaciones- que llevan pomposamente el titulo de complejidad- es el más rancio simplismo.

Primero, es necesario reconocer que es fundamentalmente Morín el que ha hecho un intento por teorizar y ofrecer una metodología sobre la complejidad, y como el mismo lo ha reconocido está aún en proceso. Del resto tenemos hoy un sin número de autores y “gurúes” de la complejidad que se venden y se compran en “el mercado intelectual”, pero lamentablemente también en el político, quienes en la mayoría de los casos toman a Morín y sus ideas para explicar todo. Segundo, aunque suene necio y hasta chauvinista es necesario recordar que Morín y la complejidad- como buena parte del pensamiento postmoderno- surge y se desarrolla en otras geografías, en otros contextos, antes otras circunstancias. Nuevamente es un pensamiento que desde otros continentes trasladamos a América Latina muchas veces sin filtrar y cuestionar sus principios. Nuevamente nuestra fascinación- por no decir idolatría hacia lo foráneo –nos ahorra “la penosa tarea” de pensarnos a nosotros mismos.

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De esta manera la complejidad sirve aparentemente para explicar todo, pero no deja claro cual es su capacidad para criticar no sólo el modelo de pensamiento sino también el modelo societal y mas aún su necesaria transformación. En nuestros países se está hablando mucho y escribiendo menos sobre postmodernidad, complejidad y transdisciplinalidad, pero el como se utiliza esto para la transformación societal no queda nada claro. Muchas veces nos preguntamos hasta que punto estos modismos intelectuales, estos vaciosteóricos llenos de verborrea y de simplismo son mas peligrosos que el pensamiento positivista, que el conductivismo, que el pensamiento mas reaccionario, ya que muchas veces con un seudo discurso critico lo que hacemos es mas que cuestionar es legitimar la terrible realidad actual.

Si bien Morín en La Mente bien ordenada (1990) reconoce “que el desafío de la globalidad es pues, al mismo tiempo un desafío de complejidad” en la practica no desarrolla como alcanzar esta propuesta. Salvo elucubrar sobre las bondades de este pensamiento complejo nada queda claro de cómo alcanzarlo metodológicamente en la práctica. Y aunque Morín también reconoce que esta capacidad de integrar el conocimiento se perdió con el desarrollo de la división de las ciencias, sin embargo no explica la relación histórica de la división de las ciencias (disciplinarismo) con la enajenación y la división internacional del trabajo inherente al desarrollo histórico del capitalismo. Para Morín, la reforma del pensamiento es un elemento crucial de nuestros tiempos que “permitiría el pleno empleo de la inteligencia para poder responder a estos desafíos y facilitaría la unión de las dos culturas separadas. Se trata de un reforma, no programática, sino paradigmática, que concierne a nuestra aptitud para organizar el conocimiento” (p.22). Pero nuevamente nada dice sobre las razones estructurales que explican en que momento y por qué se separan las ciencias de la filosofía y entre las ciencias sociales y las naturales.

Esta posición de Morín no tenemos duda en ubicarla dentro de la tradición idealista, que ha considerado que con transformar el pensamiento se transformaran luego las realidades concretas. Además de una adición idealista, revisionista es ingenua y metafísica. Según este autor “Nuestra civilización y, por consiguiente, nuestra enseñanza, han privilegiado la separación en detrimento de la unión, el análisis en detrimento de la síntesis”. (p.29), pero nada cuestiona Morín a esta civilización que ha hecho posible la separación del conocimiento.

Sus críticas al marxismo pueden ser en parte valederas y legitimas, pero no nos ofrece una alternativa para poder explicar y comprender las desigualdades que existen dentro de todos los estados nacionales. A pesar de reconocer que “todo imperio es a la vez opresor y civilizador” nada se refiere a la naturaleza de los imperios hoy.

Igualmente, en Epistemología de la complejidad (1995) Morín aborda problemas de la realidad mundial, como la ecología, reconoce que es un problema no local sino mundial, que corresponde a toda la humanidad y critica a los tecnócratas que en la era planetaria no logran percibir esta complejidad planetaria, sin embargo no hace ninguna revisión histórica sobre las causas y actores principales que han hecho posible esta hecatombe mundial y por lo tanto las cuotas de responsabilidad que les corresponde.

Pedro Rodríguez Rojas. [email protected]

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