Con la venia de los estimados lectores, escribo. Difícil tratar de resumir en un breve espacio los registros que guarda la memoria acerca de un ciclo de vida institucional compartido, en el cual resalta el respeto por las ideas y aflora un sentimiento excepcional e invalorable: la amistad.
Parafraseando a Bertold Brecht, el poeta y dramaturgo alemán, hay hombres que luchan un día y son buenos, hay otros que luchan un año y son mejores, pero los que luchan toda su vida, esos son los imprescindibles. Condición asociada al valor de sus acciones. Terminan librando una lucha por su existencia física para luego iniciar el combate contra el olvido. Permanecerán en el recuerdo, sin importar el variado ámbito de su desempeño y la escala, a la luz del precepto bíblico: “Por sus frutos los conoceréis”. Inexorablemente, el reconocimiento provendrá de la comunidad, de los amigos y de los familiares.
Se encadenan los recuerdos y el esfuerzo pasa por ordenarlos, a manera de enunciados o referencia tenues, en términos de pasado, presente y futuro, indisolublemente ligados a la Universidad.
Francesco, estudió y se graduó en la UCLA, formó parte de la Primera Promoción de Licenciados en Administración y Contaduría. Egresado de la Escuela que para esa época era la de más reciente creación en el ámbito de formación universitaria larense. Pasó a formar parte del personal docente y de investigación y llegó a ser Director de la misma. Iniciaba así, su trayectoria hacia el Rectorado. Para esa época, nos confrontamos políticamente a raíz de haber asumido la defensa de la libertad de cátedra, en un editorial que escribiese para Debate, el periódico de la Asociación de Profesores. Ejercicio crítico y constructivo de diálogo.
Con posterioridad, librada la lucha por la democratización de la Universidad, nos confrontamos en las elecciones por el Vicerrectorado Administrativo. Espacio en el cual los senderos se bifurcaron, en la alusión a Jorge Luís Borges. Teniendo como norte la Academia, la dirección y el trabajo de aula aguardaban, pero las sendas se entrecruzaban, con los aciertos y desaciertos, coincidencias y diferencias. El proceso de elaboración del Reglamento para la Autonomía de la UCLA, en medio de los sucesos de abril de 2002, quedó inconcluso. Pesó el contexto nacional.
Del capítulo que nos acerca al presente, entre otras acciones loables, mencionamos la creación del Decanato Experimental de Humanidades y Artes. Valiosa iniciativa del equipo coordinador que contó con el apoyo de su gestión. Allí surgió la Licenciatura en Desarrollo Humano, área en la cual estamos inmersos.
La vida lo sorprende en un ejercicio rectoral prorrogado por la inoperancia de unos órganos jurisdiccionales y la incompetencia ministerial para resolver el problema de las elecciones en las principales Casas de Estudios Superiores.
A futuro, deja un legado: la probidad y la transparencia en la gestión universitaria. Valor a mantener, hoy más imperativo que nunca, de cara a lo que ocurre en el país.
Con Francesco cultivamos una amistad a la que no vacilo en rendirle tributo en el recuerdo, al igual que mis amigos que se han ido, cuando tarareo con nostalgia la letra de canción ya inmortalizada por el gran Alberto Cortez, en sus estrofas: “Cuando un amigo se va, deja un espacio vacío que no lo puede llenar la llegada de otro amigo…”
